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Pregúntale al viento

Pregúntale al viento

Título original: Ask the Dust
Guión y dirección: Robert Towne
Fotografía: Caleb Deschanel
Música: Héctor Pereira, Ramin Djabadi
Origen: USA – 2006
Intérpretes: Salma Hayek, Colin Farrell, Donald Sutherland, Idina
Menzel
Calificación: Sólo apta para mayores de 13 años, con reservas

La narrativa siempre ha aportado argumentos al cine, pero hay films
como este, que podrían ser calificados como específicamente “literarios”,
por describir específicamente el proceso de creación de cierto texto.
En Pregúntale al viento el director californiano Robert Towne se da el
gusto de trasladar a la pantalla la novela homónima de John Fante, autor
que admira profundamente y que llegó a conocer unos años antes de su
muerte.
Towne es uno de los mejores guionistas de la industria cinematográfica
estadounidense -bastaría nombrar su libro de Chinatown (Roman Polansky;
1974) para probarlo- donde por estos días son una raza casi extinta.
Aborda casi todos los géneros, destaca como script doctor -arregla los
bodrios que escriben sus colegas- y de cuando en cuando despunta el vicio
de dirigir.
Fante, por su parte, fue un cuentista y novelista que destacó en la
primera mitad del siglo veinte, especialmente con la serie sobre su alter
ego Arturo Bandini, de la que Pregúntale al viento forma parte, incluyendo
todos sus temas recurrentes: la pobreza, lo que significa ser ítalo-
norteamericano, y las relaciones disfuncionales.
El proyecto pasó por muchas manos, y el guión de Towne rebotó más de
una década por todos los estudios, hasta que pudo conseguir producción.
Comienza con el joven aspirante a escritor Arturo Bandini, mudándose a
Los Ángeles al principio de la década del ‘30, en busca del sol y las
experiencias que le permitan plasmar la “Gran Novela Americana”. Pronto
debe el alquiler de la pensión, y rebusca en los bolsillos para pagarse una
taza de café.
Por fortuna el café lo sirve la bella Camila -evocación de Camille
(George Cukor; 1937)-, una chica mexicana que como él busca avanzar en la
vida. Pero la evidente atracción mutua no alcanza para borrar los
prejuicios y malentendidos que los separan.
Quienes creen en el destino, dirían que Towne no debió contradecirlo e
insistir en realizar este film, porque toda su experiencia y empeño no
dieron el fruto deseado. Tiene la ambientación correcta, Hayek y Farrell
son tan atractivos como se pudiera desear, el guión se apega al texto
original, pero al conjunto le falta algo.
Ese algo indefinible -que hubiera hecho creíble la angustia de los
protagonistas por no conseguir lo que ambicionan-, su pasión, y la sorpresa
de encararse con la muerte. Están los gestos y las palabras, pero el
espectador no cree casi nada, y hasta se aburre un poco, en especial con la
redundante voz en off del protagonista.
Rescatable: apenas los secundarios de Sutherland como el viejo y
alcohólico Hellfrick, e Idina Menzel como la sufriente Vera Rifkin.
A veces el todo puede ser más que las suma de las partes, y a veces
menos.

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2011-10-25 10:11:13
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