Segundo Encuentro de Lectura Macarrónica, un proyecto del Museo del Puerto,
para traer a la memoria recetas, comidas, secretos y literatura.
“Es para escribir entre cucharones y ollas… ¿sobre qué? ¡Sobre esos mismos
cucharones y ollas! Porque ya es hora de cantar a las cazuelas, macarrones y
buñuelos que prepararon, a las infinitas comidas de casa que las mujeres
pensaron y cocinaron silenciosamente durante años, a las comidas públicas,
cocinadas en equipo, a la memoria interminable de olores que sintieron
caminando por Ingeniero White, a las comidas imaginarias que los hicieron
soñar, a cocineras y cocineros de la memoria, sus secretos y saberes
particulares”, vociferan alto, muy alto, desde el Museo del Puerto, para que
los escuchen en Bahía Blanca y la región. Porque el Encuentro de Lectura
Macarrónica, cumplió un año y dos ediciones, y como son así, internacionales,
solo confesaron recetas en el Festival Latinoamericano de Poesía, tal como lo
hicieran en 2017.
Se vino la segunda
“El año pasado arrancamos con este proyecto y este año hicimos unos cuantos
encuentros antes del Festival de Poesía, reunimos a personas que participaron
el año pasado y algunas que no lo habían hecho”, relata Lucía Bianco,
integrante de la institución municipal. Las Amigas de la Asociación, las
trabajadoras y los trabajadores del Museo colocan los manteles para que vecinas
y vecinos que están muy vinculados con la comida realicen estos encuentros,
“esto es algo que tenemos todas y todos, el Museo del Puerto recupera un poco
esas experiencias, esos saberes muy particulares que traman historias
familiares, historias de vida y de trabajo comunitario con las instituciones de
White”. Lo compartido tiene la marca de lo personal, y una vez relatadas,
puestas sobre la mesa, se van pensando como parte de la historia de la
localidad, del país y del mundo. “Hablamos, recordamos con algún eje temático,
sea un modo de cocinar o las herramientas con que se hace, también hacemos
intervenir a los documentos de la historia portuaria, y surgen las
experiencias, después proponemos una técnica para que se plasme en algún tipo
de escrito”.
Vecinas y vecinos que llegan a los encuentros han tenido una relación con la
escritura, tanto desde la escuela como también desde la narración oral, en
estos saberes de contar historias. “Algunos participan de los Abuelos Cuenta
Cuentos, otras que están en instituciones y tienen un saber específico que es
tomar un micrófono y hablar en público, que no todos se animan”, la experiencia
en esta convocatoria también permite a quienes son amas de casas ampliar su
vivencia, proyectar lo que saben para compartir con otras personas.
La segunda edición se acompañó con las empanadas de pescado de Elcira Pecorario,
las masitas griegas de Nora Oliveto, las empanaditas de cayote de José Malvar,
la pascualina de María Elena Peysé, los chipá de Antonina Aponte, con receta de
su madre formosoña y hubo una pella gigante de las manos trabajadoras de Stella
Maris Giménez.
Comida y enseres
Uno de los planteos realizados se centró en “todo lo necesario para lograr
la receta, qué tareas previas y posteriores, los mandados, el ahorro de dinero
a la hora de comprar, cómo obtener ese dinero, la disposición de las cosas en
la cocina, cómo obtener la receta y surgió el tema de la lavada de platos, y en
esto cierta inquietud por parte de las mujeres, por qué ellas son las que están
siempre lavando los platos de todos”. Uno de las cuestiones que se mantuvo en
discusión fue “qué piensan las mujeres cuando lavan los platos”, la propuesta
continúa y ya las prácticas y los pensamientos llegarán de nuevo para ser masa
de alguna receta de saber.
Quienes colaboran en el taller son las cocineras “de toda la vida”, que también
son parte integrante de las comisiones de instituciones como La Siempre Verde,
Scouts Ernesto Pilling, Asociación de Amigos del Castillo, Asociación de Amigas
Museo del Puerto, Bomberos voluntarios, sociedades de fomento, cooperadoras de
escuelas, también cocineras de cantinas y restaurants, expertas en preparar
viandas para vender a camioneros y portuarios. Los varones dicen presente en
muchos casos porque cocinaron en cantinas o estando embarcados. José “Pepe”
Malvar, un vecino que está relacionado con el Museo a través de las donaciones
de objetos de su familia, trajo hace muchos años una cocina económica que
fabricó su padre. “En muchas ocasiones contó cómo funciona, cómo la hizo su
papá, y relata sobre el plus que le encuentra porque no es solo una cocina que
cumple su función sino que también fue pensada como un objeto estético, que
llame la atención”, rememoró Bianco, al momento de recibir otra donación por
parte de Malvar, un aparato que servía para extraer “músculos” o moluscos de
los tirantes del muelle, y servían como alimento para las familias.
“Pensamos el patrimonio de una manera muy amplia, no restringida. Cualquier
objeto de la vida cotidiana, hasta el más efímero tiene información fundamental
para un museo como éste, que habla del mundo, desde un lugar muy particular
como es Ingeniero White”. En el momento de la escritura, los y las
participantes del taller repiensan el objeto en relación con su uso, su
historia, “que subjetivise ese objeto, y de pronto, surgen miradas nuevas,
cosas que nunca se hubieran imaginado”. Trabajo con memoria, pasado y presente,
con un ingrediente misterioso, la imaginación, “nos permitimos ideas locas que
nos divierten, que nos emocionan”.
En un museo que admite la lectura con la boca llena, poetas de Brasil, Puerto Rico
y Chile compartieron la jornada de versos, comidas y cantos. “La ocasión de
poner en el centro las comidas hace aparecer el espectro amplio de la cultura”,
los visitantes extranjeros dirimieron si las bebidas servidas habrían sido
probadas antes en su país, compararon recetas y sabores. Uno de los momentos
más emotivos entre poetas, vecinas, vecinos y trabajadoras, fue cuando Elvira
Hernández, escritora chilena, leyó a pedido de un joven bahiense un poema de
Violeta Parra.
La poesía no solo se sentó en la Cocina del Museo del Puerto, recorrió las
salas de las muestras, movió los objetos que cuentan la historia local para
convertirse en un sentido mayor en latinoamericana, “surgieron comparaciones
con otros países latinoamericanos, historias tan distintas y al mismo tiempo
tan parecidas”. También retumbaron los relatos de Nora Olivetto, docente y
cocinera del Centro de Formación Profesional de White, respecto a las vivencias
de la última dictadura, de los primeros esfuerzos para reconstruir los lazos y
las actividades de las asociaciones intermedias de la localidad. El síntoma de
este compartir que rompió fronteras y discursos se concentró al momento de
cantar, “más que las impresiones o las opiniones, nos quedamos con ese momento
donde las voces, los cantos surgieron como cierre del encuentro”.
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