Guión y dirección: Andrew Stanton
Música: Thomas Newman
Productora: Pixar
Origen: USA – 2008
Calificación: Apta para todo público

Los estudios Pixar -Disney participa como productor y distribuidor- se mete con la ciencia ficción y hasta se anima a mostrar un futuro diatópico, fácilmente perceptible debajo del encanto del protagonista principal y el colorinche típico de la animación infantil.
Pero primero lo primero: WALL·E es un simpático robotito -su aspecto recuerda demasiado a una versión enana de Cortocircuito (John Badham, 1986)- cuyo nombre proviene de la sigla en inglés para “cargador de basura terrestre”.
Sin embargo, no es un robot basurero cualquiera sino el último de una gran legión destinada a limpiar el planeta desde que Buy N Large -literalmente “Compre en grande”-, la compañía que ejerce el gobierno global del planeta, decidió que todos los humanos -pocos por lo que se puede apreciar- se embarquen en el crucero espacial Axioma. Para pasarla bien hasta que la Tierra quede limpita y recupere su capacidad de sostener la vida.
El empeño ha tenido ocupado al pobrecito desde hace 700 años, convirtiéndolo en una especie de Robinson Crusoe mecánico, que deambula acompañado por su cucaracha mascota y escuchando música vieja.
Hasta que llega EVE -Evaluadora de Vegetación- una flamante sonda exploratoria de la que WALL-E se enamora inmediatamente y por la que se jugará la abollada carrocería.
El film se divide claramente en dos partes: la inicial y “terrestre” donde conocemos y nos sentimos inmediatamente capturados por la solitaria rutina de WALL-E, coleccionista de cacharros humanos y fanático de Hello, Dolly! (Gene Kelly, 1969), que es la más lograda y original. Y una segunda parte “espacial” en aséptico Axioma, emparentada al clásico del género 2001: A Space Odyssey (Stanley Kubrick, 1968), más vertiginosa pero menos original.
Un divertimento para chicos y grandes, en el que se ha moderado la cantidad de guiñadas cómplices a estos últimos a favor de no poca entrelínea ecológica y crítica al consumismo.