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Moliére, el envenenado
La vida del gran dramaturgo francés Jean Baptiste Poquelín sube al escenario, un recorrido por sus obras y las polémicas que desató en su tiempo en la actuación de Héctor Rodríguez Brussa.
Categoría: Cultura

La vida del gran dramaturgo francés Jean Baptiste Poquelín sube al escenario,
un recorrido por sus obras y las polémicas que desató en su tiempo en la
actuación de Héctor Rodríguez Brussa.

«Moliére, el envenenado» es un espectáculo que acerca al público
a la obra y a la vida del dramaturgo, actor y poeta, «de él se ha dicho
mucho, imaginate que hasta en un momento se ha dudado de su existencia como la
de Shakeaspeare, es realmente muy aventurado, muy pretensioso hacer en una obra
a Moliére», confiesa Rodríguez Brussa, quien escribió los textos y actúa
el personaje.
«Lo que hice fue releer los textos que me gustaron más, los he trabajado
casualmente en la Comedia Municipal de Bahía Blanca, hace muchos años cuando
hice Tartufo. Con el objetivo de ganar los textos, lo puse a Moliére en su
camarín y casi entre sueños, pretendí hacer algo onírico», describe y
cuenta que es fan del francés. Hace unos años un amigo le acercó un texto de un
escritor brasileño, «él jugaba con la historia de que Moliére fue
envenenado, a mí me quedó esa idea. Moliére desde su obra fue muy crítico con
tres sectores básicos de esa época con la Iglesia, a través de Tartufo que es
el impostor, el falso devoto; la Corte y los cercanos al rey estuvieron muy
molestos por Las preciosas ridículas, donde se habla de la promiscuidad, la
locura; y los médicos se enfadaron con El enfermo imaginario, porque dicen que
Moliére era hipocondríaco. Estos sectores lo odiaban y no le perdonaban la crítica
y dicen que lo han envenenado por esa razón».
El estreno de la obra estuvo relacionada con obligarse a ponerla en escena,
«llegó un momento que si no ponía una fecha de estreno no lo hago más y va
a quedar como algo que nunca hice. En Santa Clara del Mar organizamos un
Festival Internacional de Clásico Adaptado, a tres meses del mismo decidimos
ponerlo en la cartelera y vamos a estrenar, nos dijimos. Y se estrenó». El
proceso creativo, que dependió en gran parte a la escritura de Héctor Rodríguez
Brussa, contó con el aporte en la dirección de María de las Victorias
Garibaldi, «fue tan rápido que no nos dimos cuenta, y pasaron dos o tres
funciones y cuando iba a entrar a escena, digo: es muy pretencioso decir que
soy Moliére, pensé que era como San Martín o Sarmiento, estos grandes
personajes que ya hay una idea muy arraigada a la gente, ahí me asusté. Después
la pasé porque me encanta, me siento muy cómodo metiéndome a Moliére en la
piel».
Familiarizado con los clásicos, Rodríguez Brussa dirigió en cinco oportunidades
la Comedia Municipal de Bahía Blanca, «primero hice Tartufo, eso fue en la
previa a la Comedia y después dirigí Aristófanes, en la primera Comedia»,
si bien su trayectoria habla de la dramaturgia clásica también puso en escena textos
de distinta naturaleza, distintos orígenes, Roberto Arlt, Beatriz Mosqueira,
entre otros. Después de muchos años, siguió con el proyecto Tartufo y se
presentó en Mar del Plata, «Tartufo por Moliére, una especie de adaptación
de lo que hice en Bahía, un poco más aggiornada. Y con esa obra, que anduvo muy
bien, tuvo muchos reconocimientos, Estrella de Mar, un éxito de público, pero
al margen de esto siempre me gustó la obra de Moliére, después conocí otros
textos, y me gustaron algunos hechos que se cuentan de la vida del autor. Eso
me motivó a hacer este espectáculo». La propuesta del Festival
Internacional de Clásico Adaptado es para el autor una redundancia,
«porque para hacer hoy contemporáneamente un clásico hay que adaptarlo,
por tiempo, por todo, no necesariamente el texto, aunque era más floreado,
ahora es más directo. Los que me conocen en Bahía saben que he sido un loco, he
reventado los textos, es más durante un tiempo hacía obras sin textos».

