Dirección y guión: Martín Sastre
Música: Ignacio Pérez Marín
Fotografía: Pedro Luque
Origen: Uruguay, Argentina, España – 2010
Intérpretes: Natalia Oreiro, Diego Reinhold, Mike Amigorena, Mónica Villa, Mirella Pascual, Sofía Silvera, Diego Capo, Melina y Julieta Petriella
Calificación: Apta para todo público

Miss Tacuarembó es una comedia centrada en dos Natalias, la intérprete -el personaje fue escrito pensando en Oreiro- y la protagonista principal. Una treinteañera que vive en función de un sueño: cantar, bailar y triunfar como las héroinas de Flashdance y de la telenovela venezolana Cristal, sus favoritas.
Ilusión infantil que comparte con Carlos -Diego Reinhold-, su mejor amigo, desde las tardecitas aburridas de Tacuarembó, hasta el duro presente en Buenos Aires. Casi veinte años persiguiendo una meta que sigue lejana, aunque inscribirse y participar en un reality show podría acercarla.
Trama similar a la de cualquier telenovela, plasmada con estética igualmente televisiva -algo que se nota y hasta padece en el manejo de las luces- y varios flashbacks, números musicales y toques fantásticos.
Estos últimos son lo más asombroso y divertido del film, ya que están a medio camino entre los delirios místicos de la pequeña Andrea Del Boca en Papá corazón y la irreverencia de Almodóvar de Entre tinieblas (1993), con una persecución lunática en un cementerio y un Jesucristo discotequero interpretado estupendamente por Mike Amigorena.
Al espectador inadvertido esto puede parecerle un bodrio, por tanto, se hace necesaria una advertencia: el film se basa en la novela homónima del escritor y cantante uruguayo Dani Umpi -nativo de Tacuarembó él mismo-, de estilo entre camp y kitch.
Algo que interesó a Martín Sastre -artista plástico uruguayo, radicado en Madrid-, lo impulsó a versionar la novela en su ópera prima y sumarle sus propias vivencias “ochenteras”.
Así que no se trataría de la usual “rascada” por falta de presupuesto o talento, sino de su revisitación posmoderna.
Miss Tacuarembó propone un revival de la TV, el cine, los juegos, la educación religiosa, la música y la atmósfera de los 80, muy gracioso para quienes recuerden la década, pero los demás quedan con un cuentito menor y demasiado visto, a pesar de su tierna exhortación a creer en los sueños.
Una buena intención, no hace necesariamente un buen film.