La reciente edición del
Bahía Teatro confirmó su status de fiesta mayor de la escena local.
Como cada año desde 2006, cuando el actor y director Juan Manuel Caputo
impulsara el primero, se realizó el Festival
Nacional de Teatro Bahía Teatro. Una continuidad difícil de lograr en
cualquier emprendimiento cultural, que habla de su acierto.
Del 7 al 16 de marzo se presentaron en el Teatro Municipal y otros escenarios
de la ciudad más de veinte espectáculos locales, nacionales y un par del
exterior con diferentes dramaturgias y estéticas, seleccionados por el equipo
de producción luego de una convocatoria abierta.
Un programa nutrido y difícil de cumplir,
sobre todo en el caso de los grupos y elencos de fuera que dependen no sólo de
presupuesto, sino del transporte o el clima, dando lugar a faltazos -este año
hubo un par- e indeseables cambios de último momento.
Desafortunadamente, el público es el talón de Aquiles de la actividad teatral urbi
et orbi y de este tipo de emprendimientos en particular. Porque por muchos
motivos -con la competencia de los medios de comunicación a la cabeza- el número
de espectadores de teatro permanece invariable o decrece y los festivales lo
dividen.
El Bahía Teatro ha intentado tentar a nuevo público no sólo con publicidad
tradicional, sino incentivando la participación a través de su “Marcha del
Orgullo Clown”, que este año se mostró en un compacto y colorido desfile entre
el Teatro Municipal y la ex Plaza del Sol.
Otro aliciente son las entradas accesibles -las más caras no superaron el costo
de una entrada general de cine- con descuentos para jubilados y estudiantes y
espectáculos a la gorra, logrando un no despreciable promedio de asistencia que
rondó los doscientos espectadores por función.
Obviamente, la llegada al público es el objetivo principal del festival, pero lo
más notorio es el fructífero y jubiloso encuentro de los teatristas -un vocablo
que la RAE todavía no incluye en su diccionario y define a los que trabajan en cualquier
actividad asociada al teatro, desde el dramaturgo encumbrado al estudiante
novato-, que intercambian puntos de vista y hacen contactos para futuras colaboraciones.
También se da la posibilidad de participar en seminarios y asistir conferencias.
Siguiendo la tendencia de no considerar a la actividad circense un género menor,
destacó el “Taller de Teatro Gestual y Clown” a cargo de Martin Pons, integrante
del Cirque du Soleil, aunque, como signo de los tiempos o los bolsillos, dominaron
el tema de la gestión a cargo del propio Caputo y el de armado de proyectos y
crowfunding del sitio “Panal de Ideas”.
El reconocido investigador Carlos Fos volvió a encabezar el espacio de “Crítica
y Desmontaje” de la Asociación Argentina de Investigación y Crítica Teatral, del
que participaron periodistas, teatristas e interesados en general.
Y entre las charlas sobresalió la de Javier Acuña. El creador de la página Alternativa Teatral -base de datos
especializada en la escena capitalina y abierta a la del interior-, abordó un tema
actual y esencial a futuro: la aplicación de tecnología no sólo para vender
entradas y administrar el bordereaux, sino también para incentivar la
asistencia de los espectadores.
Una de las novedades de esta novena edición fue la proyección excepcional -por única
y por calidad-, del film Venimos de muy
lejos, basado en la puesta homónima del grupo de teatro comunitario
Catalinas Sur.
Otra más importante: la inclusión en el programa de una obra interpretada por integrantes
de los cursos superiores de la Escuela Provincial
de Teatro de Bahía Blanca.
Los alumnos siempre tuvieron su lugar en el festival, haciendo pasantías
destinadas a ayudar detrás de escena. Pero el jueves 13, en un debut formal y
emocionado, subieron al escenario de El
Tablado -dirigidos por Leonardo Cobreros- interpretando nada menos que Seis personajes en busca de autor, pieza
paradigmática del italiano Luiggi Pirandello e inaugural para el teatro
moderno.
Respecto a las obras, seria tedioso describir cada una, aunque destacaron especialmente
El soplador de estrellas de Puerto
Madryn que hizo valer su magia fogueada en más de doscientas representaciones
en salas del sur; la capacidad de conseguir público de todas las edades y
manejarlo en plena Plaza Rivadavia de parte del dúo de acróbatas cordobeses La Compañía Sinpañia y Stupeur et Tremblements, un monólogo
sobre las presiones culturales que siempre ha sufrido la mujer. Interpretado en
su idioma por la actriz francesa Layla Metssitane, el espectáculo fue aportado
por la Embajada de Francia y la Alianza Francesa, que además participó en la
puesta y el subtitulado.
Párrafo aparte merece el cierre de El
Choque Urbano, el domingo 16 en el
acceso al Parque de Mayo. El grupo suele tener agenda completa así que su participación
requirió de una larga gestión ante Cultura de la Nación y de las nubes y
ráfagas de viento que dejaron paso a una noche lo suficientemente clara como
para que varios miles de personas vibrara con su música.
Una despedida de cara al decimo aniversario del festival en 2015 -tanto que ya
se pudo votar por la inclusión de los espectáculos favoritos de ediciones
anteriores-, que seguramente se celebrará por todo lo alto.
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