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Bahía Blanca, entre letras y comunidad
Durante cuatro días intensos, la Biblioteca Rivadavia fue el corazón cultural de la ciudad. Con una convocatoria masiva y una programación que abarcó desde la poesía hasta el análisis político, la Feria Internacional del Libro demostró que la sed de encuentro y de palabra escrita está más viva que nunca.
Categoría: Cultura
Bahía Blanca entre letras y comunidad 01

La lluvia del sábado 11 de octubre no fue un obstáculo; fue la prueba definitiva. Mientras las gotas repiqueteaban en los ventanales de la Biblioteca Rivadavia, en su interior, una marea de personas encontraba refugio entre libros, charlas y la calidez de un encuentro largamente esperado. “El sábado, que fue el día de lluvia, pensamos que iba a haber menos convocatoria, pero hubo también mucha gente que participó”, confiesa la presidenta de la Cooperativa de Trabajo Trafkintu Ltda., Lourdes López, con una sonrisa de satisfacción. “Se ve que había una necesidad de encuentro, de refugio, de estar en la biblioteca”.

Esa necesidad es la que, poco después de la pandemia, un grupo de bahienses visionarios decidió canalizar en un proyecto concreto. “La Feria del Libro es un proyecto que surgió poco después de pandemia, diferentes personas de Bahía Blanca, entre ellas Teresa Prost, Jorge Agesta, presentaron como proyecto a la Municipalidad la idea de que la ciudad tenga su Feria del Libro”, recuerda una de las fundadoras de la iniciativa. Lo que empezó como una idea hoy es una realidad que ya mira al futuro con ambición. “A lo largo del tiempo pretendemos que se instale como algo ya clásico de Bahía”, agrega.

Ese futuro se está construyendo sobre pilares sólidos. “La Feria tiene tres patas: una que tiene que ver con todo lo que era narración oral, otra con ilustración, cómics y demás, y la otra parte que era más como literaria y escrita”, explicaron desde la organización. Esta estructura garantiza una oferta diversa que refleja el pulso cultural de una ciudad que, en palabras de Julieta Rosso, también de la Cooperativa Trafkintu, “es una ciudad riquísima en el tema cultural”. Con el Festival Latinoamericano de Poesía y el Festival de Narrativa, la Feria Internacional del Libro Bahía Blanca (FILBB) viene a completar un ecosistema literario vibrante.

Durante cuatro días, esta Embajada de Letras -como la define el escritor Raymundo Berba- se transformó en el epicentro de la vida cultural bahiense. “La calesita literaria gira y gira, y nadie queda igual después de dar una vuelta”, describe Berba con la prosa del novelista náutico que es. Esa calesita reunió a más de 25 stands, 40 actividades y a cientos de personas que, entre presentaciones de libros, talleres y charlas, confirmaron que el libro, en todas sus formas, sigue siendo un poderoso imán social.

El éxito de esta edición no es casual. Es el resultado de un trabajo que, según los organizadores, es anual. “Nos lleva prácticamente el año completo. Ni bien ya el mismo fin de semana incluso que transcurre la Feria, ya estamos pensando para el año siguiente”, aseguran desde la organización. Un esfuerzo que, a juzgar por los resultados, la ciudad agradece y necesita.

La feria demostró ser más que un evento literario; fue un termómetro social. Autores consagrados como Guillermo Martínez y Santiago Kovadloff compartieron espacio con nuevos valores locales, mientras el público participaba de cada presentación, cada taller, cada rincón de la biblioteca. La simultaneidad de actividades -poesía en una sala, análisis político en el auditorio, talleres infantiles en otro sector- creó un ecosistema de conversaciones paralelas que hablaban de una comunidad ávida de propuestas culturales de calidad.

En los pasillos, esa «calesita literaria» de la que habla Berba generaba encuentros impensados. Lectores descubriendo autores, editores conectando con libreros, niños fascinados por ilustradores. La feria cumplió su función esencial: ser un espacio de circulación. Circulación de libros, por supuesto, pero sobre todo de ideas, de contactos, de miradas. Cada stand se convirtió en un pequeño universo donde las historias contenidas en los libros saltaban a la vida a través de las palabras de sus creadores.

