Síntesis de la trayectoria del cine brasileño.

El infrecuente estreno local de un film “brasileiro”, invita a reseñar su filmografía.
El cinematógrafo llegó a Brasil en 1896 provocando gran revuelo, y ya en 1998 se rueda el primer film: un corto documental sobre la familia del presidente Morais.
Recién en 1909 se producen las primeras ficciones, inspiradas en sonados casos policiales.
Durante la Primer Guerra Mundial la producción decae y se afianzan las extranjeras. En los `20 recuperó terreno gracias al talento de directores como Humberto Mauro, pero fue la llegada del sonoro los que provocó una revolución con musicales y figuras como Carmen Miranda.
Una tendencia al cine popular que se prolongó hasta los cincuenta, cuando la producción cinematográfica se muda de Río de Janeiro a San Pablo. Ese centro industrial aseguraba buenos presupuestos, y surgen cineastas como Lima Barreto -que con O Cangaceiro (1953) ganó la Palma de Oro en Cannes-, que logran éxito internacional.
En los sesenta arribó el “Cinema novo” de la mano de la teoría de autor, con renovación temática -más realista-; estilística -más austeridad- y cineastas como Nelson Pereira do Santos y Glauber Rocha. Hasta que en los setenta, la dictadura hizo necesario un lenguaje más simbólico, corrientes intelectuales que ganaron prestigio, pero perdieron espectadores.
Los `80 y los primeros `90 fueron años de crisis, que finalizó en 1994 con la Ley Audiovisual y un sistema de ayudas a la producción nacional.
Desde ese momento ha habido un florecimiento -“retomada” en portugués- de la realización, la convocatoria de público y especialmente la obra de directores nuevos como Walter Salles, Fernando Meirelles, Andrucha Waddington y Karim Ainouz entre otros.
Una bonanza, que desgraciadamente no mejoró la distribución a otros países latinoamericanos.