Curiosa vigencia del realizador George A. Romero.

La crítica más academicista no lo ha tomado muy en serio y a despecho de eso, George A. Romero -estadounidense con ascendencia lituana y cubana- tiene una trayectoria de cuatro décadas como director de cine independiente en Estados Unidos.
Comenzó rodando comerciales a principios de los 60, pero pronto sintió la necesidad de hacer ficción y lo consiguió en 1968. Realizó con muy bajo presupuesto La noche de los muertos vivientes, con unos zombies antropófagos que invadían todo, y consiguió gran repercusión e inauguró la moda de los films gore y “slasher” de los 70.
De allí en más fue seguido por los fanáticos del género de terror y en espacial de los zombies, que son sus protagonistas recurrentes, pero ha pasado momentos difíciles y le ha costado conseguir financiación.
A principios de este siglo hizo una incursión corta en el cine industrial, pero recientemente ha declarado que prefiere seguir trabajando de manera independiente y se ha quejado de que la actual ola de películas de terror sólo persigue fines comerciales.
Porque aún en sus más bizarros guiones Romero ha intentado mostrar algo más que efectos y -según sus palabras- porque utiliza “los zombies para hacer una observación de la política y la cultura”.
En su primer film, el líder de los pocos humanos que resistían el embate zombie era de raza negra, toda una osadía en aquellos días de lucha de la minoría afroamericana por sus derechos civiles.
En El amanecer de los muertos (1978), los humanos se atrincheraban en un shopping -Zack Snyder hizo una remake en 2004- en evidente alusión al consumismo. En Tierra de los muertos (2005) hace una sátira de la sociedad americana, mostrando una elite que vive en el lujo mientras los menos afortunados pelean con los zombies, y este año estrenó El diario de los muertos, donde ironiza sobre el periodismo televisivo.
Hoy, a los 68 años tiene films en preproducción hasta el 2011, mientras comienza a recibir cierto reconocimiento de sus pares y la crítica.