“La calesita literaria gira y nadie queda igual”
Por Raymundo Berba, escritor de novelas náuticas
Llega el final de cuatro días divertidos en la Feria y te dan ganas de seguir. Te dan ganas de escribir más y más, para volver a contactar con la gente y ofrecer otra vez lo propio. Supongo que a esta altura a todos los participantes les pasa lo mismo. Esa mezcla mágica de narrativa con imaginación más alguna experiencia vivida pueden producir algo fantástico para el deleite del lector.
Esta “Embajada de Letras” que es la Biblioteca Rivadavia fue el escenario perfecto. El edificio se luce, cuidado como está y atendido por su personal. Brilla desde la humildad del presupuesto que maneja y desde la enormidad y el orgullo del patrimonio arquitectónico y de las letras que encierra en cada uno de sus espacios. La entrada es majestuosa, imponente, aunque no te asustes, adentro la gente y el personal te llenan de calidez humana.
Durante cuatro días, sus salas estuvieron dedicadas a la ‘Fil Bebé’, como le digo yo. El público pasaba, se paraba en cada stand, y la calesita literaria giraba y giraba. Nadie queda igual después de dar una vuelta. La gente se asombra de cosas que hay en nuestra ciudad y los expositores se enriquecen con las preguntas y comentarios de los visitantes.
Mientras escribo, a veces me siento como en un andamio alto e inestable. Esos que se usan para pintar fachadas, que se encastran uno con otro y te elevan a una altura que te da miedo. Se te mueve toda la estructura interior mientras das forma a la historia. Cuando estás en medio de todo eso, corriendo el riesgo de que se te fugue la idea fantástica, cualquier arista filosa de la realidad te pega profundamente y hace peligrar todo tu trabajo.
Ahí, en medio de la inseguridad de este oficio, surgen los jóvenes organizadores de Trafkintu, con todo su entusiasmo, con todo su impulso, con todo su tiempo dedicado a un evento generoso, lleno de virtud y de valor por sí mismo. Verlos en el stand de al lado, conversando animados, preocupados por el público, por anunciar y acompañar los eventos, fue inspirador y un deleite.
Si me preguntan si se puede mejorar, les diría que un montón, pero diría que vamos en muy buen camino. Esto es una autopista dinámica que ya tiene su kilómetro cero en Bahía Blanca. Y me siento orgulloso de poder participar.



La construcción de un clásico: un año de trabajo para cuatro días mágicos


La arquitectura de la Feria

El detrás de escena de la Feria Internacional del Libro es una maratón de planificación que comienza casi un año antes. “El proceso de organización es un proceso muy largo y que conlleva mucho esfuerzo”, afirma Julieta Rosso, miembro de la Cooperativa Trafkintu. “Nosotros empezamos a pensar la feria casi con un año de diferencia, realizamos reuniones, pensamos qué actividades, qué autores nos gustaría traer”.

El mecanismo central es doble: una convocatoria abierta a stands y a proyectos. “De esta convocatoria abierta salen los que van a conformar la feria propiamente dicha”, explica Rosso. Pero con una gran respuesta, viene un gran desafío: la selección. Este año, el criterio fue claro y deliberadamente democratizador. “Tuvimos que hacer una selección a la cual decidimos darle prioridad a aquellos proyectos que fueran de autores locales, que fueran proyectos que no se hubieran presentado con anterioridad”, detalla. “Para que sea lo más democrático posible, para que sea lo más abierto a la comunidad posible y que todos tengan la oportunidad de participar”.

Esta meticulosa organización no siempre tuvo la misma estructura. La feria ha sido un organismo en evolución. De una primera edición con sedes dispersas por la ciudad -“en el Teatro Municipal, en Casa Coleman, en la Biblioteca Rivadavia, en Factor C”- se pasó a una estrategia de centralización. “Ya el año pasado decidimos centralizar la Feria en un solo lugar”, recuerda Verónica Borelli, otra de las organizadoras. La Biblioteca Rivadavia, con su emblemático Salón de Lectura, se erigió como el espacio ideal, ofreciendo un lugar cerrado para proteger los libros y la posibilidad de albergar todas las actividades bajo un mismo techo histórico.

La división de tareas dentro de la Cooperativa Trafkintu es minuciosa. “Nos dividimos las tareas de lo que era la Feria”, explica uno de los organizadores. Cada uno de los grupos responsables de las «tres patas» (literatura, ilustración y narración oral) se encarga de gestionar y traer autores afines para que cada rama esté bien representada. Esta especialización permite cubrir un espectro amplio de la producción cultural local y regional, asegurando que ningún género o formato quede fuera de la programación.

