Desde
el Centro Luis Braille se lanzó el proyecto de Fotografía para ciegos y
disminuidos visuales, con el aporte de Juan Alecsovich y la participación de
más de una docena de practicantes, el trabajo anual se mostró como un logro y
una continuidad de otros diseños que apuntan a la misma idea: la integración.
Entrar a una muestra fotográfica de la mano de una persona disminuida
visualmente sorprende, por su relato y por su entusiasmo al contar lo hecho.
“Fue muy lindo, yo hace poco que estoy pero el resto del grupo hace bastante
que viene trabajando, éramos 14”, cuenta Natalia, protagonista de la idea. En
las paredes del estudio de la calle Undiano 88 se lucen imágenes en blanco y
negro, personas y animales, lugares y fotógrafos sumados a la obra, a la
muestra, al proyecto. Los instrumentos fueron cámaras hogareñas donadas por
desconocidos, que se hicieron próximos a través de las redes sociales y los
medios de comunicación. Y ante lo exhibido los interrogantes surgen, porque en
cada imagen hay un momento exacto capturado.
Cómo
“Al común de la gente, sin discapacidad visual, le sorprende que un ciego pueda
sacar fotos porque atenta contra sus propios paradigmas. El ciego no puede
sacar fotos porque yo entiendo que no debería poder. Quienes vienen a la
muestra o participa de los paseos a ciegas o visto el documental Creer para
ver, en algún momento se encuentra en que las diferencias nos igualan y que
cada uno con su caja de herramientas intenta resolver el mundo que se le pone
adelante”, expone Juan Alecsovich, autor del proyecto.
En relación a lo logrado, cualquiera se pregunta cómo se logra. “Intenté
interpretar cómo un ciego percibía su mundo propio. Para él recorrer una
distancia de dos, tres o cinco pasos es algo muy común, sacar cuentas de dónde
está, la puerta está a dos pasos más adelante, entonces, el hecho de transitar
la distancia hasta el objeto era una herramienta ya instalada. El sonido se
mueve de manera lineal, si el objeto emite sonido o si es una persona que puede
dar algún tipo de indicación, la percepción táctil ayuda para conocer la
posición corporal y en base a eso logro imaginarla, que también viene de la
palabra imagen. Permite reconstruir según su percepción y con la cámara se
retrata”. La técnica consistía en acercarse a un objeto o persona, que una vez
palpado, el fotógrafo se colocaba más arriba, más abajo o al medio, también
guiados por los sonidos o una persona que vea. “La idea es que uno mismo se
desenvuelva solo”, suma Natalia.
No hace falta una cámara sofisticada para lograr una fotografía. “Con la cámara
de rollo quería que recordaran, ya que la mayoría es gente adulta, también era
una revolución con este tipo de sistema y que sean hogareñas. El blanco y
negro, para estos tiempos que corren de HD hipercolor, es una contraposición”.
Muchos sacan conclusiones, para qué el ejercicio de sacar fotografías si
después no pueden verla, “aunque ésta no es la finalidad, sino el momento de
tomar la fotografía, la relación con el otro para hacer la foto, y después,
también, el diálogo con alguien que ve para que devuelva describiendo si salió
bien o mal”, reflexiona Alecsovich. “En la muestra, pusimos los títulos en
Braille, la gente con visión se animó a preguntar y los que no sabemos Braille
somos los discapacitados, es problematizar la normatización estricta, no
existe, desde donde ponemos el eje de la mirada, el que queda del otro lado
puede ser el que ve. Nos demuestra lo valedero de la diversidad y el lugar que
ocupa cada uno con respecto al otro. Pluralizar el mundo lo hace más grande,
más abarcativo, más extenso”.
Por qué
La exhibición es una labor de un año, Creer para Ver realizó visitas a
distintos lugares: La Panadería Nuevo Sol, el Vivero Municipal del Parque de
Mayo, el Descuese Compañía Teatral y Equinoterapia en el Parque Independencia.
“En definitiva, la idea era visitar espacios inclusivos que pasaran a través
del lente inclusivo de Creer para ver”.
La idea surgió en el año 2009, en sus inicios era “un proyecto que concluía en
sí mismo, pero ninguno quiso abandonar la actividad y yo tampoco y en los años
subsiguientes no hicimos lo mismo”.
“Estamos pasando por un momento cultural en el que la diversidad cultural no es
mala palabra, ni la divergencia de miradas, seguramente hoy es mucho más fértil
la cabeza colectiva para empezar ha trabajar desde estos lados y perder los
eufemismos y la distancia con el otro”. En el centro de estos proyectos, se
concibe otra idea más, “no nos quedamos en el ghetto, todos los implicados en
la ceguera se quedan juntos, no. Los paseos a ciegas los hacemos en la Plaza
Payró, viene alguien sin discapacidad visual y te ponemos una mascarilla y el
ciego te saca a dar una vuelta, te hace recorrer la plaza, tocar estatuas,
árboles, prestarle atención al sonido. Lo hicimos sabiendo que estábamos
sembrando algo, hoy muchos de los fotógrafos ciegos y otros integrantes del
centro nos cuentan que hay mucha más gente dispuesta a ayudarlos a cruzar la
calle”.
En 2014 se siguen planificando actividades. “Haremos teatro oscuro, se realiza
en un ámbito totalmente oscuro. De esta forma se iguala la ceguera para todos.
La obra es un relato que tiene momentos de palabra y otros de acción, y se
retoma con una voz en off. Es muy interactiva y plurisensorial, usando todos
los sentidos posibles menos la vista. Queremos seguir encontrando experiencias
para que la gente le tenga menos miedo a la ceguera. Integraremos gente con
ceguera, con otras discapacidades y sin ellas. Va a ser 100 por ciento
inclusivo. Y creo que se les va a complicar a todos menos a los ciegos, de paso
con esta situación se rota de lugar, y se hacen conscientes un montón de
situaciones cotidianas en las que no usamos la vista para realizar tareas”.
Y se piensa en el entusiasmo y la energía, porque Alecsovich agrega “queremos
hacer safaris fotográficos inclusivos, juntar fotógrafos sin y con discapacidad
en un espacio público, enseñarles a trabajar entre ellos y que se enseñen a
trabajar. Vamos a seguir con los paseos a ciegas, hacerlos en situaciones más
pensadas y específicas, sabiendo que necesitan un gran conocimiento anticipado
del lugar, sin obstáculos para recorrerlo”.
La charla termina pero no acaba el momento, Fabián con la guitarra, Mona en la
voz y Gustavo sobre el cajón peruano ensayan la música que acompaña la noche de
verano. Suavemente suena, “aquí están mis credenciales, vengo llamando a tu
puerta desde hace un tiempo, creo que pasaremos juntos temporales, propongo que
tú y yo nos vayamos conociendo”. Eso parece ser estos tiempos, un pensar, un
hacer y un compartir.
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