La revista digital del Museo del Puerto, editó
su quinta entrega, “nos permite articular de manera decidida y conectada con el
mundo académico, ensayístico y poético”.
La publicación
producida por colaboradores del Museo del Puerto, pone de manifiesto ejes de
discusión extensos, “nos interesa esta publicación porque amplía las voces y
permite que otras voces también discutan, sumen, pongan en debate ciertas
perspectivas y núcleos temáticos que el Museo aborda; es importante abrir ese
juego”, apunta Leandro Beier, director de la institución.
Esta acción permite que el museo genere interrogantes, “esta lógica permite
articular de manera más decidida y conectada con el mundo académico,
ensayístico, poético, pensamos que la institución tiene capacidad de comunicar
a múltiples niveles”. “Planteamos un problema, lo tratamos de pensar, y otras
voces nos hacen repensar esos problemas”. En ese sentido, trabajaron a lo largo
del año 2017 los temas de la Cocina, Inmigración y Tiempo Libre, “en este
número 5 hemos planteado como eje temático, es una cuestión interesante porque
estamos en medio de un puerto hiperproductivo, generador de un volumen concreto
de exportaciones y de ganancias económicas también genera discursos de
eficiencia, de productividad, de récords de exportación”. El planteo de qué
pasa con las lógicas que escapan a la hiperproductividad, qué pasa con el
tiempo libre, qué hacen los vecinos, qué hace la gente, “decimos un poco
provocadoramente qué pasa cuando no pasa nada”.
La sección editorial
de la quinta edición asegura que “parte de la historia de Ingeniero White está
sostenida por una cierta épica del trabajo. Un hombre que se mete de madrugada
durante el invierno para hincar pilotes, otro que estiva de a tres bolsas con trigo,
una mujer que pierde sus huellas digitales cociendo bolsas”. Los discursos que
abundan respecto a la productividad ilimitada, recorren el muelle
multipropósito y la zona de inflamables las voces que definen los récords de
exportación, los récords de embarque, los récords de dragado, el fin es bien
concreto, “maximizar ganancias reduciendo costos”. Por ello, se puede
visualizar una planilla diaria que muestra que se cumplen estándares de
eficiencia, competencia y velocidad, y se cargan harina y porotos de soja,
urea, malta, trigo, crudo, propano, butano, nafta y gasoil. “El discurso de la
productividad, del trabajo, se extiende aun más: ´a este país lo sacamos
adelante trabajando´. En el contexto hay una sospecha permanente: los
trabajadores parecieran no trabajar tanto (´hay que hacer el mercado laboral
más competitivo´), la inversión pública en protección social se piensa para
´gente que no hace nada´, a los empleados públicos se los acusa de ñoquis, de
récords de ausentismo, y se colocan huellas y relojes para controlarlos”.
Una vez más el museo
carga de contenido histórico cada una de las etapas por las que pasó y pasa el
puerto, “el puerto inglés impuso el trabajo disciplinando y muchas veces
reprimiendo, el puerto estatal generó una ética del trabajo, el orgullo de
trabajar y pertenecer a la clase trabajadora (sindicalizada y muchas veces
estatal), mejorando algunas condiciones. La etapa neoliberal del puerto desarma
ese mundo, el trabajo escasea, se necesitan operarios eficaces y
especializados. Se impone la ´vianda´ para comer; una comida rápida, al paso,
hecha en un comedor de la empresa, en un kiosko, en un restaurant: comer rápido
y seguir, ´el tiempo es oro´”.
Por lo tanto, en este
marco teórico, surgen: “¿el tiempo libre es un derecho? ¿Qué lógica tiene el
tiempo libre? ¿Cuáles son sus condiciones de posibilidad? ¿qué se destruye y se
construye durante el tiempo libre? ¿Seguir trabajando en la casa después de la
jornada laboral es una renuncia al tiempo libre o una apropiación del trabajo
productivo, reconvertido con otro sentido?”.
Contenido, continente
Uno de los textos
reflexiona sobre la recuperación de la Rambla de Arrieta, “invitamos a nuestros
vecinos de Museo Taller Ferrowhite, porque ellos trabajaron con la
territorialidad”, dijo Beier describiendo el espacio de recreación que pretende
ser recuperado, y que al hacerlo pone en disputa la territorialidad del lugar
compartido con el complejo industrial. La propuesta fue escrita por el director
de Ferrowhite, Nicolás Testoni.
El proyecto de la
Rambla de Arrieta surgió de una imagen llevada a la institución por un vecino,
en la ilustración se veía un gran balneario proyectado por el intendente
Agustín de Arrieta. La iniciativa nunca se concretó, el antecedente más
reciente en relación con este territorio lo marca María Elena Súttora, quien
propone desde la Dirección de Planeamiento Urbano municipal declarar el sector
como Zona de Reserva de Interés Urbano, basándose en un texto presentado en la
Cámara de Senadores en 1961, “en la plataforma municipal de todos los partidos
políticos figura, en cada elección, entre las obras públicas a realizar, la
construcción de un balneario, que siempre queda postergado”. El archivo del
museo arroja más datos, en 1943 se creó una comisión ejecutiva “Pro construcción
del balneario regional”, la misma estaba integrada por asociaciones civiles y
profesionales, clubes y sindicatos. En el año 1961 la sociedad de fomento de
Ingeniero White publica en su boletín la realización de un proyecto similar, se
elevó a la legislatura provincial, en 1968 hay un nuevo pedido, esta vez al
intendente. En este nuevo siglo, la Universidad Tecnológica Nacional presentó
un proyecto de uso integrado del castillo y su frente marítimo.
El rescate de esta
memoria nunca se hizo realidad, sin embargo, trajo a Ferrowhite muchas
satisfacciones, en principio, jornadas compartidas con los vecinos, bailes,
procesiones, música hecha por bandas locales, choriceadas, carnavales, la
botadura de una balsa de bidones y hasta una noche de playa. Un poco de ficción
y un poco de deseo, la Rambla luce hoy bancos y mesas, cortina forestal con
flores de pvc y camalotes de plásticos, un paisaje similar a cualquier película
de misterio. El proyecto recibió una distinción en el concurso internacional
“Somos Patrimonio” en el año 2008, en 2015 logró un subsidio del Fondo
Argentino para el Desarrollo Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación;
durante el 2016 fue mención de honor el “7° Premio de Educación y Museos” del
Programa Ibermuseos.
La relación entre Museo
del Puerto y Ferrowhite es muy estrecha, “estamos trabajando juntos, buscando
perspectivas en común, respetando las diferencias metodológicas, de hecho
estamos trabajando ahora con los archivos, el Museo del Puerto tiene un déficit
de infraestructura en depósito, ellos nos ayudan a paliar eso, es probable que
salgan otros proyectos conjuntos”. Es un vínculo que se está consolidando, y
multiplica la fuerza de los dos museos vecinos, que están separados y unidos
por el Puente La Niña.
La publicación se completa
con los aportes de Marina Mariash, escritora militante contra la las violencias
hacia las mujeres en el Colectivo Ni Una Menos, quien deja versos al estilo
años ´90, también el trabajo fotográfico de la platense Sol Arrese, un lenguaje
que según ella deja hacerse. Finalmente, encontrarán un ensayo de Juan
Laxagueborde, sociólogo que propone pensar y repensar el arte como parte del
tiempo libre, y lo hace a través de la propuesta de Lucrecia Leonti. “El Tiempo
Libre es un tiempo mítico, permanente e inalcanzable” define Laxagueborde.
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