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Ferrowhite x 10
El Museo Taller celebró sus primeros 10 años dedicados a la historia del trabajo ferroviario y portuario con una gran fiesta en el complejo de la usina General San Martín. Hubo serigrafía en vivo, avistaje de aves, ferromodelismo, desfile de bolsas para las compras, milonga, música, brindis y apariciones en el Castillo.
Categoría: Cultura

El
Museo Taller celebró sus primeros 10 años dedicados a la historia del trabajo
ferroviario y portuario con una gran fiesta en el complejo de la usina General
San Martín. Hubo serigrafía en vivo, avistaje de aves, ferromodelismo, desfile
de bolsas para las compras, milonga, música, brindis y apariciones en el
Castillo.


Sergio y Adriana animaron con la danza tanguera,
Swing Gitanes puso ritmo a la tarde, Sarita Cappelletti, Rosana Soler y el
Taller de Canto de la Siempre Verde cerraron sus actividades a puro canto y
como en todo cumpleaños, vecinos, trabajadores ferroportuarios, público y la
gente del Museo levantaron las copas por muchos sueños cumplidos.


Siempre hacer
«Felizmente viene el 2015, hace 27 años que vengo trabajando en el puerto
contra viento y marea»
, introduce Reynaldo Merlino, director de Ferrowhite
Museo Taller. «Lo que pienso es que salvo la constitución de grupos de
trabajo y las experiencias laborales ha sido casi un trabajo solitario que si
hubiera tenido un apoyo más fuerte del Estado de turno estos lugares hubieran
crecido más y asumirían el rol que corresponde a un espacio de estas
características»
, reflexionó.
«Hay gran credibilidad por parte de la gente, para la cual trabajamos, eso
es satisfactorio. Pienso que no hay que conformarse, resignarse. Esto está
bien, vamos por más. Sobretodo porque el Castillo está vandalizado, abandonado,
devastado. Este lugar está sufriendo algunos problemas de infraestructura, que
no ha sido resuelta».
El Museo abrió sus puertas
el 6 de noviembre de 2004, luego de dos años dedicados a la recuperación del
Taller Regional de Mantenimiento de la ex usina General San Martín. El taller,
que había dejado de funcionar a fines de 1988, fue desguazado junto con la
usina luego de la privatización de la empresa provincial de energía eléctrica a
fines de los noventa. Su puesta en valor pudo realizarse gracias a un subsidio
de la Fundación Antorchas. Una colección de objetos que un grupo de
ferroviarios había puesto bajo el resguardo de la municipalidad luego de que
los ferrocarriles argentinos pasaran también a manos de concesionarios privados
fue el primer aporte patrimonial y el puntapié hacia el museo autónomo. “Qué
bien van algunas cosas y qué bueno si otras mejoran”, agrega con una mirada de
eterna construcción.
“El lugar tiene una identidad muy fuerte, en lo que más se nota es en la
presencia de ex trabajadores que están continuamente atendiendo y que suman sus
saberes a los saberes académicos, tradicionales, a los cuales les tengo cierta
desconfianza sino se flexibilizan con la voz real, con la voz de quien toma la
pala”.
“Se está afianzando esa idea de Museo que fabrica y construye cosas
permanentemente al margen de exhibirlas como lo hace un museo tradicional, y
cada vez se ha hecho más fuerte ese proceso de construcción permanente, que va
desde un trabajo de restauración hasta la construcción de una balsa para
invadir la ría o la construcción de bancos que están afuera con las maderas que
nos trae la ría. Eso es lo que interesa, cómo se ha superado esa idea nominal
de Museo Taller, es un taller de actividades permanentes y quisiéramos cada
vez. Que entrara la gente y viera las máquinas funcionando”.

Después del paredón

“Me animo a decir que es la única mirada, sin descartar algunos oteos que se
pueden hacer desde el Consorcio”. El derribo del paredón que da a los fondos
del Castillo permitió la apertura hacia el mar. La
ribera del castillo es quizá la última zona urbanizada a través de la cual es
aún posible un acceso franco a las aguas de este puerto. Un sitio privilegiado
para aprehender la magnitud y complejidad de los procesos que en esas aguas a
diario suceden.
“Hoy hay una mirada real, que te hace compartir una
terminal cerealera, un buque metanero, el muelle de Toefl, un espacio rarísimo
que a nivel educativo, pensando en las visitas y demás, dan una pauta de un
espacio en actividad donde todo está expresado, está materializado, ya no es
necesario verlo en un libro”.
En cuanto al Castillo, “no se ha superado ni siquiera la instancia primaria que
consistía en la extracción del asbesto, aunque sea entrar y gozarlo como una
ruina alucinante, además un lugar donde se podría hacer acciones sin pretender
gastar un dinero terrible para ponerlo en condiciones”. La ex usina fue
inaugurada en el año 1932, se trata de una gigantesca construcción de hormigón
armado erigida junto al mar, cuyo exterior e interior evoca la apariencia de un
castillo. Su historia, sin embargo, poco tiene que ver con el pasado medieval
europeo. Fue la primera construcción de hormigón armado levantada en el puerto
whitense, su función era proveer de electricidad a la ciudad de Bahía Blanca,
lo que hizo durante 56 años. Construida por la Compañía Ítalo Argentina de
Electricidad, fue adquirida por el Estado Nacional en 1948, desguazada a partir
de 1997, hecho que finalizó en 2000. Actualmente, permanece cerrada al público,
ya que en su desarmado desprolijo, generó la diseminación de asbesto presente
en los aislantes y residuo cancerígeno para los humanos.
El trabajo hecho, el trabajo por hacer, Ferrowhite se vistió de fiesta, desde
las voces fantasmales de la usina a los cantos en la Casa de la Espía, el
momento de encuentro en un improvisado bar frente a las réplicas de buques y
Eliud, el depredador. Whitenses, bahienses, trabajadores y familias se
sumergieron en la oscuridad para que el Castillo volviera a contar sus secretos
y sus esperanzas.

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2014-12-09 00:00:00
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