El aprendizaje de ediciones anteriores fue fundamental para el éxito de 2025. Los organizadores destacan que la centralización en la Biblioteca Rivadavia no solo optimizó la logística, sino que le dio una identidad más fuerte al evento. “Ya el año pasado nos dieron ese fin de semana largo, que coincide con la Feria de los Artesanos, y nos gustó la verdad la posibilidad de centralizar todo en la Biblioteca”, comenta uno de los fundadores. Esta decisión estratégica permitió crear un ambiente de feria más concentrado y vibrante, donde el flujo de público entre stands y actividades era continuo y orgánico.


El sostén económico y la red de apoyos

La cultura, para ser viable, necesita sustento. Y en 2025, la FILBB alcanzó un hito fundamental en su consolidación. “Este año tuvimos el gran orgullo de poder entrar a Eventos Permanentes, que es un financiamiento que se elige desde el Consejo Consultivo de las Ramas Artísticas de la Ciudad”, anuncia con orgullo Julieta Rosso. Este reconocimiento oficial está destinado a proyectos con más de dos años de regularidad y relevancia cultural, un sello que la feria ha ganado a pulso.

Pero el esfuerzo es compartido. El evento se caracteriza por una red de apoyos que refleja un compromiso multisectorial. “Queremos destacar que el cooperativismo estuvo presente en esta feria”, subraya Lourdes López. Ese espíritu cooperativo se materializó en el apoyo de entidades como la Cooperativa Obrera, la Cooperativa de Trabajo Borlenghi, la Cooperativa de Trabajo Inviba, InterCoop y el Banco Credicoop, entre otras. A ellas se sumaron empresas privadas como TGS, YPF Gas y OSDE, fundaciones, consulados y, por supuesto, el acompañamiento constante del Municipio de Bahía Blanca y del Instituto Cultural.

Esta trama de colaboraciones no es solo financiera; es también una demostración de que la feria ha logrado posicionarse como un proyecto de ciudad, un evento que diversos actores sociales consideran digno de apoyar. Es el andamiaje que permite que la “calesita literaria” gire para deleite de toda una comunidad. La diversidad de auspiciantes -desde grandes empresas hasta pequeños comercios- habla de una gestión profesional que supo demostrar el valor cultural y social del evento.

El financiamiento a través de Eventos Permanentes marca un punto de inflexión. No se trata solo de un subsidio, sino de un reconocimiento institucional que valida la trayectoria y el impacto cultural de la feria. Este respaldo permite a los organizadores planificar con mayor seguridad y ambición, soñando con traer autores de mayor renombre o expandir algunas actividades. Es un voto de confianza que, sin duda, impulsará el crecimiento cualitativo de las próximas ediciones.

La transparencia en la gestión de estos recursos es fundamental para mantener la confianza de la comunidad y los auspiciantes. Los organizadores destacan que cada peso recibido se invierte directamente en mejorar la experiencia de feriantes, expositores y público. Desde la sonorización de las salas hasta la iluminación, desde la publicidad hasta los honorarios de los autores invitados, cada aspecto es cuidadosamente presupuestado para garantizar que la feria mantenga un nivel de calidad profesional que esté a la altura de las expectativas de una ciudad con una vida cultural tan intensa como Bahía Blanca.



Del otro lado del mostrador: la feria se escribe con anécdotas


El latido de los stands

Para Silvina Saucedo, facilitante de enseñanza interna metafísica, la feria es un espacio de crecimiento personal y comunitario. “Con mucha alegría uno participa”, comparte. “Este año con mayor ímpetu y mayor emoción o camaradería… y se van aumentando las ganas de volver a formar parte”. Silvina, que ya lleva tres ediciones, percibe un cambio palpable: “Para mí ha sido muy oportuno, útil, enriquecedor porque uno va viendo que… el interés del público… va empezando a acercar y conocer lo que uno puede ofrecer”.

La verdadera magia de la feria, sin embargo, sucede en los pequeños encuentros. Silvina guarda una anécdota que define el alcance imprevisto del evento: “Me sucedió con un par de personas… que estaban trabajando en Bahía Blanca, no son de acá… con sus ropas de trabajo, con su overall… y estaban buscando un lugar, un evento, algo que visitar, algo que aprender”. Su testimonio revela cómo la FILBB se convirtió en un punto de encuentro incluso para quienes estaban de paso, demostrando su poder para integrar y sorprender.

