Título original: Earth
Guión y dirección: Alastair Fothergill, Mark Linfield
Fotografía: Richard Brooks Burton, Mike Holding, Andrew Shillabeer
Montaje: Martin Elsbury
Música: George Fenton
Origen: Alemania, Estados Unidos, UK, Inglaterra

La Tierra propone un viaje planetario de Polo a Polo a través de todas las estaciones, climas y relieves, siguiendo a una familia de elefantes en África, una de osos polares en las nieves del Ártico y una de ballenas en el Océano Atlántico. Tres frágiles destinos enlazados con los de otras especies y muy especialmente con la humana, ominosa en los efectos devastadores en su hábitat.
Los directores Alastair Fothergill y Mark Linfield -de importante trayectoria dedicada a documentar la naturaleza- le dedicaron cinco años completos a este documental, para el que utilizaron las últimas tecnologías, un presupuesto de 47 millones de dólares y 40 equipos de rodaje, que trabajaron en 200 locaciones de 21 países y en mar abierto.
Pero esos sorprendentes números -la producción fue de la conocida Disney Nature– no alcanzan para describir los peligros enfrentados o la paciencia empeñada para lograr sus imágenes sorprendentes. Por nombrar algunas: un guepardo cazando un antílope a toda carrera, las contorsiones en el aire de un gigantesco tiburón blanco que convierte al de Spielberg en un juguete deforme, las angustias de un oso polar hambriento o la ternura de unos patitos salvajes ensayando su primer vuelo.
Imágenes de nitidez superlativa en cada acercamiento, toma aérea, en las panorámicas infinitas. Logradas con equipos digitales de alta definición -de los que se suelen usar en crash-test-, que pueden filmar 2000 imágenes por segundo, permitiendo ralentar el movimiento o acelerarlo según el efecto buscado.
Una exhortación sutil y sin sermones, que intenta conquistar a fuerza de belleza la voluntad de quienes habitamos el planeta, para que no lo dañemos más de lo que lo hemos hecho. Subrayada por una bellísima partitura de George Fenton interpretada por la Filarmónica de Berlín.
La nota discordante: en cada país el relato en off se encargó a alguna personalidad -por ejemplo, Estados Unidos disfruta las inflexiones graves del veterano actor James Earl Jones- y para Argentina se eligió a Agustín Pichot. Estupendo rugbier sin duda, pero tan poco elocuente como para que su lectura laboriosa resulte intolerable.
Y un extra imperdible: entre los títulos de crédito finales se puede ver cómo se lograron muchas de las increíbles tomas.