Dirección:
Marcelo Piñeyro

Guión:
Mateo Gil, Piñeyro basado en la obra teatral de Jordi Galcerán
Ferrer

Fotografía:
Alfredo Mayo

Música:
Frédéric Bégin, Phil Electric

Origen:
España, Argentina, Italia – 2005

Calificación:
Sólo apto para mayores de 13 años

Intérpretes:
Eduardo Noriega, Najwa Nimri, Eduard Fernández, Pablo Echarri,
Ernesto Alterio, Carmelo Gómez, Adriana Ozores, Natalia Verbeke

Tanto
la obra teatral –El método Gromholm–
como esta versión cinematográfica giran alrededor de la competencia
despiadada que rige el trabajo y los negocios.

La
trama es lineal y única: en el salón de conferencias de una gran
transnacional, siete aspirantes al mismo puesto ejecutivo son
sometidos a la entrevista que decidirá quien lo obtendrá.

Lo
que el nervioso septeto no sabía antes de quedar encerrado en ese
aséptico espacio, es que se le aplicaría el método Gromholm, una
serie de pruebas que los obligará a tomar decisiones rápidas,
desnudar los aspectos más oscuros de sus personalidades, y “pisar
cabezas” para ganar.

Para
el director argentino Marcelo Piñeyro esta es la primera producción
en España, y como los protagonistas ha tenido que lidiar con la
doble prueba que plantea la procedencia teatral del texto y el rodar
en una sola locación.

La
primera la sorteó con notable facilidad convirtiendo el diálogo en
acción contrapuntística, logrando sostener el suspenso acerca de
quién eliminará a los demás contendientes, y también el de quién
de los candidatos es un “topo” de la empresa. Contrapunto
subrayado además por ágiles movimientos de cámara.

En
cambio, evitar la claustrofobia visual del espacio único fue más
complicado. Se intentó incorporar “el afuera” a través de los
ecos de una multitudinaria manifestación contra el FMI, buscando
relacionar lo micro de la lucha de poder que se daba en la oficina
con lo macro de las tensiones sociales, pero sin demasiado éxito. Y
las escenas de escarceos sexuales en el baño, en vez de poner
“pimienta” a la cosa, lucen incongruentes.

Cuando
la acción está tan acotada a la palabra y al gesto de los
protagonistas, es esencial que las interpretaciones sean de calidad,
algo que por fortuna se da en El método.
Cada actor tiene a su cargo una tipología:
Eduardo Noriega y
Pablo Echarri -que ya habían trabajado con
Piñeyro en Plata Quemada- son
Carlos, el muchacho cool del grupo, y Ricardo, el argentino
escurridizo. Carmelo Gómez encarna a Julio, un ejecutivo con
intereses ecologistas, Ernesto Alterio al inseguro Enrique, y Eduard
Fernández al agresivo Fernando, consiguiendo una notable performance
que recuerda la de Smoking room,
un film muy similar en su planteo. Y las chicas: Natalia Verbeke,
Adriana Ozores y Najwa Nimri, como la secretaria, la cuarentona y la
calculadora, respectivamente.

Todo
al servicio de una disección interesante de cómo funciona el
darwinismo en el terreno laboral.