En respuesta a los eventos climáticos extremos que atravesó la comunidad de Bahía Blanca, se articuló una iniciativa que propone explorar colectivamente los espacios verdes urbanos: Memorias de los Parques. El programa, de amplio alcance, “tiene como objetivo hacer una recorrida de los parques y otros espacios públicos, también de nuestra ciudad, con el fin de entender qué es lo que ocurre tanto en el pastizal como en el estuario”, según expuso la directora del Museo de Ciencias, Liliana Dascanio.

La prioridad de esta tarea es clara: “Luego de la inundación y los demás eventos climáticos extremos (…) es urgente explorar colectivamente, conocer cuál es la biodiversidad que existe en los parques locales, sus singularidades, sus matices”, destacó la docente.

Este proyecto macro es multipropósito e interdisciplinario, lo cual enriquece su abordaje. “Este programa está a su vez acompañado por diferentes ciclos, ciclo de soberanía alimentaria, de educación ambiental, el arca fantástica y un ciclo de biodiversidad”. La coordinación se encarga de la gestión y el acompañamiento para la producción de todas aquellas jornadas de exploración.

Con la coordinación de Javier Barrio participan el área educativa del Museo de Ciencias y grupos como Isla Invisible, del Museo Ferrowhite, Tellus, Espacio de Trabajo por la Soberanía Alimentaria, Coa Loica Pampeana, la agrupación bahiense de aficionados a la Astronomía, la Semillateca de la UNS, entre otros.

Esto implica “reuniones presenciales y virtuales con los agentes involucrados, la asistencia del día del evento, asesorar al área educativa (…) en el desarrollo de algunos proyectos transversales”. Además, se trabaja en “acompañar también procesos con instituciones, hacer reuniones y vinculaciones con organizaciones comunitarias de la educación no formal, clubes, bibliotecas, espacios culturales, programas municipales para la gestión de esos proyectos transversales”. La difusión es otra pata fundamental, con “la realización de textos y de materiales para las redes, las invitaciones y vínculos institucionales y también la realización de talleres de fósiles”.

Un taller que cruza museos y tiempos

Una de las actividades más concretas que ejemplifica este proyecto fue un taller de moldería de fósiles, desarrollado a mediados de septiembre, que propone un cruce entre dos museos de la ciudad, el Museo de Ciencias y el de Fortín Cuatreros. El taller, dirigido específicamente a las infancias, estuvo estructurado en cuatro momentos.

Nos lo explicó su facilitador, Javier Barrio: “Un primer momento donde, a partir de láminas, dibujos, grabados y distintas imágenes, se explica quiénes fueron los gliptodontes”, es decir, de perfil más teórico. En esta fase se responde a preguntas básicas: “cuándo vivieron estos animales, qué comían estos animales, cómo se comportaban, hace cuánto se extinguieron”.

Toda esta información construye un marco de comprensión, ya que “nos ayuda a entender, les ayuda a entender a las infancias (…) nos ayuda a comprender quiénes fueron estos animales, cómo se fosilizaron, dónde vivieron”. La explicación revela un dato crucial: “El ser humano convivió con esta megafauna del Pleistoceno, estos megamamíferos, entre los cuales estaban no solamente los gliptodontes, sino también los megaterios, los esmilodontes, los toxodontes”.

Se trata de “una serie de animales que pertenecen a esta era y que se extinguieron hace solamente 10.000 años. Es por eso que convivieron con el ser humano que vivía en estas latitudes hace 10.000 años”, reseñó Barrio.

La segunda parte del taller es puramente lúdica y exploratoria, y “contempló una búsqueda de fósiles en el parque”. Allí, los participantes buscaron “estas réplicas de fósiles que previamente son escondidas allí”. Esta actividad apuntó a que “cada participante sea testigo de la producción, testigo, protagonista, mejor dicho, de la producción, la réplica de los fósiles”.

La tercera etapa es la práctica de moldería. “Una vez que cada participante del taller encuentra un fósil, nos volvemos a reunir todos alrededor de una mesa en donde comienza la parte de la moldería, el taller de la réplica, cómo podemos reproducir fósiles”. Este ejercicio no es solo manual, sino también conceptual, pues “intenta también imitar a la naturaleza y su lento proceso de fosilización”.

Se explica que “los fósiles se producen porque ciertos organismos quedan encapsulados en la tierra y por condiciones de calor y de presión, la forma del animal (…) es reemplazada por minerales, es decir, se conserva la forma, pero el hueso ya no es hueso, sino que pasa a ser mineralizado”. El coordinador reflexiona: “Ese proceso que demora miles de años, nosotros intentamos replicarlo con este taller de moldería”.

La cuarta y última parte es la reflexión a través del arte. “Una vez que termina la parte de moldería, comienza la parte de dibujo, que es la parte final. Allí es donde imaginamos cómo fue la convivencia del ser humano con estos animales”.

Este momento abre un abanico de posibilidades imaginativas. “Sabemos que el ser humano cazaba estos animales, con lo cual, bueno, podemos intuir ahí una convivencia no pacífica, pero también podemos imaginar otro tipo de convivencias, como si éramos amigos, si convivíamos pacíficamente, si nos subíamos a los caparazones (…) para cabalgar, si estos gliptodontes estaban en el patio de nuestras casas”.

Este cierre no es un mero ejercicio de fantasía, sino que tiene una intención pedagógica profunda. El taller promueve “toda una serie de reflexiones que nos llevan a pensar la importancia del respeto por la biodiversidad y de la convivencia pacífica con otras especies”. Y aunque el objeto de estudio son animales extintos, la mirada está puesta en el presente y el futuro.

“Si bien estamos hablando de animales que se extinguieron hace 10.000 años, de alguna forma lo que se propone es pensar hoy (…) cómo podemos seguir fomentando el respeto por la biodiversidad y el respeto por la convivencia pacífica con el otro, con animales, con otros seres humanos, etc.”.

En resumen, el taller se define como “un taller lúdico que propone un encuentro para pasarla bien, para imaginar, para pensarnos en perspectiva histórica y prehistórica, y la importancia de la ciencia para conocer el pasado, pero también para poder imaginar un futuro donde la biodiversidad sea respetada”, expuso Barrio.

Esta actividad, en miniatura, refleja el espíritu del proyecto mayor: unir la exploración del entorno, el conocimiento científico y la reflexión artística para construir una conciencia colectiva más respetuosa con el mundo que habitamos, del pasado al futuro.

REPASO
El enfoque del programa es integral y abarca múltiples temporalidades. “En fin, es un programa con el cual podemos hacer un paseo por diferentes estados y etapas de lo que ocurre en los parques, de lo que ocurrió en otro momento, de lo que pudo haber ocurrido y por eso las memorias fantásticas también están ahí”, destacó Dascanio.
Entre las actividades ya realizadas, se destacan algunas experiencias. “El taller de soberanía alimentaria fue exitoso, con cuatro charlas muy interesantes”. También se llevó a cabo “una experiencia inmersiva (…) que justamente se dirigía a todos aquellos interesados en visitar el estuario, en conocer su flora y su fauna, el acceso a nuestras costas con la biodiversidad”.
Y, por último, “el taller El Arca Fantástica, que es un taller de dibujo artístico, pero también de escritura para las infancias y adolescencias, de cuáles podrían haber sido los seres que vivieron en el parque”, finalizó la directora del Museo de Ciencias.

Autor: Redacción Ecodías