
Antes del 9 de octubre, cuando La Academia Sueca -similar a la Real Academia Española- anunció que el húngaro László Krasznahorkai había obtenido el Premio Nobel de Literatura 2025, el escritor ya era considerado uno de los más singulares de Europa.
Su nombre está asociado a una novelística densa, hipnótica y meditativa con el caos, la desintegración moral y la soledad humanos como sus temáticas centrales; desarrollada con una prosa que fluye ininterrumpidamente al modo de la del irlandés James Joyce.
Satantango (1985), su primera novela, lo instaló como una figura de culto y de nicho, aunque la mencionada densidad de su escritura no le es fácil de abordar a la mayoría de los lectores; pero ha podido ampliar su llegada gracias a que buena parte de su obra fue llevada al cine por su compatriota Béla Tarr, un director que también prefiere el formato extenso y las tramas complejas plasmadas con planos secuencia, largos silencios y casi la misma concepción del mundo.
Una alianza creativa tan fecunda como inconfundible desde su primera colaboración en la versión cinematográfica de La condena (1987), una historia de derrota y deseo imposible con guion escrito por ambos, que anticipaba el tono devastador de sus futuras colaboraciones.
La segunda fue Sátántangó (1994), donde la fidelidad de Tarr a la prosa de Krasznahorkai se extendió a los morosos movimientos de cámara, que parecen reproducir el ritmo de sus frases interminables y dilata el transcurso del tiempo hasta volverse un desafío físico de más de 7 horas de duración.
Luego llegarían Armonías de Werckmeister (2000) y El hombre de Londres (2007), el primero uno de sus largometrajes más admirados en el que se propone una meditación visual sobre el orden, la armonía y el caos; mientras en el otro coescriben el guion basado en una novela del belga Georges Simenon, pero dándole su sello distintivo narrativo y visual, en el que destaca el tono oscuro y la lentitud casi litúrgica.
Hasta llegar a El caballo de Turín (2011), su último y multipremiado trabajo juntos -al menos hasta el momento-, inspirado en un episodio vinculado a Friedrich Nietzsche, donde condensan de manera ejemplar los temas del filósofo -el agotamiento del mundo, la rutina convertida en tragedia y la resistencia silenciosa de los humanos en ese contexto-, que también funcionan como síntesis de sus trabajos.
Cinco títulos, que en su mayoría no llegaron a estrenarse en salas comerciales a causa de su excesiva duración, pero que suelen ser eventos esperados por los cinéfilos, tanto en los circuitos de arte como en las muestras y los festivales cinematográficos del mundo.
Dificultad que se ha salvado en parte desde la popularización de los servicios de streaming que han acercado sus largometrajes virtualmente; algo que no se compara con la experiencia exigente que supone verlos en una sala y en pantalla grande, pero sí permite apreciar la cosmovisión de Krasznahorkai y la estética de Tarr.
Autor: Redacción Ecodías


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