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Ofrecer de corazón
Las Amigas del Museo del Puerto conforman una asociación de diez mujeres, creadoras de momentos inolvidables en la Cocina.
Categoría: Cultura

Las Amigas del Museo del Puerto conforman una asociación de diez mujeres,
creadoras de momentos inolvidables en la Cocina.

“Esto se remonta hace 30 años, antes había otras comisiones, y yo hace
mucho tiempo que estoy con ellas, siempre me llamaban para hablar y decir
algunas palabras” cuenta Estela Genovali, quien preside la Asociación de Amigas
del Museo del Puerto. Gustosa de la conversación, valora el trabajo que realiza
junto a otras mujeres, encargadas de acompañar la actividad del Museo del
Puerto. “Somos diez señoras, la mayor tiene 85 años y la menor 74 años, somos
mujeres grandes”, describe y se ríe en esta picardía de seguir vivaces.

Hospitalidad
“Tratamos de que el Museo esté lindo y cuidado”, declara la presidenta. Cuando
se empezó a armar el Museo, que ya cumplió 31 años, rápidamente constituyó un
diverso patrimonio de objetos. “El cariño de todos los extranjeros se depositó
en este lugar, donde dejaban sus cosas al cuidado del Museo, las ollas y la
máquina de coser de las madres, de las abuelas”. La responsabilidad según
Genovali es mayor a preservar solo el lugar, “tenemos tesoros de las personas,
objetos que llegaron de otros países”. La institución municipal es pública y
está enclavada en un sitio privilegiado de Ingeniero White, próxima al puerto y
a pasos del puente La Niña. La casona de pilates es una típica vivienda de
madera y chapa, como muchas aún resiste el paso del tiempo, “hay que cuidarla
mucho porque este material requiere mucho mantenimiento, ahora le estamos
pintando todos los alrededores”. Las visitas constantes de escolares y público
en general, durante los días domingos, requieren una constante vigilancia de su
cuidado, “es un lugar cultural, que va a quedar con el tiempo, nosotras no
vamos a estar pero si se sigue cuidando conservará su tesoro”. Relucen los
manteles, coloridos plásticos que decoran junto a los tendales de repasadores
una colección de cucharones, ollas, frascos, botellas, cajas de masitas y de
tés, redes y peces artesanales, sentarse en la Cocina es un disfrute a la
vista, un juego de encontrar cientos de detalles y de historias de vida, de
historias nacionales. “Muchos vienen y se encuentran con los objetos, y dicen
mi mamá dejó esto o mi abuela dejó aquello, preguntan dónde están expuestas las
fotos de su abuelo, es un Museo viviente, podés entrar y preguntar”.
Los domingos son de visita, una gran marea de personas va y regresa siempre,
son locales y extranjeros que deciden disfrutar con música, con delicias y en
un ámbito ameno, sitio que indefectiblemente mueve la curiosidad y la reflexión
histórica. “Llegan las colectividades, traen sus tortas, sus vivencias, hablan
de sus países, es un momento muy grato”, reivindica Genovali, el vínculo
logrado con las organizaciones que contienen a los migrantes. “También hay
momentos para las cocineras, nosotras acompañamos con el chocolate, el té y el
café, y con lo que recaudamos vamos comprando las cosas que hacen falta”. Las
visitas repiten una y otra vez el Museo del Puerto, Genovali asegura que esto
sucede porque “ya nos conocen, nos besan, nos agradecen, nos felicitan”. Siempre
a la espera de más ayuda y más colaboradores, la Asociación siempre cuenta que
actividades realiza.

Codo a codo
Trabajadoras y trabajadores municipales coordinan la agenda de escuelas,
acompañan a chicas, chicos y jóvenes para que el Museo del Puerto realice su
aporte al saber en las aulas. “A la mañana el trabajo es distinto, se hacen muy
lindos talleres para los chicos de las escuelas, a veces vienen los jubilados.
Pasean, comentan, o sea que se ve otro ritmo”, describe. Con la vista puesta en
las necesidades edilicias, las Amigas manifiestan su preocupación por el estado
de los techos, “si cae agua adentro, todo lo que se encuentra aquí se estropea,
tendríamos que cambiar las chapas para evitarlo, esto sería mucho dinero”, por
eso decidieron realizar arreglos en las mismas, y lograron la limpieza de las
canaletas, que no es un detalle menor a la hora de las lluvias. “Ponemos el
empeño para que todas las cosas salgan bien”. Una vez lograda una solución
parcial sobre esto, sobreviene un nuevo deseo, “nos gustaría parquizar el patio
de adelante, que se algo más lindo”. La deuda más vigente está con la lancha
amarilla, el águila Blanca se encuentra en un estado irrecuperable, “ya afea el
lugar, han prometido arreglarla pero sabemos que no es fácil, acá está
encallada en la arena y expuesta a mucho maltrato, nos prometieron mucho, hemos
tocado tantas puertas pero no se abren”. Sin decidirse aún su destino, la
lancha es un hito representativo del Museo, y oficia como marca whitense para
orientar los diversos espacios, “vas por la calle de la lancha y llegas al
puerto o seguís por la calle empedrada después de la lancha amarilla y llegás
al Boulevard”.
Genovali declara que la gente que trabaja en el Museo genera muchos vínculos y
espacios, “pueden ser nuestros hijos, son muy jóvenes, siempre están
disponibles para nuestras propuestas sean en los bingos o los días domingos”. Los
intercambios entre las Amigas suelen ser airosos y alegres, “a veces
discutimos, cada una tiene un estilo y una opinión”, y lanza una carcajada,
quizás recordando alguna charla espinosa. Ninguna de estas mujeres escapa a su
realidad personal, sin embargo, su aporte es incalculable, juntas son
poderosas, juntas nos convencen a los más jóvenes que el legado que dejan hay
que retomarlo, defenderlo, para las siguientes generaciones.

¡BINGOOOO!
Al cierre de esta edición, para el jueves 15 de noviembre la Asociación de
Amigas del Museo del Puerto planificaba un bingo, actividad que servirá de
despedida del año 2018. “No es necesario sacar tanto dinero de lo que hacemos,
sino que nos gusta la alegría que se lleva la gente, que venga y disfrute, eso
nos llena de orgullo”. Seguramente una nueva tarde rodeada de espíritus que no
se dan por vencidos, verdaderas amigas que se funden con la historia del lugar.

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2018-11-20 00:00:00
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