El crowdfunding se cuela en Hollywood de la mano de
Verónica Mars.

Mucho antes de ser bautizado como crowfunding, ya había grupos entusiastas, que
juntaban sus escasos recursos para hacer realidad un negocio, un asado o una
película soñados.
También en los Estados Unidos, que además de su poderosa cinematografía tiene décadas
de producciones independientes -leer el diario que llevó Darren Aronofsky durante el rodaje de Pi (1998) bastaría como pruebas- hechas a pulmón.
Lo raro e inaudito es que en el propio Hollywood, se use ese método para financiar
proyectos.
La cosa no comenzó con un gran film de autor o un tanque, sino con la remake de
Veronica Mars, un producto
televisivo poco reconocido internacionalmente.
La serie comenzó a emitirse en 2004 y seguía la detective adolescente del
título -hija de un ex policía y émula aggiornada de la literaria Nancy Drew- mientras
resolvía casos en su ambiente universitario.
Fue favorita de las chicas que se identificaban con la protagonista interpretada
por Kristen Bell, pero se levantó en la tercera temporada sin demasiadas
protestas.
Casi diez años después, su creador Rob Thomas trató de convencer a los Estudios
Warner -que tienen los derechos- de reciclar el personaje en cine y se negaron
por no considerarlo una inversión potable.
Pero a principios de marzo, Thomas -veterano del medio televisivo- propuso llevar
el proyecto a Kickstarter.com, conocido
sitio web dedicado al crowdfunding, probar el interés del público en efectivo y
conseguir la aprobación de los ejecutivos de Warner.
El mismo día en que se lanzó la propuesta, los espectadores nostálgicos pusieron
dos millones y medio de dólares, a la semana más de 8 millones y siguen sumando.

Esto hará posible que Veronica Mars
resuelva crímenes en pantalla grande, pero también abre la puerta a
producciones cajoneadas por la crisis económica de los últimos años y sobre
todo, niega las voces apocalípticas que acusan a Internet por todos los males
de la industria y desean perseguir cada sitio de streaming o descarga de contenidos
audiovisuales.
Pequeña brecha, que podría abrir paso a nuevas maneras de producir en la mismísima
meca del cine.