¿Es
posible armar un cuento en unos instantes? Cuatro narradores ensamblan un
espectáculo a partir con los aportes del público, disparatadas, temáticas y
divertidas. La oralidad recobra fuerza y presencia con perspectivas de
recreación y con forma de relato colectivo instantáneo.

Héctor Tizón dice en su obra “No es posible callar”
que «hoy son pocos los que narran hablando, vamos perdiendo ese don;
incluso vamos perdiendo la noción del pasado». La voz y la gestualidad
aportan al relato, condiciones propiamente humanas, por eso, la valoración de
la palabra se hace primordial.

Inaugurar
Con toque tanguero, vestimenta y actitud, inauguran la noche de un viernes
Jorge Ricardo Mux, Soledad García, Mariela Olivera y Robby Gutiérrez. La
propuesta inicial es que los narradores crearán a partir de ideas que surjan
del público. Empiezan las preguntas sobre lugares y acciones. Los presentes se
animan a arriesgar lugares imaginarios, distantes o desconocidos para que el
relato se ponga “jugoso”. Los narradores doblan la apuesta con carteles
pintados y arengan al público para que dispongan el tipo de historia y los
personajes. Antes que el relato surja, los narradores se miran, se sonríen y se
frotan las manos. Y después, lo que sucede es mágico. Una palabra se une a
otra, diálogos, cantos, onomatopeyas y entremeses. El disparate, la reflexión,
el absurdo, el recuerdo, se vuelven humor.
En el descanso del espectáculo se escuchan cuentos de autores varios, vuelve a
jugar la memoria del habilidoso cuentista y el trabajo de relación de los
asistentes para descubrir el autor, antes que el relato finalice.

Punto de partida
Los relatos orales se piensan siempre unidos al niño. La nana, la canción de
cuna, que permite ese primer contacto con la escucha de la palabra. Los
vínculos humanos estallan en la voz de nuestros seres queridos. Se inicia el
camino de nombrar las cosas y las personas, nombrarse a sí mismo y al mundo,
primero al más próximo, es el inicio en la adquisición del habla. Se suceden,
después las primeras historias para dormir o para distraer a los pequeños del
llanto, de la inquietud y también, para reforzar la familiaridad, establecer
límites y enseñar mediante consejos, moralejas o reflexiones. Las salas del
Preescolar y la Primaria continuarán ese camino de manera sostenida,
reconociendo el valor educativo del relato oral.
Habitualmente, la narración oral se asocia de manera exclusiva a las primeras
edades y si bien en ellas tiene un público especialmente idóneo, no es menos cierto
que los adolescentes y jóvenes también responden positivamente a estas
experiencias. La oralidad es un medio de expresión y comunicación que estimula
la interacción social, la lectura y es la respuesta más inmediata y exclusiva
del proceso de humanización. El relato oral se transforma en el ámbito y
condiciones de nuestros antepasados, la forma de vida de otros países, el
estímulo a la imaginación y al conocimiento de escritores y más allá.

En particular
“Narraciones al instante arranca en el 2012 cuando Jorge Mux y Mike Pohle me
convocan para hacer un taller de improvisación”, cuenta Soledad García, una de
las integrantes. “Desde ese trabajo se gesta un formato en el que se fusionan
la narración oral de autor y la narración improvisada. Esta última tiene como
particularidad que se construye en el aquí y ahora, se parte de los aportes que
ofrece el público: nombres, lugares, emociones, títulos”. El público suele
sorprenderse por los estilos que los narradores le imponen a la presentación.
En los comienzos del grupo estuvieron Alejandra Sagui, Laura Faineraij, hasta
que se constituyó la formación actual: Mux, Olivera, García y Gutiérrez. Al
momento, el ciclo recorrió diferentes espacios locales: patio del Centro
Histórico Cultural de la calle Rondeau 29, Casa de la Cultura, Café Histórico,
Puentes Amarillos, Espacio por el Arte y Biblioteca Rivadavia.
Las narraciones de autores son la traspolación del papel a la voz, una
apropiación del relato que se recrea y reinventa. Sin embargo, el proceso de
narración al instante involucra a otros y a propios, para convertirse, sobre el
final, el legado de todos. La tradición oral escribe, por lo tanto, otra hoja
en su propia historia, lo contado no está destinado a ser repetido, sino que se
valora, justamente, por el prodigio de la invención y una vez contado, se
esfuma. Cumple su propósito, ser producido y ser contado, para sumergirse en la
memoria del sabor de lo compartido. En estos tiempos de virtualidades, se hace
irreemplazable el momento, las presencias y esa convivencia que “Narraciones al
instante” logra.