El director Peter Jackson tras su propio hito
tecnológico.

48 es el número cinematográfico del momento.
No por el viejo y querido “morto chi parla” de la quiniela, ni por alguna
teoría conspirativa como la de 23
(Hans-Christian Schimd; 1998), sino por la cruzada pro 48 fps del neocelandés
Peter Jackosn, que desde el comienzo de la -retrasada- producción de su
trilogía basada en El Hobbit, la primera novela de J.R.R. Tolkien.
En realidad, la historia de los fps o la cantidad de fotogramas por segundo de una
proyección cinematográfica.
El primitivo cine silente varió entre 16 y 18 fotogramas – “cuadritos” de
película-; la aparición del sonoro en 1927 hizo necesarios 24 fps para
sincronizar correctamente la cinta magnetofónica y en adelante esa fue la
cadencia standard.
Pasados 85 años, Jackson -el sistema no es de su invención pero lo tiene como adalid-
afirma que la duplicación del número de fotogramas aporta realismo y definición
-sobre todo en 3D- a la imagen. Además de evitar el borroneo -blur- en los
movimientos bruscos de cámara y ciertos parpadeos -strobing-, entre otros
problemas del viejo sistema de rodaje y reproducción.
Para el llamado “gran público” la hora de la verdad llegará en pocos días,
aunque las opiniones de los asistentes a la presentación del film durante el
Cinema Con -convención anual de los dueños de salas- de abril en Las Vegas, no fueron
muy buenas. Las críticas más fuertes fueron por la impresión de estar viendo
televisión HD iluminada en exceso; por efectos extraños en la movilidad de
actores y sobre todo caracteres creados por CGI y cierta incomodidad ocular en algunos
espectadores.
Otro inconveniente radica en la adecuación de los proyectores, algo que varias cadenas
de cines se negaron a hacer.
Afortunadamente, los espectadores dudosos, pero con ganas de volver a la Tierra Media luego de
El Señor de los Anillos (2000)
podrán hacerlo, porque también se distribuirán copias en 24fps.
De cualquier modo, es evidente que estamos ante otro juguetito como el 3D, que
permitirá incrementar el valor de la entrada con la promesa de proporcionar sensaciones
nuevas.