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Bordar un libro
“Este libro es de bordado” la obra de la artista Aldana Tellechea se presentó en el Museo del Puerto de Ingeniero White. Entre repasadores, algunos también bordados, en una charla cálida e íntima, se revalorizó y se charló sobre el arte hecho por manos femeninas.
Categoría: Cultura

“Este libro es de bordado” la obra de la artista Aldana Tellechea se presentó
en el Museo del Puerto de Ingeniero White. Entre repasadores, algunos también
bordados, en una charla cálida e íntima, se revalorizó y se charló sobre el
arte hecho por manos femeninas.

«Trabajo hace más de un año con el Museo del Puerto que tiene un
archivo textil con materiales elaborados por vecinos de hace mucho tiempo,
tiene un trabajo sobre la vida cotidiana que a mí me interesa muchísimo y además,
ya había participado del primer número de la revista digital Boya 70. Hice un
trabajo alrededor de un muestrario de bordado con el que cuentan, elaborado por
una vecina que data del año 1900” cuenta Tellechea a EcoDias. “Elaborar ese
artículo para mí significó un montón, empecé a investigar más de lo que venía
haciendo de manera particular respecto a la historia del bordado y al mismo
tiempo que escribía ese artículo ya había hecho este libro que edité en tela. A
su vez, el contacto que hago con los chicos de Mala Letra, quienes editan el
libro, ese contacto lo logra uno de los chicos que trabaja en el Museo del
Puerto. Fue casi sin querer. Surgió así y creo que era el lugar para presentar
el libro, además el prólogo lo realizó Lucía Bianco, jefa del área Cocina
dentro del Museo del Puerto”.

Desde tiempos remotos
En Boya 70, publicación del Museo del Puerto, Tellechea vuelca el producto de
su investigación: “Sobre finales de la Edad Media, ya cuando el bordado dejaba
de producirse tanto por hombres (sí, los hombres alguna vez bordaron y mucho)
como por mujeres dentro de los monasterios e iglesias, la modernidad y el nuevo
orden global, económico y social, impuso una fuerte división no sólo de tareas
asignadas a cada clase social, sino también a cada género. Mientras los hombres
eran educados para mantener la estructura económica de cada familia a base de
un trabajo rentado -y en el caso de las clases medias y altas, reconocido-, las
mujeres eran educadas para ser, valga la redundancia, mujeres”.
Sin embargo, la artista trabaja como tallerista de bordados y arte textil. “En
los talleres de bordado que doy he tenido alumnos varones y es genial lo que
pasa, todavía hay mucho prejuicio respecto de que el arte de las agujas está
únicamente encomendada a mujeres cuando hay hombres que se interesan por esos
campos y los habitan, surgen unos momentos interesantes, preguntas y
discusiones. Dentro del campo del arte tenemos una idea de quienes pueden y
quienes no pueden practicar el arte de las agujas y es asombroso como a través
de cierta incomodidad se rompen un montón de prejuicios machistas que venimos
arrastrando hace siglos”.
El contenido del libro fue «complejo armarlo, porque termina arrastrando
un montón de cuestiones que se están discutiendo, todas las cuestiones de
género están cobrando visibilidad por fin”. Según Tellechea es uno de los
tantos saberes que aún siguen invisibilizados como un productor de
conocimiento, “justamente porque fue un lenguaje que desarrollaron mujeres
durante muchos siglos, relegado al espacio doméstico, que ahora estén volviendo
a surgir estos lenguajes, que se estén apoderando de otros campos de
conocimiento como el artístico, es maravilloso y me interesa muchísimo
investigarlo. Es como que termina abrazando una serie de cuestiones que me
interesan, no solo el arte sino también porque termina muy involucrado con las
luchas de género, el Feminismo, es un lugar donde se conjugan”.

Historia de mujeres

Escribir sobre el bordado es pensar la historia de las mujeres, “es pensar qué
construcción de conocimiento hacen esas mujeres, y por qué muchas veces esas
labores, esas tareas que son encomendadas a las mujeres por qué no son
reconocidas como portadoras epistemológicas, como creadoras de conocimiento”.
Cómo piensa un autor a sus lectores, “al momento de escribirlo pensé en dos
públicos diferentes, por un lado en el público que asiste a los talleres. A mí
no me interesaba que circulara en un museo de arte o galería de arte, me
interesaba que circulara en contextos de producción artística. Y a su vez,
estuvo pensado para otros productores culturales que no necesariamente que
practican el bordado como productores de obra, como un primer acercamiento. Qué
pasa con este proyecto que ganó el Fondo Municipal de las Artes y le destinan
cierto dinero para que se edite, cuál es el sentido de la edición de un libro
de bordado, pensando en esas preguntas para responder en función de
justificarlo”.
El bordado se está recuperando, si bien ha sido pensado como una actividad que
ya no se practica, «se está recuperando de un saber que se desarrollaba
por línea maternal, una aprendía a bordar porque se lo enseñaba la madre, era
una labor de madre a hija, era un conocimiento que no se adquiría en
universidades, en lugares académicos, eran del circuito doméstico y
recuperarlos hoy es atender a esas mujeres que nunca aprendieron a bordar.
Inclusive yo no aprendí por mi mamá o mi abuela, me topé con el bordado
necesariamente estudiando, en mi último año de la carrera de Profesora de Arte
tenía que cursar Textil, y fui con un montón de prejuicios y me encontré con un
mundo que no era el que yo pensaba y obviamente me terminó gustando. Es un
lenguaje que se perdió muchísimo y eso pasó porque las mujeres ganamos terreno
en acceder a estudios universitarios, acceder al trabajo. Las mujeres bordaban
porque pasaban mucho tiempo en el hogar, que se haya dejado de bordar quiere
decir que se ganó terreno en otras cosas pero ese conocimiento que arrastraba
el bordado se fue perdiendo”.
En cuanto a conseguir testimonios, Tellechea afirma que debe recurrir a mujeres
de más de 80 años, “estas mujeres no son conscientes de lo que están diciendo
respecto de sus derechos, pero cuando empiezan a hablar arrastran un montón de
información que tiene que ver cómo se vivía antes, cuál era la posición
económica de la mujer, cuál era la dependencia que tenía la mujer respecto del
hombre y qué papel jugaba el bordado, que era una actividad que se hacía dentro
de las casas, requería que esa mujer esté callada, sentada, muy involucrada con
la castidad, con la maternidad porque lo hacían por amor, no porque tuvieran
una remuneración económica. Se empiezan a generar preguntas en estos diálogos
con estas mujeres que son testimonio en carne propia, que aprendieron a través
de sus madres, que lo hicieron desde la niñez y que se alfabetizaron a través
del bordado. Jugaba un papel importantísimo, aunque una la conciba como una
actividad secundaria, si uno lo piensa a nivel corporal es fuertísimo, porque
cualquiera que sea experimentado tiene esa sensación de ensimismado, muy metida
dentro de la tela, la imagen es muy fuerte y termina englobando un poco cuál
era la concepción de feminidad de esa época, esa concepción de mujer: callada,
sumisa, entregada absolutamente a las tareas del hogar, elaborando y haciendo
un montón de actividades sin remuneración económica”.
El bordado debe ser uno de los pocos lenguajes textiles que no tiene una
función utilitaria, es una función estética, “es el embellecimiento de otra
prenda que puede ser textil o puede ser hasta el embellecimiento de una
tarjeta, hubo un tiempo que estaba de moda bordar tarjetas de papel”.

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2017-06-13 00:00:00
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