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Fuerza G
Categoría: Cine

Título original: G-Force
Dirección: Hoyt Yeatman
Guión: Cormac Wibberley y Marianne Wibberley
Música: Trevor Rabin
Fotografía: Bojan Brazzelli
Interpretes: Bill Nighy, Will Arnett, Zach Galifianakis, Kelli Garner
Origen: USA – 2009
Calificación: Apta para todo público

En trazos gruesos, Fuerza G parece una mezcla rara de Misión Imposible (Brian De Palma, 1996) y El viento en los sauces (Terry Jones, 1996).
Una comedia de acción que combina live-action -actores y escenarios reales- con animación generada en computadoras. Y cuyo tema central es la eterna lucha de los buenos contra los malos. Aunque vacila ideológicamente porque los primeros integran un grupo de tareas -task force- que actúa clandestinamente mientras sueña con ser integrado al FBI y poder lucir brillantes placas de agentes. Sin resentir que en la mayor parte de la trama esos soñados futuros colegas los persiguieron con saña.
Todo envuelto en estética colorida, 3D de última generación -para las pocas salas que cuentan con el sistema de proyección ad hoc- y todos los efectos especiales que el dinero de la compañía Disney y el productor estrella Jerry Bruckheimmer –Piratas del Caribe, Armageddon, La roca, Top Gun, etc.- puede comprar.
La Fuerza G tiene cuartel en Los Ángeles y está formada por unos chanchitos de indias -o cobayos- altamente entrenados por un científico, que ha logrado que hablen gracias a un artilugio tecnológico. Darwin es su valiente líder; Blaster, el experto en armas; Juárez, el elemento femenino; Speckles, un topo especialista en informática y Mooch, una mosca encargada del apoyo aéreo.
Juntos espían para descubrir qué se esconde tras el imperio electrónico del ambicioso empresario Leonard Saber y de paso salvar a la Humanidad.
La trama es muy sencilla y como suele pasar en los films del género -con o sin humor, con o sin animalitos-, la mayor parte del metraje y las secuencias más espectaculares son acción pura.
Pero a pesar de los efectos especiales, el ruido y la furia, los errores del guión son evidentes; la mayoría de los personajes son estereotipados -no se salva ni el magnate que compone el británico Bill Nighy -y el final parece hecho al descuido. Con el agravante del doblaje “neutro” y “panamericano” -un actor por país, con Fabio Posca como representante argentino- de las copias locales.
Pero los roedores tienen encanto y a pesar de todo, atraen a numeroso público menudo. Algo que seguramente sabían Hoyt Yeatman -experto en efectos visuales devenido director- y sus acaudalados empleadores.

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2009-08-15 00:00:00
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