¿Te gustaría ser un
crowdfunder?

Si hacemos caso a las frases hechas, además de tener cara de hereje la
necesidad sería madre de la creatividad y en medio de una crisis económica eso suena
bien.
Uno de los frutos de esa creatividad al servicio de las necesidades parece ser
el Crowdfunding. Palabrita
compuesta e inglesa, que literalmente quiere decir “financiado por una
multitud” y se ha puesto de moda; aunque define a una práctica más vieja -al
menos para los argentinos- que el agua tibia.
Sí, no es más que una versión de la famosa “vaquita” con la cual un grupo de
amigos puede disfrutar del asadito de fin de semana o los alumnos compran el regalo
del día del maestro.
Proyectos solventados con pequeños montos individuales, ahora potenciados por la
visibilidad que otorgan las redes sociales.
 Los aportes económicos se pueden hacer
“de onda”, sólo por coincidir con el objetivo a lograr – como en el caso de las
donaciones a Greenpeace o Wikipedia- o a cambio de prestaciones o un porcentaje
en los beneficios.
Un ejemplo reciente de esto último es el Bar
Orsai, que se abrió en Buenos Aires luego de ser impulsado por el escritor
argentino Hernán Casciari desde su página web, un impulso que consiguió los
socios capitalistas en cuestión de días y la apertura en pocos meses.
Este tipo de “vaquita reloaded” puede ayudar muy especialmente a emprendimientos
culturales, evitando el cajoneo indefinido de ideas y la peregrinación ante
instituciones o particulares remisos.
Cha3Dmubi, el film con el que
Alfredo Casero debutará como director de cine sirve de caso testigo.
Desde que el ciclo televisivo ChaChaChá
finalizara el público no dejó de preguntarle por su vuelta, así que finalmente
decidió rodar “un gran programa de dos horas” y para ello instó a los
espectadores -en Twiter- a comprar su entrada anticipada y financiar el film
que tanto demandaban. Unos días después, Casero obtuvo una suma mayor al presupuesto
estimado y ya está en plena producción.
Esto se repite en muchos campos -hace unos días ciertos “muchachos de Silicon
Valley” presentaron en la red el prototipo de un reloj inteligente y en un par
de horas consiguieron los inversores para producirlos -, aunque habrá que esperar
para saber si se trata de la panacea o una movida con fecha de caducidad.
Lo innegable -puede fallar diría TuSam-, es que si
se tiene la capacidad de convocar voluntades dispersas y hacerlas sentir parte
de un proyecto, este podría ser un recurso valioso.