Philip Seymour Hoffman y como pasó de ilustre desconocido a ilustre a secas.

Un Oscar a la interpretación en cualquiera de sus variantes -actor, actriz principal o de reparto- suele traerle al afortunado/a que lo recibe, un prestigio y una notoriedad que no tenía previamente.
Ese es el caso del estadounidense Phillip Seymour Hoffman, un talentoso profesional, cuyo rostro resulta conocido al espectador, pero que pocos pueden asociar a su nombre.
Hoffman tiene 38 años, estudió arte dramático, destaca como actor y director teatral, y debutó en cine hace 15 años, donde casi es un abonado a pequeños papeles.
Así que hay que aclarar que es el rubio pecoso y algo gordito que hacía de “chico malo” en Perfume de Mujer (Martin Brest, 1992), de enfermero de Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999), y de amigo desconfiado de Jude Law en El talentoso Mr. Ripley (Anthony Minghela, 1999).
Pero el año pasado consiguió -literalmente ya que además produjo el film del debutante Bennet Miller- el protagónico de Capote.
Para quien no lo tenga presente, Truman Capote fue el escritor y enfant terrible estadounidense de mediados del siglo XX, que creó un nuevo género literario -la no ficción- cuando investigó una masacre y lo volcó en su novela A sangre fría.
Capote dejó mucho material filmado -murió en 1984-, del que Hoffman se sirvió para recrear sus gestos amanerados y su particular dicción, logrando la asombrosa caracterización que le consiguió todos los premios incluyendo el Oscar, y quizás mejores roles en el futuro.