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Los gritos de la moda
Fenómeno cultural, revolución creativa, imposición social, la moda tiene sus giros desde el origen del Virreinato del Río de la Plata, un estudio que enfoca usos, costumbres y contextos históricos entre 1789 y 1820.
Categoría: Cultura

Fenómeno cultural, revolución creativa, imposición social, la moda tiene sus
giros desde el origen del Virreinato del Río de la Plata, un estudio que enfoca
usos, costumbres y contextos históricos entre 1789 y 1820.

“La moda comienza después de la Revolución Francesa, en el Río de la Plata
se anotician a principios del siglo XX”, cuenta Abel Martínez Ocampo, integrante
del Centro Municipal de Estudios Folklóricos, en diálogo con EcoDias. Las
evidencias surgen de registros y documentos, y también se tuvieron en cuenta
las pinturas realizadas por Emeric Essex Vidal, marino inglés que llegó a
Buenos entre 1817 y 1822, y pintó escenas de Buenos Aires.

La influencia de las revoluciones
“La vestimenta neoclásica en el Río de la Plata” fue el nombre del estudio
realizado por Martínez Ocampo y Miriam Cansinos, el mismo se convirtió en una
charla abierta a todo público en el Museo y Archivo Histórico. “La evolución de
la moda está dentro de un proceso largo que se desencadena con la Revolución
Francesa, el cambio del vestir, se deja la opulencia cortesana, de grandes
vestidos y de pelucas y se comienza a vestir más sencillamente, se dejan de
lado los miriñaques. La Revolución Industrial trae todas las posibilidades de
mayor variedad de telas, surge la fabricación en serie y deja a mano otros
géneros, aunque no pasó inmediatamente que se produjo”. En nuestro país,
impactaron las Invasiones Inglesas, que iniciaron tratativas para otro mercado,
eso no se llevó a cabo, “se las ingeniaron para pasar telas y otros productos a
través del contrabando entre Buenos Aires y los portugueses, algunos barcos que
llegaban con bandera española pero que en cierta forma eran ingleses”.
Lo primero que llega a nuestros territorios son los vestidos con corte imperio,
devenidos de los clásicos, “es el neoclasicismo, momento en el que se vuelve la
mirada a Grecia y Roma, y hacia mediados del siglo XVIII se había descubierto
las ruinas de Pompeya, estos acontecimientos llevan a crear una moda parecida a
romanos y griegos”. Peinados altos y túnicas, los vestidos de las mujeres
cambian su forma, llegan hasta debajo del busto y caen en una gran falda, “esto
nos llega a principios del siglo XIX, y en lo que involucra la ropa de salón o
ropa urbana”.

Para el campo
La vestimenta rural difiere con la urbana, “se mantiene el tradicionalismo
español, con el detalle de realizarlo con el tipo de tela que se podía
conseguir, generalmente liencillo o mucho más rústica, “si bien nuestra gente
rural vestía al estilo español porque éramos colonia española hasta 1810
también se vestía con lo que podía y en base a que todo tenía que tener un uso
funcional”. El vestido de las mujeres era de un lienzo enterizo y se ataba a la
cintura un lazo, generalmente, tiento que constituía el sostén, muchas andaban
descalzas, otras usaban botas de potro tal cual como los varones. Estos
materiales estaban a la mano. “Los hombres usaron, al principio, un calzón, un
pescador que caía por debajo de la rodilla, se implementó el chiripá en la
modalidad de falda de mujer, se lo envolvían a la altura de la cintura. Para
cuando Bahía Blanca fue fundada se usaba ya el chiripá entre las piernas”.
También pronto llegaron las modificaciones a nuestra localidad, “las mujeres
lucían chaqueta y falda, de diferentes colores, es decir, aparecen las dos
piezas, incluso surge la enagua separada de la blusa”.
Las alpargatas llegan mucho después, con la inmigración vasca y francesa.
“Entró en 1820 o 1830, no era una prenda adaptada y adoptada por el gaucho. A
partir de1870 se tiene el dato de que este calzado empieza a reemplazar a la
bota de potro”. También se tiene conocimiento que un inmigrante español abrió
una fábrica de alpargatas en Buenos Aires, entonces se convierte en una prenda
barata de adquirir. “La boina también es aportada por los vascos, y la faja
ancha, la gente del Río de la Plata no desconocía esas prendas pero no las
incorporaba en su forma de vestir”. Un dato curioso es que los gauchos solían
colocarse aros, en ambas o en una oreja, estos tenían forma de argolla, también
usaban el cabello largo y se lo trenzaban en una coleta.
Los estancieros vestían como los gauchos, con diferencias en los tipos de telas
y con detalles distintivos como el terciopelo, monedas de plata, tiradores, un
buen ejemplo es Juan Manuel de Rosas. “Lo hacían igual porque era la prenda de
uso común, práctica”. Para quienes poseían campos pero residían en la ciudad,
el panorama de la moda cambiaba, “como tenían capataz se vestían como la gente
de la ciudad”.

Ropa de casa, ropa de salida
Una costumbre bastante frecuente, aún hoy, es utilizar prendas para la
comodidad e intimidad de nuestros hogares y otras, para lucir, a la hora de las
salidas o los trabajos. “Esto también ocurría, principalmente en la burguesía
porteña, tenían un vestido para andar a la mañana, otro para la tarde y otro
para la noche, no era el caso de las domésticas. Se imprimían folletines con
vestidos de día y vestidos de noche; todo lo que fuese de día cubría cuello y
brazos, se incluía una mantilla, porque estaba mal visto que las mujeres
tuvieran el rostro tostado. Se creía que solo podían tenerlo las personas
trabajadoras”. Por la noche, los vestidos dejaban escotes y mangas cortas para
lucir más el cuerpo.
“Las mujeres no usaban modistas, confeccionaban su propia ropa incluso los
zapatos, se reunían con hijas y domésticas y les enseñaban a bordar y coser, el
trato de las señoras con sus empleadas era cercano”. Las mantillas fueron las
protagonistas de los accesorios, no se incorporaron los sombreros ni las
cofias, hábiles manos, hebillas y destreza permitían que estos rebocillos no se
moviesen una vez colocados en la cabeza. El abanico era un elemento muy
utilizado, “un instrumento que estaba implicado en el cortejo entre los más
jóvenes, de acuerdo dónde se colocase se mandaba una señal al muchacho
cortejante, en el manejo popular se decía que si se tocaba el hombro izquierdo
con el abanico era señal de que no se podía acercar, y ponerlo por delante
tapando hasta los ojos significaba interés”, describió Martínez Ocampo. Otros
detalles eran las diademas, un tipo de coronita, sobre el pelo recogido,
también la colocación de flores en los trenzados altos, también se lucían aros
de perla o criollitos, argollas pequeñas. La mujer marcó los caminos de la
moda, el varón no tuvo grandes cambios, “pantalón, saco o frac que puede
alternan con el traje, no modifica nada, hacia fines del siglo XIX se define el
traje tal cual como lo conocemos hoy”.

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2018-07-24 00:00:00
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