Hay que ser un cinéfilo o un seguidor consecuente de la cinematografía argentina para recordar a María Duval, nombre artístico de quien naciera un 17 de mayo de 1926 en Bahía Blanca como María Mogilesky.
Esta fue la ciudad donde creció, estudió hasta completar el ciclo secundario -en la Escuela Superior de Comercio- y paralelamente desarrollaba sus dotes declamatorias -algo muy usual en la primera mitad del siglo XX- en recitales de poesía en salas como las de la Biblioteca Rivadavia y en las emisoras radiales locales, hasta que en 1941 decidió ir a Buenos Aires para participar en un concurso cuyo premio mayor era formar parte de un film.
Por supuesto lo ganó y comenzó la que sería una carrera actoral tan breve como exitosa tanto en la radio como en el cine, donde debutó a sus 15 años con un papelito en el dramón conventual Canción de cuna (Gregorio Martínez Sierra; 1941).
Rápidamente, pasó de esos roles de huérfana o adolescente ingenua a otros protagónicos y con más desafíos para sus recursos interpretativos, mientras que por un cierto parecido físico -frente despejada, cabellos y ojos oscuros, figura menuda-, la prensa de la época la bautizó como “La Gene Tierney argentina”, una actriz estadounidense a la que también habría que dedicarle una nota recordatoria.
En apenas siete años en activo, Duval llegó rodar 21 largometrajes en estudios importantes como Lumiton y San Miguel y con directores como Luis Saslavsky, Luis Moglia Barth, Francisco Múgica, Carlos Hugo Christensen, entre otros que destacaban en una industria cinematográfica en pleno auge, tanto del lado de la oferta de producciones, como de la convocatoria masiva de público en el país y en toda Latinoamérica, hasta que en 1948 hizo coincidir su matrimonio con su retiro total de la actuación a los 23 años.
Para siempre queda su filmografía, que puede disfrutarse en muestras o ciclos de cine clásico argentino u online en plataformas como Cine.ar Play -mientras desde el ámbito oficial no se la deseche con la excusa miope de ser un gasto inútil en cultura-, que en su catálogo ofrece la posibilidad de verla como la adolescente angustiada de Dieciséis años (Carlos Hugo Christensen; 1943), la hija ausente de la comedia Besos perdidos (Mario Soffici;1945), como una de las hermanas sin un peso de Las tres ratas (Carlos Schlieper; 1946) y como una de las alumnas del profesor -infiltrado- interpretado por el galán Juan Carlos Thorry en La serpiente de cascabel (Carlos Schlieper; 1948).
Durante su largo retiro se dedicó a su familia y a la beneficencia, pero ocasionalmente reaparecía en entrevistas o para recibir premios como el Podestá a su trayectoria de parte de la Sociedad Argentina de Actores en 2003 o tributos especiales como el que la devolvió a su terruño, cuando en 2007 -tres años antes de su fallecimiento a una semana de cumplir los 96 años-, se la declaró Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Bahía Blanca.
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