“El último día de verano” se realizó en la Casa de la Cultura en homenaje a la
narradora, a 76 años de su nacimiento.
“Todos los años celebramos el aniversario del nacimiento de Mirta, y el
evento lo llamamos El último día de verano, porque ella solía decir que cumplía
años el último día del verano”, cuenta Nahuel Izaguirre, músico local, en
diálogo con EcoDias. La actividad fue libre, estuvieron invitados poetas,
escritores, narradores, músicos y “también lo difundimos en las redes sociales
para que venga quien quiera”. Con impulso de Mónica Oliver, escritora y Cecilia
Marchesi, una de los integrantes del grupo de Susurradoras, tal como lo fue
Izaguirre, la fecha sumó la memoria de un legado invalorable por parte de
Colángelo.
Heredarás la palabra
“Tengo la experiencia de haber participado del grupo de Susurradores, y
comprobé que Mirta estaba relacionada y en contacto con la cultura regional muy
fuertemente desde su labor como docente, como escritora, y a partir de eventos
culturales en los que participaba, y era una especie de motor, tenía una gran
importancia en la ciudad, también así era en lo nacional, porque tenía contacto
con otros artistas de Córdoba, Buenos Aires, con muchísimos homenajes, uno de
ellos que recordaba era en la Feria del Libro”, apuntó Izaguirre. Los
susurradores tuvieron, entonces, un lugar destacado dentro de la literatura del
país.
En constante relación con artistas plásticos y autores, Colángelo nutría su
impronta, para llevarla a las escuelas como docente y como divulgadora del arte
literario. Su aporte no se puede calcular, y tampoco su generosidad. Conoció a
Les Souffleurs, grupo francés que susurraban poemas en las universidades de
París, en su momento aseguró que cuando los vio, se dio cuenta que esta
práctica era una varita mágica. El primer susurro salió de un tubo de cartón de
casi dos metros, y la ocasión fue la inauguración del Museo de Arte
Contemporáneo en la ciudad. Más de 60 personas se encontraron, por primera vez,
con ese tubo y esa voz que avivó en cada oído un corto poema. “Pinté de negro
un tubo de cartón de 1,60m aproximadamente y yo también, vestida de negro, le
susurré a unas sesenta personas. Cuando salí a la calle estaba muy conmovida.
Los perfiles de los rostros de la gente a la que había susurrado me confirmaban
el poder formidable de la poesía. Denotaban emoción, se distendían, se
encendían”, dijo en aquella ocasión.
Perder y ganar
Mirta nació en la ciudad de Buenos Aires y falleció a los 70 años, en la
primavera del año 2012. Fue docente en varios niveles educativos, y en todos
ellos ejerció su influencia como autora y promotora cultural. Animó lecturas y
eventos, narró en la radio, en el escenario del Teatro Municipal, dictó
talleres de literatura infantil y fue formadora de otros maestros, narradores,
madres y abuelos. El susurro fue un ejercicio literario, y también plástico,
era posible verla llegar a plazas y paseos públicos con su grupo de
susurradores, ataviados de tubos de colores, algunos pequeños y otros
larguísimos, contagió su arte y sus ganas en todos quienes la conocían.
“La recordamos con alegría, y además, con la reflexión que ella acercaba la
literatura como una especie de puente, a través de las palabras podía armar
narraciones maravillosas que no necesitaban de una religiosidad, sino de un
respeto muy profundo por la libertad de los seres y hablaba de intervenir el
espacio público, como lo hizo con el susurro, teniendo el concepto que la
lectura puede ponerme también a prueba el cuerpo en una doble relación, con uno
mismo y con los demás”, apuntó el músico. Colángelo trajo la idea de comunidad
a partir de la literatura, “ella nos hacía pensar y sentir que se resignificaba
la vida a través del arte, vamos entendiendo que el legado de Mirta es más
importante y está centrado en el placer de la lectura, y de valores que no son
acartonados sino que son muy vivaces y válidos para hacer algo distinto”.
Recopiló junto a otrasy otros escritores versos de la
literatura oral, poemas que despiertan sonrisas, como “Pan es pan, queso es
queso, no hay amor si no hay un beso”, y su forma de leer y narrar trasladaban
a los oyentes a una dimensión distinta, con un ritmo que contagiaba paz y
alegría. Hizo nido en la “Casa del sol albañil” y en el “Patronato de la
Infancia”, supo susurrar palabras de justicia y verdad en el Centro Clandestino
La Escuelita el 24 de marzo. “El susurro era una manera de detener o ralentizar
el tiempo, valorar el silencio, por eso, era una forma de comunión muy
interesante que abre el arte, la literatura, la música, de una manera mucho más
natural que los rituales culturales más estructurados”. Por eso, es celebrada
cada año con canciones, prosas y poesías, y como ella misma dijo, “porque el
presente con memoria es mejor”.
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