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No bajaron de un ovni
“Las historias individuales pasan a formar parte de la Historia, como ciencia y estudio de un hecho social, en este sentido, todo el aporte que han hecho los trabajadores fue desde el relato, las fotografías y también abrieron sus casas y compartieron su vivencia laboral”, cuenta Ana Miravalles, autora de “Los talleres invisibles”.
Categoría: Cultura

“Las historias individuales pasan a formar parte de
la Historia, como ciencia y estudio de un hecho social, en este sentido, todo
el aporte que han hecho los trabajadores fue desde el relato, las fotografías y
también abrieron sus casas y compartieron su vivencia laboral”, cuenta Ana
Miravalles, autora de “Los talleres invisibles”.

Se hace la tarde en el
Castillo de la ex usina, White es serena los sábados, sin camiones, ni ajetreos
de autos. Dentro del Museo Taller, trabajadores, familias y curiosos escuchan
cómo y por qué los talleres Noroeste se convierten en libro. “El Museo abrió un
camino que lo sostuvo a lo largo del tiempo, con coherencia y constancia que
consistió en la práctica concreta de la realización de entrevistas en una
comunidad de referencia, de trabajadores ferroportuarios”, valora Miravalles.

No tan remoto
Los Talleres Bahía Blanca
Noroeste fueron una pieza clave de la infraestructura logística de la región.
La mayoría de los vagones que durante más de 100 años llegaron a puerto -de las
chatas a las tolvas graneras, de los vagones fruteros a los de cargas
paletizadas-, pasaron por Talleres para su reparación o reconstrucción
completa. Y sin embargo, a pesar de sus dimensiones, a pesar de la complejidad
de las tareas que en ese lugar se realizaban, “los Talleres parecen haber
permanecido la mayor parte del tiempo apartados del interés público, opacados
tal vez por la opulencia del trigo, la lana, las manzanas o el polietileno que
su actividad ponía a circular. Quién sabe si su invisibilización no colaboró
para que, luego de ser privatizados en 1992, sus trabajadores fueran
despedidos, y sus instalaciones vaciadas, vandalizadas y poco a poco demolidas,
no sólo sin que nadie se hiciera cargo, casi sin que nadie se diera cuenta”.

“Las personas comunes
construyen la historia”. Respecto a la invisibilización de los talleres agregó
que “el acto de prestidigitación” estuvo vinculado a la concurrencia de
factores de la política económica, la percepción colectiva del sitio, ya que el
extenso paredón de casi 1 km, resguardaba u ocultaba el lugar. Plantea la
pregunta sobre por qué no se convirtió en patrimonio, “lo que no lo es, no se
ve ni existe”. Sin embargo, había espectáculos inolvidables en la cotidianeidad,
como la marea de bicicletas en el horario de entrada, como así también, otras
experiencias vitales relacionadas con olores, ropas, ruidos y hasta mascotas,
que deambularon en el sitio.

“Los Talleres Invisibles”
está compuesto por cinco capítulos. Según repasó la profesora Fabiana
Tolcachier, la obra recorre el aporte humano y arquitectónico, los sistemas de
trabajo y control y también incluye, el origen de los obreros, su formación,
las formas de ingreso, que determinaron con el tiempo, la convivencia intergeneracional.
Esta vida trabajadora estableció códigos de convivencia y solidaridad, el
trabajo en “yunta”, fue un ejemplo de organización, ayuda y preparación de los
jóvenes ingresantes. En el último capítulo se relata el fin de los mismos, con
el desmantelamiento de algunos sectores y la privatización de otros, hasta que
sobrevino el cierre final.

El relato recrea los cambios
tecnológicos en los talleres para estar acorde con el sistema nacional. Se
reflejan, además, los aspectos combativos y resistencia, en la defensa de los
derechos laborales, con las huelgas de 1958 y 1961. Como los relatos generaban
confusiones entre un hecho y otro, los testimonios fueron cruzados con material
documental. “Aunque parece un pasado remoto e inmutable. Las confusiones de
fechas y nombres, el deseo de ponerle color al propio relato que llega a
sobredimensionar el dramatismo sobre algunos episodios y a desestimar otros,
para contrarrestar las informaciones erróneas fue necesario confrontar los
datos de las entrevistas con una buena cantidad de documentos escritos”, a
pesar que muchos de ellos fueron quemados cuando se cerró el lugar.

Trabajadores y protagonistas
“Cuando los ferroviarios
hablan de estos talleres no hablan sólo de vías y galpones, como si todos esos
«fierros», hoy oxidados, tomaran tangible algo aún más grande y
complejo que un simple medio de transporte. A menudo, cuando los ferroviarios
conversan sobre trenes suelen estar hablando, al mismo tiempo, del país. La
historia del ferropuerto es la historia de cómo se pensó, discutió, peleó el
lugar de nuestra ciudad y de la nación entera en la división internacional del
trabajo. ¿Exportación de bienes primarios? ¿Industrialización sustitutiva?
¿Industrialización orientada a la exportación con valor agregado? Cada una de
estas cuestiones, que así enunciadas suenan tan abstractas, atravesaron la
historia de los Talleres, se tradujeron, puertas adentro, en discusiones y en
acciones muy concretas, relacionadas con el tipo de trabajos que en ellos se
cumplían, con las características y la organización de los centenares de
obreros destinados a atenderlos, y con los conflictos derivados de los vaivenes
económicos y políticos de todo un siglo”.

La idea germinal de “Los
Talleres Invisibles” vino de una anécdota contada por Ricardo Schettini, hace 7
años: “los legajos del personal del taller fueron incinerados en el horno de la
herrería en el momento en que los talleres eran transferidos a manos privadas”.
Los talleres fueron invisibles para el Estado, para la comunidad, se
invisibilizaron cuando ya no constituyeron un patrimonio arquitectónico, hoy,
vandalizados y demolidos, el lugar se cuenta mediante la voz de quienes lo
reivindican como parte sustancial de la historia local, regional y nacional.

Mientras el grupo La Puñalada
canta Milonga Lunfarda, y afuera se hace la noche, “Los Talleres Invisibles”
tienen el sabor de lo dicho por Ítalo Calvino: «Las ciudades son un
conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares
de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero
estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras,
de deseos, de recuerdos”.


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2013-12-23 20:20:00
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