Larsson, sus tres novelas y su muerte

El famoso creador de la trilogía Millenium, Stieg Larsson, nació en Suecia en 1954. Desde muy joven se dedicó al periodismo de investigación, y la leyenda -hay una versión distinta de cada uno de los hechos salientes de su vida- asegura que deseaba evitar injusticias como la cometida contra su abuelo, recluido cuatro años en un campo por sus ideas comunistas. Y que por ello se especializó en denunciar a grupos fascistas y racistas y la corrupción político-económica en su país y otros países europeos. Algo que le valió varias amenazas de muerte.  
Hasta que una noche de 2001 habría soñado -más leyenda- con una trama policial y dedicó cada momento libre a escribir ficción, bebiendo café y fumando sin cesar.
En 2004 ya tenía tres novelas, pero pocos días antes del lanzamiento de la primera, Larsson regresa a su domicilio en medio de un corte de energía -leyenda de nuevo-, decide subir a su departamento por las escaleras y el esfuerzo le provoca un ataque cardíaco mortal.
Rápidamente, Los hombres que no amaban a las mujeres se convirtió en éxito de venta y lo mismo pasó con la segunda, La chica que soñaba con cerillas, y la tercera, La reina en el palacio de las corrientes de aire.
Un suceso que fue replicándose en todo el mundo, en treinta idiomas y millones de copias.
En Argentina, se distribuye la edición “castiza” y bastante cara de la editorial española Destino a partir de 2008 y está en los primeros puestos de venta.
Podríamos parafrasear a James Dean y decir: “Muere joven y serás best-seller”, pero sería injusto con el escritor y los lectores.
Larsson se deleita demasiado en largas descripciones, datos históricos y estadísticos, que revelan su extracción periodística y su temática preferida, pero logra lo que muy pocos escritores: crear una pareja clásica y al mismo tiempo no convencional de detectives.
El lector soporta largas tiradas de detalles, porque quiere saber del honesto y amable periodista Mikael Blomkvist y de Lisbeth Salander, su hermética colaboradora; y disfrutar su particular manera de encontrar al asesino.
La leyenda continúa con una triste pelea por los millonarios derechos de autor, entre el padre y el hermano de Larsson -herederos legales- y su compañera.
Algo que a los lectores -y espectadores de las inevitables versiones cinematográficas- nos importa poco, y sólo intensifica la nostalgia literaria que ya sentimos de las aventuras de “Kalle” y “Sally” que no serán.