Ese vínculo entre feriante y público es recíproco y profundamente humano. “El público pasa, se interesa, se para en cada stand”, describe Raymundo Berba. “Mientras entablas una charla con alguien que no conoces y le contás detalles de tus libros y te cuentan cosas referidas a eso, otros se acercan y no se pueden ir del stand sin que hayan interactuado con nosotros”. Detrás de cada stand hay una historia, y la feria es el escenario donde estas historias se entrelazan. Desde este lado del mostrador, el reconocimiento para los organizadores es unánime. “Las personas que organizan siempre están dispuestas a ayudarnos, a cuidarnos, a estar pendientes de lo que podamos necesitar”, valora Silvina.

La feria también funciona como un termómetro para medir el interés por propuestas alternativas. Silvina Saucedo explica que su stand de enseñanza interna metafísica generaba curiosidad y preguntas. “La gente confunde lo espiritual con ciertas cuestiones que no tienen mucho que ver”, comenta, señalando que la feria le permitió aclarar dudas y llegar a un público nuevo. Este intercambio enriquece tanto a los feriantes como a los visitantes, ampliando los horizontes culturales de todos los participantes.

Para los escritores independientes, la feria representa una oportunidad única de conexión directa con sus lectores. Raymundo Berba destaca cómo estas interacciones alimentan su creatividad: “La mezcla mágica de narrativa náutica con imaginación más alguna experiencia vivida pueden producir algo fantástico para el deleite del lector”. Esa retroalimentación inmediata -los comentarios, las preguntas, las reacciones- resulta invaluable para autores que suelen trabajar en el aislamiento de sus estudios.

La logística personal de los feriantes es otro aspecto poco visible pero fundamental. Muchos viajan desde otras ciudades, transportan pesadas cajas de libros, y pasan largas jornadas de pie atendiendo al público. La sugerencia de Silvina sobre la implementación de un buffet no es caprichosa; responde a una necesidad concreta de quienes dedican cuatro días intensos a la feria. Estas consideraciones logísticas forman parte del aprendizaje continuo que permite mejorar la experiencia para todos los involucrados.


La Feria que llegó antes: semillas literarias en las aulas

Mientras la Biblioteca Rivadavia se preparaba para recibir a miles de visitantes, otra versión de la feria ya estaba ocurriendo en las escuelas de Bahía Blanca. «La Feria va a la Escuela» es la iniciativa que precede al evento principal, llevando autores directamente a las aulas en los días previos.

«Es una parte muy linda de la Feria, que nos gusta mucho y que empezamos a organizar desde el año pasado», explica Julieta Rosso, quien acompañó al historietista Francisco Felkar en una de estas visitas. La lógica es poderosa: «Llevar a los autores a las escuelas cuando muchas veces hay escuelas y niños que no tienen la posibilidad de movilizarse hasta la feria».

Lourdes López refuerza este concepto: «Que esas escuelas que capaz por distintas razones no pueden acceder al centro… que nosotros vayamos con los autores y que haya una jornada de alegría también para los chicos». Esta actividad genera «un intercambio muy rico e interesante», extendiendo el radio de acción del evento y democratizando el acceso a la cultura.

Los autores que participan describen la experiencia como intensamente gratificante. El contacto directo con los estudiantes, sus preguntas sinceras y sus reacciones espontáneas crean un vínculo único. Para muchos niños, es la primera vez que conocen a un escritor «de verdad» y descubren que detrás de cada libro hay una persona de carne y hueso.

Las visitas abarcaron diversos barrios y tipos de instituciones, asegurando que el impacto llegara a distintos contextos sociales. Autores de literatura infantil, ilustradores y narradores compartieron sus procesos creativos, desmitificando la figura del autor y estimulando la propia creatividad de los estudiantes.

Esta extensión comunitaria de la feria demuestra una comprensión profunda del rol social de la cultura: si no puede venir todo el público a la feria, la feria debe ir a donde está el público. Son semillas que, plantadas a tiempo, pueden germinar en futuros lectores, escritores o simplemente ciudadanos con una relación más rica y personal con los libros.


