Presentes, ausentes, amados o temidos,
algunos de los progenitores más especiales los ha dado el cine.
El domingo 19 se celebró el Día del
Padre, que por obra y gracia del comercio local se extiende al mes de julio
completo, dando la oportunidad de ver cómo se ha mostrado la figura paterna en
la gran pantalla a través de los años.
Y no sólo en los retratos soleados y benévolos de los filmes dirigidos a la
familia, sino también en sus encarnaciones más oscuras.
Comenzando por el principio, habría que decir que probablemente el primer padre
del cine fue visto gracias a los inventores del artilugio, ya que entre la abundante
cantidad de cortometrajes de los Hermanos Lumière está: La comida del bebé (1895).
Un corto de menos de un minuto rodado por Louis Lumière, que muestra a su
hermano Auguste desayunando junto a su esposa y al pequeño Andrée en el patio de
su casa, porque la luz natural era vital en esos primeros intentos.
La madre se sirve una taza de café y el amoroso padre alimenta al bebé con una
cuchara y luego le da un bizcocho que el generoso niño prefiere ofrecer a
alguien que está detrás de cámara, rompiendo la cuarta pared de esa felicidad
doméstica.
El cine se convirtió rápidamente en el espectáculo más popular -faltaba
bastante para que se lo reconociera como séptimo arte- y una de las mayores estrellas
de ese periodo silente fue Charles Chaplin.
Uno de sus films más recordados es El
pibe (1921), que lo mostró a un tiempo como uno de los padres más graciosos
y dramáticos.
El vagabundo Carlitos no tiene casi nada, pero adopta a un huérfano encantador
al cual intenta alimentar con su precario oficio de vidriero y algunos trucos,
hasta que las autoridades intentan llevárselo a un orfanato.
Poco más de una hora dirigida y guionada por el propio Chaplin y con una de las
interpretaciones infantiles más excepcionales a cargo de un Jackie Coogan de
seis años, que mucho después sería el Tío Lucas en la serie Los locos Adams (1964/66).
En una especie de dos por uno, el drama El
campeón (King Vidor; 1931) en su versión original con Wallace Beery como el
boxeador en decadencia amado incondicionalmente por su hijito y la secuela
homónima dirigida por el italiano Franco Zeffirelli en 1979, con Jon Voight y el
pequeño Ricky Schroeder compartiendo una de las escenas más lacrimosas del cine
estadounidense.
De la época de oro del cine argentino, Su
mejor alumno (Lucas Demare; 1944), un melodrama basado en lo relatado por
Sarmiento en Vida de Dominguito, con Enrique Muiño como el “Padre de las
Aulas” y Ángel Magaña como su hijo adoptivo, muerto trágicamente en la Guerra
contra Paraguay.
El clásico del neorrealismo italiano Ladrones
de Bicicletas (Vittorio De Sica; 1948), muestra a un padre desesperado por
recuperar la bicicleta que le han robado y necesita para trabajar y sostener a
su familia en la Italia de posguerra.
Otro clásico, pero británico por excelencia, tiene a uno de los padres más
particulares. Se trata de la versión de la pieza sheakespereana Hamlet (1948), dirigida y protagonizada
por Lawrence Olivier. Con el príncipe danés perseguido por el fantasma del rey asesinado
que demanda venganza.
Un largo y caluroso verano (Martin
Ritt; 1958), es un drama familiar ambientado en el sur de los Estados Unidos recordado
porque Orson Welles -enorme en talento y talla- interpreta a un padre
autoritario que presiona a sus hijos, mientras apaña a un empleado en el que se
reconoce a sí mismo, encarnado por un joven y atractivo Paul Newman.
El drama biográfico Padre Padrone
(Hermanos Taviani; 1977) está ambientado en Cerdeña y se centra en un niño al
que su despótico padre mantiene analfabeto, apartado de todos y trabajando como
pastor de sus rebaños.
Kramer vs Kramer (Robert Benton;
1979), tiene a Dustin Hoffman como un hombre que tras el abandono de su mujer, por
primera debe hacerse cargo completamente de su hijo de seis años.
El imperio contraataca (Irving
Kershner; 1980) Pocos personajes han sido tan influyentes como Darth Vader, villano
por excelencia de la saga de Star Wars.
Un personaje que en este Episodio V, además de impresionar detrás de su máscara
tiene una de las escenas más recordadas del cine fantástico cuando revela su
identidad a su hijo.
Están todos bien (Giuseppe
Tornatore; 1990), con Marcello Mastroianni como un jubilado, que emprende un
viaje para visitar a sus hijos y descubre que no los conocía tanto como creía.
Kolya (Jan Sverák; 1996) Oscar a
mejor film extranjero por la republica Checa y conmovedor relato de como un
músico que se acerca a la cincuentena y odia las responsabilidades, madura cuando
se ve obligado a cuidar un niño de cinco años que apenas habla su idioma.
Padre e hijo (2003) del ruso
Alexander Sokurov, refleja el complejo momento en que un padre y su hijo
adolescente deben tomar cada uno su propio camino.
Una lista arbitraria, que alienta a armar la propia con las favoritas o las más
admiradas, pero con el común denominador del buen cine.
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