Un film recupera la figura del
director francés Georges Méliès para el gran público.

Probablemente la mayor parte de los espectadores que se deleiten con Hugo, la primera incursión en el género
fantástico del director Martin Scorsese, no sepa que uno de sus personajes
principales se inspira en un genial pionero de la actividad cinematográfica.
Tanto el film como la novela –La invención de Hugo Cabret,
ilustrada y escrita por Brian Selznick- en la que se basa el guión presentan a
Georges Méliès como a un veterano vendedor de juguetes en una estación
ferroviaria parisina en 1931 y en hay algo de cierto, pero como llegó allí es
una historia igual de fantástica.
Desde niño Méliès sintió pasión por la magia, en su adolescencia la estudió y
ya adulto compró un teatro donde presentaba sus espectáculos; hasta que en 1895
asistió a una de las primeras exhibiciones del cinematógrafo de los Hermanos
Lumiere y su vida cambió para siempre.
A los inventores les parecía sólo un pasatiempo, pero Méliès se enamoró del
artilugio y vio sus posibilidades artísticas.
Inmediatamente comenzó a rodar sus propios cortos -se han perdido muchos datos,
pero Un diablito (1896) habría sido
el primero-, que a diferencia de los registros documentales de la mayoría de sus
colegas, eran esquicios similares a los de sus espectáculos de ilusionismo
donde destacaba el uso de la sustitución y pequeñas ficciones en las que fue
experimentando con recursos y géneros que subsisten hasta nuestros días.
Además de director supo ser actor, guionista, escenógrafo, montajista,
fotógrafo y maquillador, pero sobre todo fue el creador de los efectos
especiales, quien sentó las bases del género fantástico en general y la ciencia
ficción en particular y uno de los primeros en usar color, pintando a mano el
negativo.
Además, fundó su propia productora -Star Films-, que fue exitosa hasta que la
competencia de las compañías Gaumont y Pathé -aún vigentes-, la orillaron a la
quiebra en 1912.
Cien años después son legendarias la venta por kilo de su catálogo de más de
500 títulos; su vuelta a los espectáculos teatrales hasta 1923, cuando debió
vender su sala para pagar deudas y la pequeña dulcería en Gare Montparnasse que
atendió con su mujer de allí en más.
Fueron los surrealistas con Breton y Buñuel a la cabeza, quienes redescubrieron
al viejo maestro y lograron que le otorgaran la Legión de Honor en 1931.
La Cinemateca
Francesa consiguió rescatar algunos de sus films -varios
pueden encontrarse en Youtube, a
salvo de discusiones legales porque son de dominio público- antes de su muerte
en 1938 a
los 77 años.
Hoy, Sir Ben Kingsley lo encarna con solvencia, aunque no haya podido igualar
la mirada pícara del original mientras hacía magia dentro y fuera de la
pantalla.