Título original: Eastern promises
Dirección: David Cronemberg
Guión: Steven Knight
Fotografía: Peter Suschitzky
Música: Howard Shore
Origen: Inglaterra – Canadá – USA – 2007
Calificación: Sólo apta para mayores de 16 años
Intérpretes: Viggo Mortensen, Naomi Watts, Vincent Cassel, Armin Mueller Stahl, Sinead Cusack, Jerzy Skolimowski

El personalísimo David Cronemberg reincide en el tema de la violencia de su anterior y elogiadísimo film Una historia violenta (2006). Pero esta vez lo aborda desde los rituales y códigos del crimen organizado. Un terreno muy transitado por Coppola, Scorsese o Ferrara, al que el director canadiense sabe imprimirle su estética y sus obsesiones. Especialmente, su manera de mostrar el cuerpo humano -recordar Videodrome (1983), Festín Desnudo (1991), Crash (1996)- , ahora centrándose en los ataques con arma blanca y en tatuajes que utilizan los mafiosos.
El ámbito donde los gangsters son las actuales calles de Londres, cuya oscuridad, su estrechez y sus siglos son perfectos para las persecuciones y los tratos subrepticios de la opulenta mafia rusa. La “Vory V Zakone” en su idioma original, existe desde hace décadas pero en los años transcurridos desde la caída del régimen soviético, se ha extendido por el continente europeo y en la capital inglesa se estableció en el populoso West End.
En el hospital del barrio, durante la guardia de la obstetra Anna Khitrova ingresa una parturienta de 14 años, que muere desangrada. La chica no tiene identificación y además de su hijita lo único deja es un diario íntimo escrito en ruso. Conmovida por la juventud y los rastros de maltrato de su paciente, Anna intenta averiguar su historia y pide ayuda a Semyon, el dueño del restaurant ruso más importante. Lo que no sabe es que su amable es el jerarca máximo del crimen organizado e “importador” de jóvenes esclavas sexuales desde los países del este. Así quedará atrapada por las amenazas de Semyon y su inestable hijo Kirill, pero también del misterio de Nicolai Luzhin, chofer y hombre de confianza del capo.
El guión es muy efectivo, y dosifica la tensión hasta el final, pero impresiona mejor gracias al reparto que le ha dado vida, y que a pesar de estar integrado por actores de diferentes procedencias e idiomas logra estupendas interpretaciones. Naomi Watts, da a Anna su mezcla de sensibilidad y obstinación. El francés Vencent Cassell, quizás demasiado histriónico como el violento y traumatizado Kirill. El alemán Armin Mueller Stahl destaca como el cruel Semyon y el director polaco Jerzy Skolimowski -que en su film Moonlighting (1982) también tocó el tema de los inmigrantes explotados- como su opuesto complementario. Y muy especialmente Viggo Mortensen, que se tomó el trabajo de estudiar ruso -y se nota- para interpretar al sinuoso Nicolai, en toda su contención y entrega.
La fascinación que siempre han ejercido los personajes mafiosos sobre el público, continúa en su mejor tradición con estas Promesas del Este concretadas por Cronenberg.