Avanzan los trabajos en las afueras del
Castillo, frente a la ex usina. El patio toma formas extravagantes y cambia el
perfil de la vista a la ría. Nicolás Testoni, titular de Ferrowhite Museo
Taller, nos cuenta sobre los avances y los hallazgos.
“Luego de que el año pasado se hicieron trabajos de apisonamiento del sector,
que básicamente lo que se hizo es volver seguro el tránsito del público por el
espacio, tareas de nivelación del terreno, de reposición de algunos revoques,
de retiro de cosas que quedaban de las épocas de la usina, este año estamos
trabajando en la construcción de un mobiliario exterior que permita volver
habitable ese lugar”, introduce Testoni. “En principio para pasear por este
lugar del puerto pero al mismo tiempo, para revisar algunas prácticas que no
son tan comunes o tan fáciles de hacer en la línea de marea, por ejemplo,
hacerte un asado”.
Es un trabajo hecho a pulmón, hecho por el equipo de trabajo del Museo Taller.
“Están involucrados: Guillermo Beluzo, Pablo Oviedo y hemos contado durante el
verano al menos con la colaboración de Guido Poloni. Guillermo es diseñador de
objetos, egresado del Instituto Universitario Nacional de Arte, Pablo es
arquitecto y Guido, un artista plástico que se especializa en este tipo de
construcciones. El proyecto incluye otras ideas, por ejemplo acceder a las
terrazas que abarcan las bases de una caldera que fueron desguazadas”.
Procesos y etapas
Luz trifásica, sierra, manguereo con hidrolavadora, pasaje por la moladora,
“la Rambla de Arrieta es una construcción paciente”, aseguran desde su blog
durante el mes de enero. “Lo que hemos encarado durante el verano es la
construcción a partir de durmientes que nos donó la empresa ferroviaria
Ferroexpreso Pampeano, la concesionaria de la playa de maniobras del puerto de
Ingeniero White. Con esos durmientes que son de quebracho colorado, que fueron
sacados de la tierra comenzamos a trabajar en la elaboración de bancos, mesas,
una mesada y también un fogón, que constituyeron una suerte de primer módulo
para poder sentarte, compartir, reunirnos. Lo que después hicimos, además, en
esta lógica de tomar elementos del entorno que nos rodea, cosas que están en
desuso o fueron a parar a la chatarra, es traer al predio unos aisladores
eléctricos de cerámica, de gran tamaño, ahora pueblan la Rambla como una suerte
de menhires, son bastante enigmáticos al verlos, parecen un poco chimeneas, es
un poco intrigante su forma. Están emplazados alrededor del predio y cambian la
escala, van señalando dentro del espacio sectores, que a su vez pueden ser
poblados con otro tipo de artefactos” resume. El verdadero y mayor trabajo
llegará después, por parte del público: “los durmientes hablan del trabajo que
se hizo con ellos, es un trabajo muy esforzado, el quebracho es una de las
maderas más duras que existen. Cuánta fuerza se hizo para talar el quebracho en
la selva chaqueña, cuánto trabajo para transportarlo, cuánto trabajo para
maquinarlos y darles la forma de durmiente y cuánto trabajo para colocarlos por
la gente de Vías y obras, que tendieron miles de kilómetros con esos
durmientes. Esos materiales están todo el tiempo remitiéndonos a una historia,
esa operación nos interesa hacer en el Museo”.
La última noticia publicada y fotografiada fue la colocación de unas enormes
torres de porcelana. «¿Qué son? ¿Columnas? ¿Menhires? ¿Pagodas?
¿Chimeneas?”.
El trabajo va avanzando de esta manera, “a partir de lo que se tiene a mano, lo
que nos dan, al mismo, esos objetos para nosotros son museables, dan cuenta de
la historia, del trabajo del ferrocarril, del puerto de Ingeniero White, no son
cualquier clase de objeto. Esta actividad habilita una dinámica que es habitual
en el Museo que tiene que ver con convocar a algunos trabajadores o
ferroviarios o del mundo de las usinas, que vienen y reconocen el material.
Hace poco estuvo Roberto Salvucci, que es un dibujante técnico que trabajaba en
este mismo taller que estamos ahora nosotros, que vino a reconocer los
aisladores térmicos y nos contó para que servían, que estaban ubicados dentro
del predio de la usina porque había acá, como así también había en
subestaciones de transformación de la región, ese proceso es muy rico, eso
también terminará comunicándose a los chicos de las escuelas que nos visitan”.
La Rambla es un enclave privilegiado para comprender procesos en los que
naturaleza e historia no pueden concebirse por separado, pero además quiere ser
un lugar para pasarla bien. “Un sitio para afirmar que en el paraíso de la soja
y el polietileno, también se vive de cara al sol”, situación que se afirma cada
vez que el público se acerca mediante una visita, una fiesta, un recital. Desde
que fue inaugurada por las Empresas Eléctricas de Bahía Blanca, una filial de
la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad, el 1 de octubre de 1932, hasta su
salida de servicio el Día de los Inocentes de 1988, la Central General San
Martín bautizada en principio Ingeniero White, iluminó durante décadas a toda
la ciudad. Allí se produjo la energía necesaria para activar elevadores y
muelles, heladeras, radios, lavarropas y televisores de todos los hogares de la
región durante el siglo XX. Primero el apagón y luego el desguace convirtieron
a la usina en un agujero negro del patrimonio público. Su recuperación forma
parte de un proceso que confía en la labor sostenida y cotidiana de
trabajadores municipales y trabajadores ferroportuarios jubilados y en
actividad, conocedores del lugar y del contexto.