El pulso de las actividades

Dentro de la biblioteca, la oferta fue desbordante. La grilla de actividades fue un termómetro de los intereses de la ciudad: desde la poesía de Nina Ferrari y el análisis político de Manu Jove, hasta charlas sobre salud mental con Hugo Kern y el humor en el teatro con Guido Christensen. “No solamente pensar en la literatura en relación a las palabras escritas, sino que también a lo audiovisual”, destaca Lourdes López en referencia al documental sobre Guillermo Martínez. Fue la materialización del objetivo fundacional: ser un espacio “para toda la comunidad bahiense, que es diversa, es plural”.

La programación infantil merece capítulo aparte. Espectáculos de títeres, talleres de creación de personajes y encuentros con autores especializados en literatura infantil convirtieron a la feria en un destino familiar. Estas actividades no solo entretienen, sino que siembran el semillero de futuros lectores, presentando el libro como objeto de placer y descubrimiento desde la más temprana edad. La risa de los niños mezclándose con las discusiones literarias de los adultos creaba una atmósfera única, vital y esperanzadora.

Las presentaciones de libros de autores locales fueron particularmente emotivas. Julieta Rosso, quien además de organizadora participó como editora en la presentación de un libro, lo describe así: “Esa posibilidad que se le da a la gente de acá de Bahía de presentar su libro, de tener una cierta exposición, de compartir con otros autores es algo realmente muy valioso”. Para muchos de estos autores, la feria representa la primera oportunidad de presentar su trabajo en un marco formal y ante un público amplio, un hito crucial en sus carreras literarias.

La diversidad temática de las charlas reflejó la complejidad de los intereses contemporáneos. Desde la Settimana della Lingua Italiana hasta análisis sobre políticas energéticas, desde recitales de poesía hasta debates sobre reproducción social, la feria demostró que el libro puede ser punto de partida para discutir prácticamente cualquier aspecto de la condición humana. Esta amplitud intelectual es lo que diferencia a una verdadera feria del libro de una mera feria comercial, reafirmando el papel de la biblioteca como ágora pública donde las ideas se encuentran y confrontan.

Los talleres prácticos agregaron otra dimensión participativa. En lugar de ser espectadores pasivos, el público podía involucrarse directamente en procesos creativos: escribir un poema, dibujar un personaje, explorar técnicas narrativas. Esta modalidad activa responde a una tendencia contemporánea en la gestión cultural, donde se valora no solo el consumo sino la producción cultural por parte de la comunidad.

La simultaneidad de actividades creaba curiosos efectos de contraste. Mientras en el Auditorio Caronti se desarrollaba una seria discusión sobre economía, en la Sala Infantil los niños reían con los títeres. Estos universos paralelos coexistían armónicamente, demostrando que una feria del libro puede ser muchas cosas a la vez sin que una dimensión anule a las otras. La biblioteca, con su arquitectura de espacios diferenciados, se prestaba perfectamente para esta convivencia de mundos.



El rumbo está marcado: el desafío de crecer sin perder la esencia


El impacto en la ciudad

El balance final no puede ser más positivo. “Estamos muy contentos por toda la convocatoria y por toda la participación que hubo estos cuatro días intensos de mucha literatura, de mucha palabra, de ilustración”, afirma Lourdes López, a modo de resumen de un sentimiento generalizado.

Esa satisfacción es compartida por feriantes y asistentes, que ya proyectan su deseo de reencontrarse. “Espero con ansias el próximo año poder participar nuevamente porque esto es algo que tenemos que hacer que se instale en Bahía Blanca como algo que se haga todos los años”, expresa Silvina Saucedo. Su comentario viene acompañado de una reflexión sobre el potencial de crecimiento: “Los medios digitales, informáticos… tienen que incentivar este evento… hace falta más difusión”. Es un llamado de atención sobre la necesidad de que todos los actores sociales, especialmente los comunicacionales, se sumen para amplificar el alcance de la feria. Silvina sueña con que sea “de interés municipal, que sea de interés provincial, que sea de interés nacional”.

La feria ha demostrado ser un imán incluso para quienes no son de la ciudad, como lo prueba la anécdota de los trabajadores con overall, pero el desafío es atraer más expositores de otras regiones. La difusión se presenta como la clave para dar ese salto de calidad y convertir a la FILBB en un referente indiscutido en el calendario cultural de la región.

