Dirección: Rodrigo Cortés
Guión: Cris Sparling
Fotografía: Eduard Grau
Música: Víctor Reyes
Origen: España, Francia, USA-2010
Calificación: Sólo apta para mayores de 13 años con reservas
Intérpretes: Ryan Reynolds

Paul es un camionero estadounidense que trabaja en Iraq y es atacado en la ruta. Vuelve en sí en un lugar oscuro, donde falta el aire y la vacilante llama de su encendedor le descubre que está dentro de un tosco cajón de madera.
Desespera, forcejea por salir, pero es imposible. Un celular suena en el fondo del cajón y cuando consigue alcanzarlo y contestar, la voz de uno de sus captores le revela el objetivo del encierro: deberá llamar a quien sea y conseguir 5.000.000 de dólares en unas pocas horas o lo dejarán morir asfixiado.
Aprovechando el auge del género de terror y el éxito de otros filmes españoles del género, el director catalán Rodrigo Cortés realizó su segundo largometraje. Una coproducción entre España, Francia y Estados Unidos, con presupuesto relativamente bajo -unos 3.000.000 de dólares-, pero protagonizado por un actor conocido como Ryan Reynolds y hablado en inglés, como para evitar la consabida remake y lanzarse a competir de lleno en el mercado internacional.
Este pudo ser uno de tantos filmes de terror llenos de efectos, pero el ajustadísimo guión de Cris Sparling y el poco convencional punto de vista elegido por Cortés para plasmarlo lo hacen muy atractivo.
Algo de lo que el director no tuvo que preocuparse fue la ambientación y las locaciones, porque la acción completa se desarrolla dentro del cajón -en realidad fueron tres armados en un set de Barcelona-, y sólo cambia la posición de la cámara.
Noventa minutos viendo al pobre Paul -acertado Reynolds en su rol más dramático- como si se tratara de una hormiga en un formicarium, lo que provoca la inmediata identificación del espectador.
Además, es notorio el trabajo de fotografía para obtener los diferentes grados de penumbra y convertir a Enterrado en un film para ver exclusivamente en una sala de cine, donde la oscuridad produce una continuidad sofocante entre protagonista y espectador.
Un ejercicio hitchcockiano -Sir Alfred adoraba horrorizar a personajes y público por igual-, que evita la posible monotonía del planteo con diálogos telefónicos que mantienen el suspense hasta el final a fuerza de ironizar sobre las comunicaciones en general, los organismos gubernamentales, la precarización laboral; emocionar con ciertos detalles personales e incluir algo de humor negro.
Unos pocos “sucesos” dentro del cajón pueden tacharse de inverosímiles, pero fuera de eso Enterrado atrapa en el sentido más literal y sádico del término.