“El Museo no se mueve como el colectivo, es un lugar hermoso, cálido, donde hay
mucha historia y alma, mucha vivencia”, afirma Esteban Viala Lozano, artista
urbano local que trajina colectivos con su música. Llegó con su guitarra y un
repertorio de ballenatos y cumbias para cantar a los vecinos de White y Bahía
Blanca en la Cocina del Museo del Puerto.
La actividad está enmarcada en el ciclo “Del colectivo a la Cocina”,
espacio de los domingos a la tarde, en el que hay un músico siempre. “Un
espacio para el pensamiento, que permita a través de esos músicos pensar en
algún aspecto social, histórico, de White, de Bahía, de la ciudad, de la zona.
Por lo tanto, pensamos que era algo muy interesante indagar en el trabajo del
músico, que es muy particular, el que trabaja tocando música en los colectivos,
que no es tan habitual pero que sí sucede en nuestra ciudad”, reflexionó Lucía
Bianco, una de las encargadas de llevar adelante la idea. “Incluso muchos de
los trabajadores del Museo viajamos en colectivo para venir a trabajar acá y
los vemos en una de las líneas que vienen a White. De repente, vimos que había
algo que indagar, una edad, un sujeto social, un interés, un oficio y pensamos
que el modo de acercarnos era invitarlos a que hagan su música en la Cocina y
también, entrevistarlos. Un encuentro múltiple que así surgió. Por un lado,
ponerle el cuerpo, la práctica del músico, pero también hacerle preguntas sobre
sus saberes, su historia, la coyuntura política histórica en la que vivió y de
la que puede dar cuenta”.
Emoción transportable
“Soy un indagador de la historia, de lo que nos pasó, de lo que nos pasa y
nos pasará. Me gusta predecir de alguna forma cómo van los rumbos”, define
Viala Lozano. “En los colectivos se pueden predecir muchas cosas.
Fundamentalmente es popular, el que viaja en bondi es porque no tiene auto. El
público de los colectivos es un femenino, un gran porcentaje, un 70 u 80, no
solo acá, en casi todas las ciudad de Sudamérica en las que he trabajado. Hay
una relación entre nivel social y género que aborda el colectivo. Después tenés
muchas cosas más, lindas, que los niños se encandilan. Uy, mirá una guitarra,
entonces ya ganaste así toques mal”. Asegura que su trabajo consiste en recabar
información. Escuchando a la gente se aprende muchísimo, no solamente del saber
técnico, sino de la idiosincrasia de la gente, eso se sabe. Del respeto, de los
valores. Viví en Colombia y Venezuela durante 5 años, saltando de uno a otro.
Increíble. Cuando viví en Colombia todo era permiso, buenas tardes, disculpe,
hola. Acá somos bastantes parecidos. Y Venezuela no es así, es mucho más
rústico el trato. Tuve que adaptarme. Los lugares son así, uno elige después si
le pone el tilde de malo o grosero o educado, pero principalmente son
distintos.
A la hora de los nombres, asegura que es un artista urbano, “porque no
solamente hago música, hago arte circense, en esos dos rubros me muevo”. Nació
en Bahía Blanca, “viví hasta los 17 años, después me fui a vivir a Córdoba.
Volví y estuve hasta los 25 y me volví a ir hacia Uruguay y Brasil. Y a los 30
me fui a vivir a Colombia y Venezuela. Hace 5 o 6 años que estoy en la
Argentina. Me dieron ganas de volver, como dice Enrique Santos Discepolo: ´al
barrio siempre se vuelve´, que es verdad”. Toca la guitarra desde los 15 años,
“no toco como tendría que tocar por tener esa edad arriba del instrumento. Lo
que más busqué fue el sabor de la música que estoy interpretando”.
Vivir del arte
“Se puede vivir como artista urbano, hay que hacerlo como la cigarra, en el
momento del verano y que hace calor. Después se complica la supervivencia.
Tengo un estándar de vida super bajo, no tengo lujos, compro mi ropa en feria
americana, tengo un celular que no es de los táctiles, no sé si podría decir
que me conformo con poco, pero en lo que es pertenencias y bienes sí me
conformo con poco. En aprendizajes no. Ahora estoy metiéndome en el mundo de la
magia”.
La circulación de los músicos en los colectivos “tiene que ver con las leyes
que haya en cuanto a Concejo Deliberante, Municipalidad, las leyes internas que
tengan las empresas de colectivo y el colectivero. Acá no hay una ley que
prohíba que uno se suba a cantar, pero me han dicho colectiveros que no me han
dejado subir porque se quieren ganar el colectivito de oro, no pasa por una
sanción. Bahía Blanca es una de las ciudades que más he tocado en los
colectivos sin problema. Los colectiveros son muchos más predispuestos que en
otros lados. En Colombia, por ejemplo, no están tan predispuestos, hay muchos
más vendedores callejeros que en Argentina. La vida se transita más en la calle
en toda Sudamérica que en Argentina. Tenés los mercados, los lugares de comida.
