Principalmente, se suele asociar a la animación con cine y series dedicados a los espectadores de menor edad, aunque desde fines del siglo XX esos límites se han desdibujado para captar público de todas las edades y embolsar el valor de su entrada y sus pochoclos.

En realidad, podría decirse que es pionera, porque consiguió la imagen en movimiento bastante antes que el cine, desde artilugios ópticos como el zootropo o el praxinoscopio -inventado en 1877-, donde se podían ver escenas cortas -un caballo al trote, una bailarina girando, etc.- con no poco asombro.

Después de 1895 y la popularización de lo que se entiende o entendía formalmente como cine -una proyección para un grupo de personas en una sala oscurecida- abundaron los films live action, pero en las primeras décadas del siglo XX fueron llegando cortometrajes animados con diferentes técnicas.

Por ejemplo, el polaco Vladislav Starrvich animó marionetas a partir de 1910, la alemana Lotte Reiniger recortes de papel y por supuesto dibujos como los de Walt Disney, que comenzó a construir su imperio de entretenimiento en 1923 acompañado por una versión bastante tembleque del Ratón Mickey.

Toda la historia del cine está marcada por las innovaciones tecnológicas, pero la del animado en particular, ya que sirvió de plataforma de pruebas para el sonido sincronizado, el color, la experimentación vanguardista y más recientemente la digitalización por ser más fácilmente aplicables en él.

La introducción de la informática en la producción animada a partir de mitad de la década del 80 -por su efecto casi habría que decir entronización- logró si no anular por lo menos disminuir notoriamente su gran obstáculo: el tiempo que lleva dibujar o aplicar otro tipo de técnica cuadro por cuadro y el costo necesario para a contratar cientos de dibujantes para disminuir ese tiempo.

En el presente, el cine animado acapara la mayor parte de los títulos dedicados al público menudo -aún las versiones live action de los clásicos de Disney son básicamente CGI-; los tanques animados estadounidenses son los que convocan más público y desde el otro lado del mundo el estudio japonés Ghibli compite desde la calidad y la creatividad de sus producciones.

Así que en este primer cuarto del siglo XXI, Disney-Pixar en occidente y Ghibli en oriente serían como los paréntesis que contienen y dominan el panorama animado y a los estudios de la exitosa segunda línea como Dreamworks, Illumination, Aardman o Sony y las pequeñas productoras independientes de todo el mundo que intentan intervenir en el juego.

Lo cierto es que -de nuevo la tecnología-, el auge de las plataformas de streaming ha cambiado la manera de acercarse a los contenidos audiovisuales y eso está afectando a poderosos y no tanto, por lo que habrá que ver si se siguen invirtiendo cifras millonarias en producir animaciones y las consecuencias de esa posibilidad.

Mientras tanto, en agosto las salas de cine argentinas siguen dedicándose a los más pequeños, que siguen encantándose con los Minions de la cuarta entrega de Mi villano favorito o los sentimientos personificados de la segunda de Intensamente, logrando mejorar los números de un año particularmente pobre para la exhibición cinematográfica.

Autor: Redacción Ecodías