En este momento estamos esperando que llegue un camión que viene de Central Piedrabuena,
de la termoeléctrica con material que está en la chatarra de la empresa pero
que a nosotros nos va a servir probablemente para construir una baranda de
caños en una de esas terrazas. Al mismo tiempo, tiene que ver con acceder al
paisaje de la ría y del puerto, que es un espacio muy complejo, donde tenemos
por un lado la vista de un pedacito del cangrejal, con sus especies naturales
entre comillas, porque no hay nada que uno pueda reclamar como absolutamente
natural , está marcado por la historia y está el paisaje portuario que vive en
tensión con todo eso, están las terminales cerealeras, ayer vimos pasar un
buque regasificador de los que llegan a Puerto Galván, con su carga descomunal
de gas licuado.
Más prende
“Se le está dando continuidad al taller Prende, que arrancó este año con un
grupo muy nutrido de chicos, se consolidó el año pasado, sus integrantes vienen
de los barrios próximos al Museo. Son alrededor de 23 chicos”. La primera
actividad fue un paseo por la ría, “que vamos a profundizar el sábado que
viene. Salimos por la zona de Puerto Galván, gracias a la ayuda de la gente de
Lanchas del Sur, que son los amarradores del puerto. Este próximo viaje será
saliendo desde Punta Alta en el remolcador Ícaro y queremos llegar a la isla
Bermejo, esto tiene que ver con que los chicos reconozcan ese paisaje que están
difícil de ver para los bahienses, los chicos van a ahí a dibujar las cosas que
ven, que después se transforman en diseños de serigrafía que después se vuelcan
en remeras, bolsos, en distintos soportes y artefactos que fabrica el taller”.
La bitácora del primer viaje cuenta que el grupo zarpó junto a los
guardaparques de la Reserva Natural Bahía Blanca, Bahía Falsa, Bahía Verde.
“Salimos a navegar por el canal principal de la ría. Nos subimos a una de las
embarcaciones de la empresa de amarres Lanchas del Sur para ver bien de cerca
esas moles de ultramar que cargan granos o descargan gas en este puerto y
enterarnos, de paso, que en la ría hay islas más grandes que toda Bahía Blanca
con pumas y guanacos, y aves minúsculas que viajan cada año tan lejos como los
grandes barcos. Incluso nos hicimos tiempo para sacar el lápiz negro del bolsillo
y bocetear algo de todo esto sobre una hoja blanca como la sal, haciendo
equilibrio encima de uno de los pontones de Puerto Galván”.
Silencio: gente archivando
Del lugar más bullanguero al lugar más silencioso de Ferrowhite solamente
hay unos pasos. “Aquel del que menos se habla y, a la vez, en el que todos
hablan en voz baja, como si estuvieran en misa. Es que el depósito, incluso en
este museo con fiebre fabril, tiene algo de recinto sagrado. Tanto tiempo,
tanto trabajo, tanta experiencia acumulada en tantos objetos imponen cierto
respeto” reza el blog.
Las tareas de inventariar y archivar está en manos de Adolfo Repetti, Cristian
Peralta, Gustavo Monacci, Héctor Guerreiro y Ana Miravalles, ahora se sumó
Héctor Herro, colaborador que fotografía los viejos y los nuevos objetos que
componen el patrimonio material del Museo Taller. “La tarea de inventario
requiere un poco de la paciencia del monje, y otro poco, de la sagacidad de un
detective. Cada cosa representa uno o varios enigmas. ¿De dónde proviene? ¿Para
qué sirve?¿Quiénes la usaban?¿En qué lugar del inmenso rompecabezas ubicar esta
pieza? Pequeñas preguntas que convergen en otra, mayúscula: ¿No es el archivo
el primer lugar en el que una historia se constituye incluso antes de ser
contada?” Quizás la tarea ardua del archivo se valore más al pensar que
conservar el objeto convoca al testimonio oral y preserva la memoria, primer
eslabón de la historia.
ACTIVIDAD
El Museo sigue durante todo el año abriendo regularmente los fines de semana.
Además, está abierto de lunes a viernes de 9 a 13 hs.
Este mes está programado un encuentro de ferroviarios que hemos llamado De
Fierro, estamos desde el año pasado. Un ferroviario elige algunas herramientas
del espacio del depósito del taller, a través de ellas cuente un poco su vida,
la historia de su labor, su trabajo. El sábado 14 a las 17 hs. viene a charlar
con Ana Miravalles y Ariel Scolari, Mario De Simón, que fue el último jefe de
los talleres Bahía Blanca Noroeste.
“En los años treinta, el intendente socialista Agustín de Arrieta proyectó un
fantástico balneario para la costa de los barrios Bulevar y Saladero. La Rambla
de Arrieta, cuyo primer tramo se inauguró en marzo de 2009, es un intento por
materializar una porción de ese sueño, una apuesta por recuperar el frente
marítimo de la ex usina como un paseo público, que abra una brecha en el muro
de cemento y hierro que hoy valla gran parte de la ría de Bahía Blanca.
La Rambla no es la Costa Azul, no es Aruba ni Acapulco, ni siquiera Mar del
Plata, Necochea o Monte Hermoso. No es un paseo para soñar que vivimos en otra
realidad, sino para tener más claro qué realidad es esta que nos toca vivir. Un
lugar para mirar el mar y todo lo que en el mar interactúa: cereleras
trasnacionales, cangrejos cavadores, lanchas de pesca artesanal, buques con
millones de metros cúbicos de gas… agua, sal, dragas, aves, dólares, soja,
polietileno…”. Museo Ferrowhite.
> Directora
Valeria Villagra
> Secretario de redacción
Pablo Bussetti
> Diseño gráfico
Rodrigo Galán
> Redacción
Silvana Angelicchio, Ivana Barrios y Lucía Argemi
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> Colaboradores
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