Personajes con presente millonario e inolvidable prosapia de clásico literario
y cinematográfico.
Después del suceso relativo de El libro
de la selva (Jon Favreau; 2016), los nunca tan poderosos Estudios Disney se
apegaron al plan de pasar a live action sus animaciones más famosas y siguieron
nada menos que con La bella y la bestia,
que en 1991 los devolvió a los primeros puestos de recaudación y popularidad marcando
el comienzo de la bonanza actual.
No está de más hacer un poco de historia sobre la historia, ya que surge como un
cuento tradicional en la Edad Media europea, con versiones -hacerlas no es nada
nuevo- de varios compiladores y escritores; aunque la favorita del cine siempre
ha sido la de la francesa Jeanne Marie Le Prince de Beaumont, editada en 1756.
Un cuento de apenas tres páginas en un francés llano y sin demasiados detalles,
que para los anglosajones sería una Bed Time Story o cuento para leer a los
niños a la hora de dormir, sobre un padre amoroso que corta una rosa para su
hija sin tener saber que el rosal le pertenecía a una temible bestia que lo encierra
en su castillo como castigo. Algo que impulsa a la hija a ofrecerse abnegadamente
a reemplazarlo.
Texto que dio pie a la mayor parte de los films y muy especialmente al
largometraje del francés Jean Cocteau, el primero -los previos fueron cortos en
su mayoría silentes- y el más influyente; no sólo porque tenía como
protagonista masculino a Jean Marais -el actor más destacado de la escena gala
de entonces-, sino también por la fecha de su realización, apenas finalizada la
Segunda Guerra Mundial en 1946.
Film en blanco y negro con un estilo narrativo y visual que marcó todas las
remakes posteriores -televisivas y cinematográficas-, ya que Cocteau imaginó el
castillo mágico con brazos a modo de candelabros, estatuas que espían a los
humanos y otros objetos vivientes, que a pesar de su ingenuidad continúan
siendo efectivos como recurso.
La versión recién estrenada fue pensada como un aprovechamiento económico, porque
copia casi escena por escena al original de Kirk Wide y Gary Trousdale de 1991.
Animación todavía visible, disfrutable y mucho más redonda si se piensa en el
público infantil, porque su hora y media de duración lo hacen más accesible
para el limitado rango de atención de los más pequeños.
Y tampoco es tan live action -o acción en vivo- como promete, porque más de la
mitad procede del CGI o la generación de imágenes por computadora.
Fue dirigida por Bill Condón, un director estadounidense con mucha experiencia,
pero sin un estilo reconocible en cuya filmografía sólo destaca el drama semi
biográfico Dioses y monstruos (1998).
Una falta poco importante a la hora de hacer una mera transcripción.
Afortunadamente, la joven Emma Watson da la cuota de belleza y gracia requerida
por el personaje de Belle, aunque su elección haya sido casi una movida
publicitaria y una llamada a todo el público que aprendió a amarla en la saga
de Harry Potter.
Por oposición, el actor Dan Stevens -uno de los protagonistas de la serie
británica Downton Abbey– como La Bestia,
pasa el 95% del metraje detrás de una máscara concebida con CGI por lo que su presencia
apenas se advierte.
Sobran varios minutos a fuerza de sumar detalles dramáticos innecesarios, pero hay
un gran despliegue visual y elementos destacables como la actuación de Kevin Kline
-el afectuoso padre de la protagonista-y la efectividad del villano Gastón de
Luke Evans y su ladero Lefou, a cargo de Josh Gad.
Este último, un secundario con un marcado amaneramiento que provocó escozor en
algunos medios y la cancelación del estreno en varios países por los comentarios
sobre la inclusión del primer personaje gay en una producción de Disney. Y
quizás en eso y en algunos pasajes crueles se haya basado la calificación: Apta
para todo público, con reservas.
Aunque está obviamente pensado para los niños -en particular las niñas-, el
pochoclo y quienes vieron la animación en los 90 y desean revivir su infancia acompañados
de hijos y sobrinos, dando la razón a los productores que olieron el negocio.
Un negoción, ya que sólo en el país lleva dos millones de entradas vendidas y con
tal arrastre no necesita ni las buenas críticas.
Y los que gustan del costado musical del film -que deben ser muchos porque se
exhibieron copias “sing along” con las letras en pantalla para dar la
posibilidad de cantar al unísono con los personajes-, el compositor Alan Menken
agregó algunas canciones que ayudarán a vender más CD de la banda de sonido.
Revival tan comercial como agradable, que deja el mensaje de ver más allá de
las por apariencias -válido para cualquier época- y la sensación de que si no
lo rodaban casi nadie lo hubiera extrañado.
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