Nunca más los efectos fueron tan especiales.

Los hoy casi omnipresentes FX no son una novedad. Nacieron al mismo tiempo que el cine, ya que hasta el film más sencillo incluye una ráfaga de viento, un paisaje detrás de una ventana fingida o una nube de humo necesaria en alguna escena.
Muy pocos de esos profesionales dedicados a los efectos llegan a ser conocidos por el público, pero uno de esos pocos, con justa razón, es Ray Harryhausen.
Nació en Los Ángeles (USA) en 1920, estudió escultura, fotografía y desde muy joven trabajó en los equipos de efectos visuales en Hollywood.
Fue durante mucho tiempo ayudante de Willis O’Brien, pionero del stop motion, recordado por los dinosaurios de El mundo perdido (Harry O. Hoyt, 1925).
Los argentinos accedimos a sus trabajos en ciclos inolvidables como “Sábados de súper acción”, donde los monstruos y animales gigantes de La isla misteriosa (Cy Endfield, 1961), Jason y los argonautas (Don Chaffey, 1963), Un millón de años antes de Cristo (Don Chaffey, 1966) o Los viajes de Simbad (Gordon Hessler, 1974) mantenían en suspenso a chicos y grandes.
Cuando en la nueva Furia de Titanes (Louis Leterrier, 2010) vemos a las Grayas, la Gorgona, el Kraken y otros bichos, es gracias a las CGI o imágenes generadas por computadora agregadas en la post producción.
Pero en la original dirigida por Desmond Davis en 1981, los efectos visuales los realizó Harryhausen, con su propia técnica bautizada Dynamation. Una ingeniosa combinación de modelos a escala, stop motion, pantalla dividida y live action.
Un trabajo de paciencia infinita y minuciosidad obsesiva, que directores y colegas le reconocen en todo el mundo.
Un verdadero ejemplo de creatividad, que a punto de cumplir noventa años sigue trabajando -ver su página web: www.rayharryhausen.com– en proyectos personales.