Título original: Memoirs of a geisha
Dirección: Rob Marshall  
Guión: Robin Swicord, basado en la novela de Arthur Golden 
Música original: John Williams
Fotografía: Dion Beebe
Origen: USA – 2005 
Calificación: Sólo apta para mayores de 13 años 
Intérpretes: Zhang Ziyi, Ken Watanabe, Michelle Yeoh, Gong Li, Koji Yakusho, Youki Kudoh, Kaori Momio 

El misterio de las geishas -bellas mujeres educadas desde la niñez para producir placer- fue uno de los tantos que Japón guardó durante siglos. Pero lo oculto casi siempre provoca tanta curiosidad como equívocos, así que bien pronto se las asoció a las hetairas o cortesanas occidentales, cuando no directamente con las prostitutas.
Con la intención de poner cada cosa en su sitio y destacar el lugar más artístico que sexual de estas mujeres, el especialista estadounidense en arte oriental Arthur Golden escribió Memorias de una geisha a finales de los noventa. Novela que resultó un éxito, y tentó a Hollywood a comprar sus derechos de filmación.
La trama se rebela como un melodrama romántico poco complejo. En los años treinta, la pequeña Chiyo es vendida por su padre -un pescador pobre y endeudado por la enfermedad de su esposa- a una casa de geishas de Kyoto.
Allí debe seguir una educación rigurosa y soportar el dolor por la pérdida de su familia. Hasta que conoce al Director (Ken Watanabe), la única persona que es amable con ella, y decide convertirse en Sayuri (Zhang Ziyi), la geisha más famosa para reencontrarlo.
El encargo le cayó a otro estadounidense, Rob Marshall, gracias a los laureles conseguidos con Chicago (2002). Aunque Marshall es un coreógrafo que devino director para llevar al cine el musical con que había triunfado en Broadway, el desafío de una historia de amor contrariado a la japonesa parece haberle quedado un tanto “corto de sisa”.
La ambientación y la factura visual son casi perfectas, siguiendo la minuciosa descripción de paisajes y costumbres que abundan en el original. Pero a pesar de que es interesante ver los complicados rituales de la educación, la etiqueta y los rituales de una geisha, no se va mucho más allá. Entonces, la puesta termina pareciéndose a una pintura sobre porcelana, bella pero estática.
Una curiosidad que pinta a estas grandes producciones del cine industrial de Estados Unidos: las protagonistas femeninas son buenas actrices y famosas, pero tanto Zhang Ziyi, Michelle Yeoh, como Gong Li son chinas. Y a pesar de lucir bien, es raro verlas pasar de las fuertes heroínas de Zhang Yimou a estas pálidas chicas de abanico y acento raro.
Por suerte también participa Ken Watanabe, que sigue reafirmándose como uno de los mejores actores japoneses aun en su rol secundario.
Es decir, un film ideal para quien desee enterarse de qué van las geishas, y disfrutar de la partitura original de John Williams, sazonada con virtuosos solos del cello de Yoyo Ma y el violín de Itzhak Perlman.