«El Descuese» de la Comisión
municipal del Discapacitado cumple 10 años de puestas en escena y vivencias. El
festejo llegó con «El vendedor de risas», una compañía teatral que
cumple sueños.
“Después de Volandera empezamos un proceso creativo. Fueron épocas extrañas
porque quedamos unos poquitos por diferentes cuestiones de la salud de los
asistentes.
El vendedor de risas sigue la estética de Eduardo Galeano, de casualidad y no,
apareció nuevamente”, reflexiona Jorgelina Fernández, profesora de teatro y ex
tallerista de la compañía. “El 2 de octubre de 2006 fue nuestra primera
presentación en la Casa de la Cultura”.
Actualmente, alejada de la dirección del grupo, sin embargo presente en todo lo
que atañe al festejo, Fernández cuenta a EcoDias las experiencias y
crecimientos personales y colectivos. “Hace 10 años que soy docente y siento
que ellos a mí me enseñaron una forma de dar clases que es trabajar desde el
potencial creativo, no desde donde no se puede. Fueron las primeras personas a
las que les di clases. Nosotras los acompañamos a ellos, y ellos han vivido
situaciones de vida nuestro, en el camino hemos perdido compañeros porque no
nos olvidemos que muchos de ellos son grandes, hemos pasado un montón de
situaciones y después, hemos crecido juntos. Aprendí mucho del amor, me siento privilegiada,
hasta el momento de mayor crisis como grupo salieron adelante, lo que ellos
lograron en El Descuese lo hicieron trascendiendo, eso lo hicieron ellos”.
La mejor función
El jueves pasado pusieron en escena “El vendedor de risas”. “Una función de
teatro que es una fiesta, a partir de la creación colectiva de los chicos sale
de vuelta a escena El vendedor de risas. Lo vamos a festejar así. Nos estuvimos
comunicando, algunos que viven en hogares cuando se enteraron, y algunos que
estuvieron en situación de internación también quieren volver a subirse al
escenario en un final muy emotivo y especial” adelantó.
Respecto a su decisión de acompañar al grupo desde otros lugares, Fernández
dijo que “sentí que tenía un ciclo cumplido, durante 10 años tuvimos muchas
cuestiones en relación con la participación de las personas. Lo interesante que
todo este trabajo se genera a partir de la perseverancia, la fe y la pregnancia
de trabajo de ellos”. Durante estos años, también realizó una gran tarea
colaborativa Rocío Ameri, quien impulsó la identidad del grupo y los estrenos
sobre el escenario, que vio a “Volandera” en funciones para emocionar a todo
público. “Ellos no se podían detener en el camino, quería sentarme a compartir
un montón de cosas con ellos, participar de una función. Cuando edité el video
compilando los 10 años se me vinieron a la mente las funciones entre cepillos,
porque actuábamos entre los stands de dulces y de pan, de masitas y cepillos, hasta
todo el crecimiento que tuvimos y entonces sentí que era el momento. Y digo que
lo que aprendí es inexplicable”.
Irupé González entró este año para reemplazar la actividad de dirigir la
compañía. “Soy profesora orientadora de estudiantes de Teatro que tienen que
hacer prácticas en secundaria. Llega a la clase Irupé González, venida de
Puerto Madryn, de la mano del circo, ella les ha aportado muchísimo. El otro
día aprendieron a hacer burbujas gigantes. Llegó con toda la creatividad, la
energía de trabajo” apuntó Fernández. “Empezó a ir a las clases y tomar mates
con ellos, les encantó y ella conoció el trabajo” En el mes de abril, con otra
propuesta de trabajo, Fernández dejó el grupo. “Irupé en las tres primeras
clases se compenetró con la actividad y fue un golazo, me quedé absolutamente
tranquila. Se enamoró de ellos y ellos se enamoraron de ella. Los ideales se
preservaron: prepotencia de trabajo, el respeto por el hecho creativo, puesta
fuerte frente el grupo para paliar todo tipo de problemas”.
Con todo respeto
“El hecho creativo- lo digo con todo respeto- parece algo como insignificante,
pero en ellos cosechan esto que han podido sembrar, una semilla desde animarse
a subirse un escenario como de presentar un curriculum para trabajar” aseguró
Fernández en relación a los crecimientos individuales de los integrantes del
grupo. “El festejo va más allá de quienes nos vamos a encontrar, es haber
podido trascender esas cosas que parecía, en medio de la crisis, que se
terminaba porque muchos de ellos no estaban”.
“La discapacidad nunca fue un planteo que me tuve que hacer. No me da vergüenza
decir que al principio venía con otra idea. Vengo de una escuela primaria que
cuando un alumno leía un poco entrecortado era calificado como lento. Cuando
llego al grupo, verde porque nunca había dado clases, tenía dos horas en
secundaria, pensaba cómo me van a entender. Fijate el prejuicio” declara.
“Ellos siempre insistían con la hora del mate, una vez que la empezamos a
compartir me di cuenta cómo se acompañaban, cómo se complementaban. No hay un
lugar donde la discapacidad deba conjugarse con el teatro, eso es más bien un
prejuicio de quién lo da que de quién lo recibe”.
“En otro momento, me planteé el tema del espacio para trabajar y después me di
cuenta que tenía que respetar los tiempos internos de cada uno, y eso es algo
que todos debemos tener”. En síntesis, los integrantes de El Descuese
necesitaban lo que cualquier compañía de teatro requiere: trabajo, ritmo y
paciencia. “Tenían una impronta en las improvisaciones y situaciones teatrales
que se planteaban, que realmente me emociona decir que me enseñaron a dar
clases, ahora trabajo desde el potencial de mis alumnos, en escuela pública,
con adultos, adolescentes y niños. Creo que es más un rollo social que lo que
sucede realmente en el escenario”.
Después de 10 años, Fernández asegura que “les sucede algo que nos pasa a los
actores, podés pifiarla en los ensayos y se acomodan en su propio cuerpo como
debe hacer un actor y salen a escena. Además, tienen una gran capacidad de
trabajo. Son inagotables. Son admirables”.
Y porque no hay frases hechas para este grupo sino frases que describen, según
Fernández “el secreto estuvo en saber en complementar y potenciar cada una de
las capacidades creativas, artísticas y personales de ellos. Ser buen
observador de que, realmente, las diferencias nos igualan y nos complementan,
es real. Esa frase maravillosa que nos contextualiza en un lugar teatral, nos
abre las puertas del Teatro Municipal, siempre se trabajó desde ese lugar. Saber
y entender que nuestras diferencias nos completaban y que desde ese lugar se
puede trabajar”.
Comunicar, enunciar, simbolizar son las posibilidades del espacio del teatro.
Para Fernández, Ameri y González, el escenario permite la creatividad como manifestación
de la libertad y el reencuentro de cada sujeto con su propia identidad. Por
eso, entre risas, los descosidos dicen “porque todavía nos preguntamos quiénes
somos”.
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