Título original: Zwartboek
Dirección: Paul Verhoeven
Guión: Gerard Soeteman, Paul Verhoeven
Fotografía: Karl Walter Lindenlaub
Música: Anne Dudley
Origen: Alemania, Holanda, UK, Bélgica – 2006
Intérpretes: Carice van Houten, Sebastian Koch, Thom Hoffman, Halina Reijn, Waldemar Kobus, Derek de Lint, Michiel Huisman
Calificación: Sólo apta para mayores de 16 años

Después de dos décadas trabajando en la industria estadounidense, el director holandés Paul Verhoeven volvió a casa y al tema de la Segunda Guerra Mundial, que ya había abordado en El soldado de Orange (1977).
Una costosa coproducción europea -12 millones de euros- en la que Verhoeven retrata los últimos días de la ocupación alemana a Holanda, y el accionar de la resistencia. Sin olvidar lo aprendido sobre espectáculo en Hollywood, y haciendo gala de su interés de siempre por el erotismo y la violencia.
La estructura del relato es circular, y comienza en 1956 en un kibbutz israelí. Allí Rachel (Carice van Houten), reencuentra fugazmente a una amiga de los tiempos de guerra, y ese encuentro casual hace fluir sus recuerdos, que se muestran en un largo flashback.
En 1944 la bella cantante judía se escondía de la persecución nazi en una granja cercana a Ámsterdam, hasta que un bombardeo la destruye. Entonces, decide cruzar hacia las áreas liberadas con su familia, pero el pequeño grupo es emboscado y masacrado por una patrulla alemana.
Sólo Rachel sobrevive y se une a la resistencia, donde le asignan la misión de convertirse en amante y espiar al alto oficial SS Ludwig Muntze (Sebastian Koch). Una asignación que implica mucho riesgo, porque debe ser fiel al objetivo de liberar a su país, a despecho de los sentimientos que Muntze despierta en ella.
La ambientación reproduce minuciosamente la época -tanto en la arquitectura, la decoración y el vestuario-; la banda de sonido acompaña, y las interpretaciones son de muy buen nivel, destacando el protagónico de la holandesa Carice van Houten -captada inmediatamente por Hollywood- y de los alemanes Sebastian Koch -uno de los estupendos protagonistas de La vida de los Otros (Florian Henckel von Donnersmarck; 2006)- y Waldemar Kobus como un espantoso oficial nazi.
Sin embargo, lo más notorio y lo que levantó polvareda entre la crítica -especialmente la holandesa- fue el punto de vista desde donde narra Verhoeven, ya que lejos de presentar a los nazis como monstruos y a los miembros de la resistencia como héroes sin tacha, prefiere mostrar las miserias de todos.
Un ejercicio de cinismo que lleva a cabo con algunos excesos de humor negro – la escena donde un miembro cristiano de la resistencia duda en matar a un nazi, pero cuando este blasfemia lo cuece a balazos es un buen ejemplo-, y no pocos momentos tristes con nazis y holandeses igualmente antisemitas, o igualmente corruptos a la hora de lucrar con la muerte. Y por supuesto, la sugestiva escena final con los nuevos aprestos de combate.
Un interesante film, que excede los límites del género bélico y la época en que se sitúa la acción, para señalar la inveterada vocación humana por la violencia.