¿La pandemia habrá dado el golpe de gracia a la
exhibición tradicional de cine?
Cada uno de los aficionados al cine nacidos en el siglo pasado celebraba la
placa con el “Coming Soon” o “Próximamente en esta sala”, que aparecía en
pantalla después de cada tráiler o cola publicitaria al comienzo de la función.
Mientras que la mayor parte de la generación Sub
20 ve los cines como una de tantas maneras de acceder a contenido audiovisual,
ya que el favorito es el streaming y las seis pulgadas siempre disponibles del
propio celular los atraen más que el viejo ritual de introducirse en una sala
oscura.
Eso viene pasando e intensificándose por más de una década, dejando al séptimo
arte en una posición defensiva, peleando con medios no siempre ajustados a la
realidad.
Desde la industria estadounidense que todavía
predomina por su control de la distribución internacional, se respondió con
gran espectáculo y 3D, aunque este último ha ido perdiendo convocatoria.
Los niños, el público más buscado porque
arrastra consigo a su familia y se tientan con facilidad con los snacks y
golosinas -caros- que venden en los complejos, son los que menos disfrutan de
los anteojos necesarios para verlo -junto con los adultos con problemas
visuales- y aunque siguen estrenando largometrajes en ese formato, la baja de
interés se palpa la menor cantidad de horarios en las carteleras y en la
proliferación de descuentos y combos como incentivo.
Por supuesto, la publicidad global que circula
en internet en amplias campañas de productores e influencers sigue creando
expectativas sobre los lanzamientos de nuevos tanques, pero si el estreno no
las cumple, una ola de comentarios y memes la baja de cartel rápidamente.
Así las cosas al momento en que se llegó el
malhadado Coronavirus, que cerró las salas en favor del aislamiento preventivo
y también obligó a reprogramar estrenos y rodajes por tiempo indeterminado.
Muchos films, en particular los de presupuesto
bajo, enfilarán hacia los servicios de streaming, pero las grandes producciones
esperarán para al menos recuperar su abultado presupuesto y allí se verá la
espalda económica de cada estudio o productora.
No se sabe cuándo terminará la cuarentena, pero
hasta el cinéfilo más purista debe atenerse a ver películas en pantallas
domésticas o nada, lo que se refleja en la suba del consumo online y la cifra
de suscriptores.
Con razón, cabría preguntarse si estas no son
preocupaciones superficiales ante la enfermedad y la incertidumbre, pero cuando
se habla de cine se habla de personas que trabajan para ganar su sustento y el
de su familia, que como en Argentina hay cerca de mil salas se traduce en
varios miles de puestos en riesgo o perdidos.
En resumen, del lado de los espectadores pasará
tiempo para que puedan o se atrevan a permanecer juntos en un lugar cerrado sin
temer al contagio y del lado de los emisores, todo apunta a que será difícil
que la cadena de producción, distribución y exhibición se recupere pronto,
aunque siempre se pueda desear un Happy End.
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