Acá no se ve tanto, tenemos una cultura diferente, no sé si más europea porque
en Europa hay mercados y ferias. No sé a ciencia cierta por qué es así, será
porque somos así”.
Los colectivos en Colombia son “bastantes chiquitos e incómodos, pero el
paisaje es un flash, tienen la montaña al lado del mar, el cactus al lado de la
playa, eso tiene Colombia. Vas en el colectivo, subiendo y bajando todos esos
cerros al lado del mar, es un sueño. En Venezuela, los colectivos son a grito
pelado. Tenés que tener cuidado porque te podés accidentar. Tenés que estar
pendiente”. Diferente es la experiencia en lo local porque Viala Lozano gusta
de “las líneas que van desde la Plaza Rivadavia al Hospital Penna. Si bien hay
líneas que atraviesan transversalmente la ciudad, la onda la tiene la zona de
Villa Mitre para arriba, la gente está más predispuesta y largan dinero, que es
lo que necesito para vivir. No es que tenga más dinero que otros sectores de la
ciudad pero sí sé que están más predispuestos a escuchar, a entretenerse, a
brindar su atención”.
El repertorio siempre son dos o tres canciones, “trato de hacer canciones que
no se escuchen acá, por ejemplo los ballenatos y las cumbias no son habitúes,
entonces es lo que brindo. Por ahí me piden un tango o un ritmo más moderno
como un hip hop o alguna canción conocida. También trabajo a pedido, porque uno
se sube y ve qué público tiene. Eso es algo que tiene el circo y el arte
callejero, la adaptabilidad al 100 por ciento, tanto en el espacio físico como
en el público”. El músico supo adaptarse a la situación de cantar en la Cocina.
“No estoy acostumbrado a cantar con un micrófono. Es un viaje. Tenés que alejar
para cantar sino aturdís a todo el mundo. Otra cosa es que en el bondi estás a
tres temas, acá hice entre 7 y 10 temas. El paisaje en el colectivo es todo el
tiempo cambiante, y vez que pasan cosas todo el tiempo mientras estás
cantando”.
Anécdota e historia
Como todo caminador, Viala Lozano tiene anécdotas sobre su trabajo. “En
Venezuela, bajé de un colectivo y pasé por delante de un sindicato y como soy
muy rubio la gente del sindicato que estaba afuera me gritaba gringo de m. Así
que me dí vuelta, y les canté una canción de Julio Jaramillo, que la ha cantado
todo el tiempo Soledad, que se llama Amor de mis amores. Entonces, se
sorprendieron. Imagináte un gringo cantando una canción de ese tipo en tono de
chacarera. Dijeron evidentemente este tipo no es gringo. Y eso me valió un lazo
de amistad, terminé tocando una serenata a la secretaria del sindicato”.
En un primer momento, la gente del Museo los convocó para hacer música, “cuando
hablamos con ellos nos dimos cuenta que había que registrarlo para que forme
parte del archivo, de la entrevista que hicimos con Prada nos dimos cuenta que
hay una densidad en la historia de él en relación con la historia cultural de
Bahía Blanca. Ellos se están dando cuenta que es una manifestación cultural que
por lo general no se le presta mucha atención o no se le da la categoría de
arte en ciertos ambientes tradicionales. De hecho, hay un montón de saberes, de
puestas en común de situaciones colectivas que es necesario conocer para conocer
mejor nuestra ciudad” aporta Bianco.
Respecto a los caminos de la música local, Viala Lozano asegura que “tiene una
oferta cultural muy amplia, que no existía en los ´90. La música es un tanto
ortodoxa y eso le quita sabor. Escucho bandas haciendo batucada, música
brasilera y cumbia, y no es que yo me sienta afuera de esta crítica
constructiva, pero le falta el sabor, le falta sol, las tristezas de esos
lugares para poder entender por qué se dice eso. Por eso cae en la monotonía.
Hicieron una fórmula y la repitieron”. Según el artista, “hay una música local
y es el tango. Hay que adecuarse a lo que uno es. Además, es evidente el tango
es frío, es helada, es barro, es nostalgia, es sur. Nuestra música ya existe.
También es el folklore argentino. El rock argentino invade todo Sudamérica. Es
muy probable que una canción de Virus no se escuche más en Argentina y vas a
Ecuador y Federico Moura está a pleno allá. El rock argentino tiene mucha
incidencia hasta México, tiene vigencia”.
Por el ciclo ya pasó Diego Prada y a principios del mes de septiembre llegará
Marcos Gómez. “Estamos receptivos a que este proyecto continúe, se amplifique,
vire hacia un nuevo proyecto, esa es la dinámica”.
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