Pide escenario
Rodríguez Brussa y Garibaldi llevan adelante el Teatro Poquelín, en Santa Clara
del Mar, actual residencia de ambos. Sin embargo, la historia teatrera de este
lugar data de más años, «estuve en Zelarrayán 128 unos 15 años, muy
intensos y a partir de 2008 me instalé con una pequeña sala en Santa Clara del
Mar, nuestra actividad es la de siempre, hacer grupo teatral, producciones, es
un karma porque hay que hacer un gran esfuerzo, y se va armando porque la gente
lo requiere». Define al público de aquella localidad como escaso, «el
turista es de Mar del Plata, de la costa, no es un público que va a ver
propuestas under o fuera del teatro comercial, es un público bastante complejo,
igual tenemos nuestra gente, y cubrimos entre 40 y 50 localidades».
«Moliére, el envenenado» marca un gran desafío, al que Rodríguez
Brussa parece acostumbrado, «los roles de dramaturgia, dirección y
actuación son un tema. Lo que hice fue discriminar en tiempo los roles. Primero
escribí sin preocuparme en nada, terminé de hacerlo y puse el texto en manos de
la directora, en este caso en particular en el cual el montaje se decidió
cuando la obra no estaba escrita, creo que fue en un mes, decidimos empezar el
espectáculo e hicimos todo junto. Yo escribía, la directora María de las
Victorias Garibaldi dirigía, y me despreocupaba de lo que había escrito, es más
no lo podía tocar. Después escribía otra escena y así avanzamos. La puesta en
escena en el Festival fue a modo de pre estreno, porque fue muy rápido, cuando
afinamos los ensayos no tocamos nada porque estaba muy compacta la estructura,
estábamos muy conformes de cómo quedaba». Buena parte del trabajo estuvo
en manos de Garibaldi, «en mi rol de dramaturgo a actor hubo una
intervención muy fuerte de la directora que no me dejó opinar como autor cuando
estaba actuando». La obra se estrenó el año pasado, «hicimos
funciones en algunos festivales e hice temporada en Mar del Plata, recién
estamos empezando, tengo esta sensación», después de 21 funciones.
En otros espectáculos ha tenido el peso de los tres roles, «no es
conveniente, pero me ha pasado que eran tantas las ganas y el deseo de
escribir, hacer, actuar un espectáculo que lo resolvía solo». La
experiencia con Garibaldi trasciende el escenario, «hemos trabajado juntos
y convivimos hace 15 años, otro rol, es muy complejo ser pareja y hacer teatro
juntos, tener un espacio teatral, muchas veces nos disgustamos pero seguimos
adelante». Una obra que compartieron fue Anita Garibaldi, «lo hicimos
en una semana de sol a sol, me gusta mucho trabajar de manera intensa, prefiero
un día de ensayo a dos semanas de dos horas por día, que realmente me
desconcentra».

Volver, volver
La puesta en escena en Pez Dorado, espacio independiente ubicado en O´higgins
578, planteó al actor y director volver a la ciudad, «regresar a Bahía
Blanca, donde prácticamente hice toda mi actividad teatral me moviliza
muchísimo. Hoy me di cuenta invitando gente en el Facebook que tengo mucha
gente amiga, muchos conocidos. Es muy movilizante por mi hija, mis amigos. A
veces me parece que no he vivido nunca en Bahía y a veces que he vivido
únicamente en Bahía, tengo todas las expectativas y me pone muy nervioso».
Con una agenda apretada, adelanta que hará un tour dentro de la misma Mar del
Plata, con 17 funciones planeadas, una en cada sala. «Y no estoy pensando
en eso, estoy pensando en la función de Bahía Blanca como la más fuerte, porque
ahí viví grandes alegrías y grandes amarguras. Es una ciudad muy contradictoria
con la gente que hace teatro, eso pensaba antes de salir de Bahía Blanca, ahora
creo que ocurre en todos los lugares del mundo». El registro de su
actividad en nuestra ciudad es único, «Santa Clara del Mar es un lugar muy
particular, ya soy de acá con este lugar que se armó hace poco, pero el único
lugar del mundo donde puedo decir nosotros es en Bahía Blanca y alejarme tanto
a veces me hace angustiar».
Rodríguez Brussa describe el momento actual del público como difícil, «la
gente no se permite a disfrutar un espectáculo teatral, en forma general lo
digo, además, es un momento social y político donde se siente la ausencia del
Estado en las políticas culturales, la inversión en cultura como manifestación
colectiva es ausente, es más, una agresión». Asegura que «los
teatreros somos una especie de francotiradores, unos marginales, entonces si a
la gente le ocurre en masa un hecho como el actual nosotros sentimos que
estamos inmunizados. Tenemos una gran energía de trabajo que es una energía de
lucha, el teatro es un recurso de lucha».

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2018-05-15 00:00:00
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