El diablo viste a la moda

Título original: The Devil wears Prada
Dirección: David Frankel
Guión: Aline Brosh Mc Kenna
Música original: Theodore Schapiro
Fotografía: Florian Ballhaus
Origen: USA – 2006
Calificación: Apta para todo público
Intérpretes: Meryl Streep, Anne Hathaway, Stanley Tucci, Simon Baker,
Emily Blunt, Adrian Grenier

Andrea es una universitaria recién egresada, que desea convertirse en
periodista y ha obtenido el puesto de asistente de Miranda Priestly,
directora de la más influyente revista de modas. Un trabajo soñado para
comenzar, pero Andrea no imaginaba que las exigencias desmedidas de su jefa
cambiarían su manera de vestir, de comer, y hasta de sentir.
“El infierno en tacos altos” adelantaba la publicidad del film. Una
comedia ligera basada en un best seller de igual densidad -detestado por la
crítica, vendido a rabiar- escrito por Lauren Weisberger.
La autora fue asistente de Anne Wintour, directora de Vogue, lo que
convierte a la trama en una visión de primera mano sobre las altas esferas
de la industria de la moda.
La protagonista parece Anne Hathaway, que como Andrea corre por las
calles de New York tras cualquier capricho de su jefa, y soporta miradas
burlonas porque su ropa no combina.
Pero la fuerza centrífuga del film la ejerce la gran Meryl Streep, que
a despecho de sus quejas porque en “la Industria” no hay buenos papeles
para actrices de más de cincuenta años, se da el gusto de brillar en
cualquier secundario que le llegue, como lo demostró en Secretos de diván
(Ben Younger; 2005) hace pocos meses.
En este caso el esfuerzo no fue sólo interpretativo, sino también
físico. Porque debió adelgazar varios kilos hasta convertirse en una
especie de Cruella De Vil, envuelta en haute couture. Y le dio a la
diabólica Miranda, concebida más como un carácter plano que como un
personaje, matices de humor y de ternura.
La chica Hathaway -una promesa de comediante con un buen secundario en
Secreto en la montaña (Ang Lee; 2005)- no lo hace mal, pero además de la
Streep le hacen sombra los buenos secundarios de Emily Blunt, como su
colega y competidora, y Stanley Tucci, como Nigel.
No faltó tampoco el cameo modisteril de Valentino, y las menciones nada
casuales a una enorme cantidad de marcas.
Un vistazo corto en ironía, ajustado en humor, pero definitivamente
superficial -perdón por el pleonasmo- a la tiranía fashion.