Una veintena de murgas se
presentaron el fin de semana en el 6° Encuentro Nacional: grupos locales,
regionales y nacionales intercambiaron cantos y colores durante todo el día al
son del bombo y los trapos.
“Soy murguero sin el bombo y la levita yo me muero, por la
rumba y los tres saltos me enloquezco, sólo vivo soy feliz en carnaval”, canta
Karen y sus compañeras en el escenario, mientras abajo contestan “a la abuela
de corazón le dedico este murgón”.
El Centro Murga Vía Libre organizó el evento como una oportunidad de congregar a
grupos que trabajan en la diversidad de barrios y comunidades, además, con el
trabajo anual cumplido para toda la comunidad murguera. Los Reyes del
Movimiento y Los Magos de Saavedra, Los Estrellados Porteños de Mataderos, Los
Revoltosos de Saladillo, Los Desquiciados de La Luna de la ciudad de Las
Flores, Por Siempre Murgueros de Castelar, Los Caprichosos de San Telmo, Los
Ilustres del Carnaval y Murgueros del Oeste de Santiago del Estero, Los Amantes
de la Noche de Cutralcó, Gambeteando la Violeta de Carhué fueron los centros
nacionales que bailaron en el anfiteatro de Empleados de comercio. Además,
desde la ciudad de Punta Alta llegaron los jóvenes y pequeños de La Abuela, y
así se conjugaron trajes con Los Mocosos, Portadores de Alegría, La Periférica,
La Cucharón, Los Pibes del Mirador, Los Diablitos de la Cortada, Los Alegres
del Patiecito y Los Mimosos del Moresino como locales.
Con propiedad
Propias de los carnavales, las murgas son
propuestas culturales, expresiones populares, espacios de creación y recreación
y de unidad entre la familia, el barrio y la comunidad. Los grupos se conforman
en un promedio de quince miembros, que interactúan entre sí sin distinciones de
ningún tipo. Los artistas arman fiesta, con bombos, platillos, silbatos y
trompetas. Estandartes y banderas con ritmos y matices distinguen sus temas y
versos que contagian.
En sus orígenes, “las noches de carnaval
nacieron a partir de que los esclavos se juntaban en secreto, escapándose de su
encierro para bailar y parodiar a sus amos. Ellos se reunían alrededor del
fuego, con el torso agachado al ritmo de tamboriles, contorsionaban sus
cuerpos, saltaban y bailaban sin cesar, dando patadas al aire a pesar de las
cadenas en sus pies, parodiando los latigazos que recibían, y reivindicando el
anhelo de la liberación del negro rompiendo las cadenas. Este baile es el que
después fue llamado la ‘matanza’ en el ritual de la ‘rumba’ en la murga
rioplatense”, cuentan los integrantes de la Murga Los Kilmes en su web. “En
esas noches los esclavos usaban las levitas y galeras que sus amos habían
descartado, algunos robaban estos trajes y los daban vuelta dejando el forro
del saco hacia afuera, ¿por qué? Porque ellos transpiraban al bailar y el
interior del saco se mojaba, entonces al terminar, volvían a dar vuelta el
traje para secar la parte exterior, de esa forma sus amos no se daban cuenta.
Por eso en la murga se utiliza el raso en los trajes, como una forma de
reivindicar el ritual de los esclavos en su anhelo de libertad”.
La burla y la ironía son los elementos de la
protesta social que se propone en el tablado barrial. Ingenio, picardía,
autenticidad e identidad trabajan con este sentir como una autocaricatura de la
sociedad. Mediante la mímica, la pantomima, el movimiento, el contraste, la
informalidad en escena y lo grotesco se distinguen de otras manifestaciones. En
nuestro país, la dictadura militar suprimió por decreto los feriados de
carnaval, recuperados este año por iniciativa de la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner, a 28 años de democracia.
Socios de la alegría
Valorados como puestas corales, musicales y
teatrales, se mezclan candombe y ritmos afroamericanos, con palmas del público.
Un asistente moja el suelo con agua, presintiendo la polvareda. Los trajes se
agitan nerviosamente, se acomodan, dos chicos coordinan movimientos
simultáneos. Inscritos en una fantasía y el corso, la banda murguera junto al
coro alientan a los bailarines más pequeños a saltar y a sacudir los
cuerpecillos. Y el espectáculo comienza con la música, en una caminata elegante
se concentran frente al tablado para sacar lo mejor de sí. Unos jóvenes suben
al escenario y recitan una canción. Un padre se cruza un niño de dos años en el
pecho, vestidos al tono, se mueven y tararean: “con una gota de sudor y los
susurros de mi corazón, quiero decirles nada más ser murguero no tiene igual”.
Los asistentes se entregan a gritos y batucadas, la emoción gana el teatro al
aire libre, una joven que patea el aire, en un intento más de libertad va a
volar hacia el mayor anhelo humano la alegría. Sombreros, sombrillas, banderas,
pañuelos, también aparecen una bruja o un maestro de ceremonias. Almas
incondicionales del rey del Carnaval, los Murgueros están armados con su voz,
entre los adolescentes, un niño sonríe y al público le roba el corazón.
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