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La vida sobre ruedas
Un largometraje de ficción con producción, locaciones e intérpretes bahienses.
Categoría: Cine

Un largometraje de ficción con producción,
locaciones e intérpretes bahienses.
 
Se suele calificar como “rarezas” a films que no entran o se resisten a entrar
en las categorías que ayudan a definirlos -géneros, estilo visual o narrativo, modos
de producción al uso – al momento de estrenarlos y La vida sobre ruedas se gana el calificativo ampliamente.
Por empezar, hay films total o parcialmente rodados en Bahía Blanca -la mayoría
documentales-, pero no es común que una productora local realice ficciones.
Se trata de Ojoenfocofilms, que ya
tiene una ficción previa –El nombre de
las flores
(2009)- de destacable ejecución técnica y relativa repercusión.
Aunque aquella bucólica road movie transcurría por definición en carretera y esta
especie de comedia dramática o drama amable está ambientado en la cuidad y la
mayor parte del su metraje transcurre específicamente en una de las esquinas frente
al Café El Histórico.
La primera escena transcurre en una mesa del citado café, donde un cliente cargado
de problemas -Fernando Santiago- se sienta a tomar algo antes de volver a su casa.
Mientras espera, mira las fotografías que adornan las paredes y descubre un rostro
anónimo que le sonríe abiertamente y pregunta al mozo -el locutor y conductor
Juan Carlos Beltrán- de quién se trata y este empieza a contar la historia de
ese hombre que supo ganarle a la vida.
Allí comienza un largo flashback -situado en un pasado muy cercano- centrado en
El Rana, que trabaja vendiendo biromes en la esquina de Avenida Colón y
Tucumán.
Lo vemos por primera vez mientras prepara su desayuno -proteico- y baila al
compás del septeto Matamoros… en su silla de ruedas.
La presentación del protagonista es de vital importancia en cualquier film y en
este es un acierto certada, porque muestra su energía, sus pasiones -el son
cubano, el deporte- y la modestia de su casa en pocos planos y provoca la
inmediata identificación del espectador.
Después, lo seguimos a su trabajo y conocemos a sus compañeros: Tomate -Sebastián
Sáez- y Nico -Nicolás Galassi-. Dos adolescentes que limpian los vidrios de los
automóviles mientras el semáforo en rojo detiene el tránsito, con la esperanza no
siempre cumplida de recibir unos centavos a cambio.
El trío comparte los buenos y malos encuentros del día a día en la calle, mate o
sándwichs si hay suerte y el sueño de ganar la Gran Final de básquet adaptado
del Rana -que explica el armado de los equipos y las competencias en una
oportuna escena en el Parque de Mayo-, a pesar de que los obstáculos no tardan
en presentarse.
Trama de estructura circular y final abierto, que según los directores Romina
Haurie y Juan Alecsovich comenzó hace dos años con el objetivo de mostrar el
trabajo de DUBA -Discapacitados Unidos Bahienses- para promover actividades deportivas
y artísticas. Pero que excede la temática de superación y tira otras líneas de
relato a la inclusión en general y los riesgos de la vida en la calle.
Setenta minutos que se disfrutan muy especialmente por el carismático protagonista
-Julio Echavarría, un verdadero hallazgo- y porque los realizadores logran no
sólo calidad de imagen, sino también un dramatismo sin golpes bajos, con la
violencia presente, pero fuera de campo.
Párrafo aparte merece la producción del film que podría definirse como “cine independiente
extremo”, ya que la mayoría de los rubros creativos y técnicos estuvieron a
cargo de la dupla de directores. Con un presupuesto mínimo y el aporte de
instituciones y comercios de la ciudad, que ocupan algunos fotogramas -PNT le
dicen- y buena parte de los agradecimientos y créditos finales.
Es evidente que alcanzar el sueño -algo que los directores comparten con su
protagonista- del largometraje propio, se ha simplificado en las últimas
décadas gracias a la tecnología digital en cámaras, programas de edición de
imagen y sonido y proyectores, pero lo que no ha cambiado tanto es la distribución.
Y sin una distribución profesional, los films deben buscar caminos alternativos
de llegar al público.
En este caso, el estreno se realizó en la Asociación
Empleados de Comercio
la tormentosa noche del sábado 12 de abril, en casi
una celebración con amigos y familiares de realizadores y protagonistas.
La segunda exhibición tuvo lugar el domingo 4 en Centro Cultural “La Panadería”,
donde se repitió la ceremonia y los aplausos en un ambiente más propio de una
obra teatral que de una función cinematográfica.
Eso tiene dos caras: la de alegría compartida y la opuesta de la precariedad
del “todo a pulmón” para un producto que merecería una distribución quizás más
convencional, pero también más extensiva.
Aún así, la próxima cita con La vida
sobre ruedas
– es el miércoles 11 de junio a las 21:00 horas en el Teatro
Municipal -donde se desarrollan varias escenas- y otra oportunidad de ver al Rana,
sus amigos, los panoramas bahienses en una especie de “Jamais Vu” y sus
marchosos realizadores.

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2014-05-30 08:04:00
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