Sin contar algunas que no tuvieron a bien declararlo, esta es la tercera remake
de la original Nace una estrella de
1937, un drama romántico ambientado en Hollywood que a partir de su segunda
versión se convirtió en melodrama en sentido estricto, ya que a la trama sentimental
sumó música y una destacada cantante como protagonista.
Esta vez la voz es la de Lady Gaga, que casi sin maquillaje -algo raro en ella-
da vida a Ally, una chica con talento de sobra pero sin la apariencia favorita de
los productores musicales con los que se ha cruzado.
Algunas noches canta en el bar drag de unos amigos y en una de esas ocasiones cae
el astro country Jackson Maine, que buscaba otro trago y queda deslumbrado al
descubrirla.
De la relación profesional pasan al romance y allí surgen los conflictos,
porque la carrera de él se sumerge en alcohol y otras sustancias, mientras la
de ella va hacia el infinito y más allá.
Primer y prometedor protagónico cinematográfico de la estrella pop y debut
directoral de Bradley Cooper, que además fue uno de los guionistas y el protagonista
masculino.
Casi como en la ficción, ella descolla y él se las arregla para cumplir, ya que
en el guion tomó algo de cada uno de los previos y dejó unas cuantas
incoherencias, cantó mejor de lo que actuó y como director logró un resultado aceptable
en general y se lució en las escenas de recitales en particular.
Aunque el hallazgo y sostén del film sean Lady Gaga -con una ayudita de Sam Elliot
como cuñado añoso- y el puñado de temas que entona con su usual potencia y ya
están en lo alto de los charts musicales.
En definitiva, un refrito bastante convencional, beneficiado por la falta de
expectativas sorpresivamente superadas por el nacimiento de una actriz.

Título original: A Star Is Born
Dirección: Bradley Cooper
Guion: Eric Roth, Bradley Cooper & Will Fetters
Fotografía: Matthew Libatique
Intérpretes: Lady Gaga, Bradley Cooper, Sam Elliott
Origen: USA – 2018
Clasificación: Sólo apto para mayores de 13 años, con reservas