A 60
años de su entrada en los hogares argentinos

Casi se nos hace cuento que en un tiempo no había televisión, pero en Argentina
recién en la década del cuarenta se hicieron las primeras pruebas
experimentales en el ámbito universitarios.
Hubo que esperar a principios de los 50, para que se decidiera implementar ese nuevo
medio de comunicación.
Ese momento guarda bastantes misterios y hay mucha controversia respecto a
quienes participaron y si prevaleció lo privado o lo estatal. Aunque hay dos hechos
indiscutibles: el empresario Jaime Yankelevich fue el principal impulsor y se
inauguró con la transmisión de la celebración del Día de la Lealtad Peronista del
17 de octubre de 1951.
Según los testimonios de varios protagonistas -aparecidos en Estamos en el aire, la completísima
historia de la TV
nacional escrita por Carlos Ulanovsky, Silvia Itkin y Pablo Sirvén-, el
comienzo formal habría sido el 4 de noviembre del mismo año, cuando el Canal 7
presentó su programación diaria. Algo que no afecta demasiado los hechos
esenciales: un solo canal, pocas horas de transmisión, programas y publicidades
en vivo, profesionales provenientes en su mayoría de la radio, contados televisores
en las casas y muchos televidentes agolpados frente a los aparatos encendidos en
las vidrieras de los locales de electrodomésticos.
Durante la siguiente década, a despecho de las acusaciones de “caja boba”, la
tele se fue convirtiendo en el medio de comunicación más popular y se fueron fundando
otros canales en la Ciudad de Buenos Aires y las provincias.
Y para principios de la década de los 70 la mayoría de los hogares tenía su
receptor.
Denostada y halagada por igual, nuestra televisión ha sido vehículo de información
y entretenimiento; ha reflejado -por obra o por omisión- lo sucedido en el país
en estos sesenta años, y aún en este momento de cambios tecnológicos y evidente
crisis creativa conserva mucho de su atractivo y su influencia.