El interés creado por un documental musical agitó la alicaída distribución de
noviembre.

BTS es una banda de pop surcoreano o K-pop.
Una típica Boy Band creada por el típico método: un casting o selección masiva
y exhaustiva basada no sólo en la capacidad de cantar y bailar de los futuros
integrantes, sino en particular en el aspecto físico y la actitud para captar
al público -generalmente femenino y adolescente- a quien se dirigirá.
En este caso el empeño de los productores fue coronado por el éxito, ya que desde
su formación en 2013 los siete integrantes -Jin, Suga, J-Hope, RM, Jimin, V y
Jungkook- se convirtieron en favoritos y grandes vendedores en su país y en el
mundo entero.
Mucho de ese éxito se debe a su presencia en los medios y en las redes sociales,
en forma de videos musicales, extractos de sus giras y ahora en cine con Burn the Stage: The Movie, literalmente
“Quema el escenario: La película”.
Un documental dirigido por el debutante Jun-Soo Park, rodado en los 40 conciertos
que los chicos – ahora rondan los veinte años pero eran casi niños cuando
comenzaron- dieron en 19 ciudades de Asia, Oceanía, América del Norte y del Sud
en el llamado “Wings Tour” de 2017.
El estreno mundial fue programado para el 15 de noviembre y varias cadenas de
cine del país lo incluyeron en su cartelera, pero la venta anticipada de entradas fue tan buena y los pedidos de los fans fueron
tantos, que consiguieron que el 29 se extendiera a los complejos restantes y a
salas independientes que lo requieran.
Algo inusitado para la temporada baja de primavera y verano y un indicador de que
se deben capitalizar estos nuevos públicos a futuro, porque pueden pasar de una
esperanza para el sector cinematográfico a la posibilidad real de tener las salas
más llenas que de costumbre.
Entre la histeria colectiva de seguidoras comparables a las de The Beatles, estos
«Boy Scouts a prueba de balas» -tal la traducción del acrónimo que da nombre a la
banda- ya han hecho su buena acción del año.