Dirección: Jon Favreau
Guión: Justin Theroux
Fotografía: Matthew Libatique
Música: John Debmey
Origen: USA – 2010
Calificación: Sólo apta para mayores de 13 años
Intérpretes: Robert Downey Jr, Don Cheadle, Gwyneth Paltrow, Mickey Rourke, Sam Rockwell

Cuando se estrenó la primera Iron Man (Jon Favreau, 2008), la expectativa era módica.
Hacía rato que las pantallas desbordaban superhéroes -la mayoría acuñados en Marvel Comics– y eso había provocado una suerte de anestesia en los espectadores, aún en los fanáticos de las historietas. Lo único que despertaba una leve curiosidad era la elección de Robert Downey Jr. para el protagónico.
Pero sorprendió capturando tanto al público como a la crítica, con una buena trama, calidad visual y especialmente, el enorme carisma de Downey Jr. que se apropió del personaje poniéndole su irreverencia como sello personal.
Por todo lo anterior, esta segunda entrega -se sabe que al menos serán tres- se esperaba con un nivel mucho más alto de exigencia.
El director y actor Jon Favreau, que en este film se reservó el rol del chofer algo tontarrón del protagonista, en complicidad con Downey Jr. y el guionista Justin Theroux -el mismo de Una guerra de película (Ben Stiller, 2008)- pusieron unos cuantos escollos en el camino del millonario estrella Tony Stark: un competidor corrupto, un juicio, militares deseosos de hacerse con los trajes de Iron Man y algún problema de salud. Además de duplicar la cantidad de efectos y darle el rol del villano ruso Ivan Vanko a Mickey Rourke, cuyo rostro marcado por golpes y cirugías casi no necesita de maquillaje para espantar.
El resultado es una aventura divertida y superficial a ritmo de buen rock, pero con una trama bastante más confusa que la anterior y la introducción algo forzada -futuras secuelas y crossovers- de personajes como Nick Fury (Samuel L. Jackson) y Natasha Romanov (Scarlett Johansson), que los seguidores del “universo Marvel” identifican inmediatamente y los recién llegados, no tanto.
Lo que se sostiene y hasta potencia, es el timing y la gracia de Robert Downey Jr. que obviando al comic y la serie animada originales, transforma al protagonista en el primer superhéroe, que lucha por la paz sin demasiados conflictos de personalidad y una buena dósis de narcisismo.
Y también y trasforma al film en un one-man-show o unipersonal, donde cada inflexión de su voz -recomiendo huir de las “neutras” copias dobladas que impiden disfrutarlas-, cada mirada y cada remate de diálogo tienen peso y son una lección para mucho actor de músculo ampuloso y cara de nada.
Iron Man 2 es, entonces, la excusa para comer mucho pochoclo y ver una gran actuación.