El impacto económico indirecto de la feria también merece consideración. Restaurantes, cafés y hoteles de los alrededores de la biblioteca registraron una notable afluencia de público durante los cuatro días del evento. Este efecto derrame beneficia al comercio local y ayuda a visibilizar el valor económico de la cultura, un argumento poderoso a la hora de conseguir apoyos para futuras ediciones. La feria demuestra que invertir en cultura no es un gasto, sino una inversión con retorno concreto para la ciudad.

La conexión con otras ferias del libro del país es otro aspecto a desarrollar. Silvina Saucedo menciona que tiene compañeros de metafísica participando en ferias de Tucumán, Salta y Rosario. Establecer vínculos formales con estas ferias podría permitir el intercambio de expositores y la creación de una red que fortalezca a todas estas iniciativas. La interconexión entre ferias regionales puede ser el siguiente paso natural en la profesionalización del circuito literario argentino.

El componente internacional, aunque incipiente, mostró señales prometedoras. La participación del Consulado de Italia con la Settimana della Lingua Italiana marca un precedente importante. Explorar vínculos con consulados de otros países presentes en la ciudad, o con instituciones de comunidades migrantes, podría agregar una dimensión multicultural a la feria, enriqueciendo aún más su programación y atrayendo nuevos públicos.


Balance y proyección

Mirar hacia adelante es una tarea que ya está en marcha. “Ni bien termina la Feria, ya estamos pensando para el año siguiente”, confirman desde la organización. Ese pensamiento estratégico incluye escuchar las voces de los participantes. En esta edición, surgieron propuestas concretas para mejorar la experiencia logística, como la de Silvina Saucedo: “Les propondría que el año que viene… si pueden ofrecer un buffet estaría bueno… para ayudar a los que estamos ahí que a veces estamos solos en el stand”. Son feedbacks valiosos que alimentan la mejora continua.

El espíritu que guía este proyecto se mantiene intacto. “La idea es que la feria sea un espacio construido en comunidad entre todos”, reflexiona Julieta Rosso. “Por eso las convocatorias abiertas, por eso la posibilidad de presentar proyectos propios… de generar ese acercamiento entre los autores y los consumidores de los libros”. Es esta filosofía de construcción colectiva la que le da su carácter único.

Y es en ese contexto donde el homenaje de Raymundo Berba a los organizadores cobra todo su sentido y sirve como broche final perfecto para este suplemento: “Un aplauso a los organizadores… Ahí, en medio de todo eso, surgen los jóvenes organizadores, con todo su entusiasmo, con todo su impulso, con todo su tiempo dedicado a un evento generoso, lleno de virtud y de valor por sí mismo”. Con esa energía y el apoyo de una comunidad que abraza su cultura, el futuro de la Feria Internacional del Libro de Bahía Blanca no solo está asegurado, sino que promete ser brillante.

Los organizadores enfrentan el desafío de escalar la feria sin burocratizarla, de crecer sin perder la calidez artesanal que la caracteriza. La tensión entre profesionalización y autenticidad es común en eventos culturales exitosos, y resolverla será clave para el futuro. La respuesta parece estar en mantener siempre el foco en la comunidad -en los escritores, los feriantes, los lectores- antes que en los indicadores numéricos o el prestigio institucional.

La declaración de la feria como «Evento Permanente» viene con una responsabilidad adicional: la de mantener y superar el nivel alcanzado. La ciudadanía ahora espera la feria como parte de su calendario cultural fijo, y cada nueva edición será juzgada con el parámetro de la anterior. Esta expectativa creciente es al mismo tiempo un reconocimiento y un desafío, que sin duda los organizadores asumen con la misma pasión y compromiso que han demostrado hasta ahora.

El modelo cooperativo de Trafkintu ha demostrado ser no solo viable sino especialmente adecuado para este tipo de emprendimientos culturales. La horizontalidad en la toma de decisiones, la distribución de tareas según las capacidades de cada miembro y el compromiso con la comunidad se alinean perfectamente con el espíritu de una feria que se piensa a sí misma como un bien común. Este modelo podría inspirar a otros emprendimientos culturales en la ciudad y la región.

Con el rumbo claro y el apoyo de una comunidad que ha abrazado la feria como propia, el futuro se presenta prometedor. La Feria Internacional del Libro de Bahía Blanca ya no es una apuesta; es una realidad cultural consolidada que llegó para quedarse, crecer y seguir enamorando a bahienses y visitantes con la magia de los libros y el poder de la palabra compartida.

Autor: Redacción Ecodías

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2025-10-29 21:23:49
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