La agitada trayectoria delictiva de
Pablo Escobar Gaviria de nuevo en pantalla.

La empresa de streaming Netflix sigue afirmándose como medio de distribución de
material audiovisual con millones de subscriptores de tres continentes -todavía
le faltan África y Asia- y especialmente como productora de contenidos propios.
De hecho, el viernes 28 de agosto estrenó Narcos,
una nueva serie lanzada a su estilo: con los diez capítulos de la primera
temporada de una vez.
El título original está en castellano y no sólo eso, porque fue rodada a
medias en nuestro idioma y en inglés, en verdaderos escenarios colombianos y
por eso se la anunció como su primer ciclo internacional.
Sin embargo, no era cuestión de exagerar en el ecumenismo y la historia está
contada desde el punto de vista del agente de la DEA -Drug Enforcement
Administration o institución encargada de hacer cumplir las leyes sobre drogas
en Estados Unidos- que persiguió específicamente a Pablo Escobar durante años y
cuya voz off conduce machaconamente el desarrollo de la acción.
No se trata de una biografía formal como la Escobar (Andrea Di Stefano; 2014), que hace poco protagonizó
Benicio del Toro, sino de un intento de mostrar la manera en que durante la
década de los 70 la cocaína colombiana inundó -o empolvó- al país del norte,
como Blow, profesión de riesgo (Ted
Demme; 2001) o American gánster
(Ridley Scott; 2007). Una reconstrucción con tantas simplificaciones, que
muchas secuencias resultan poco creíbles a la luz de la complejidad de los
hechos.
El elenco mezcla interpretes estadounidenses y latinoamericanos, con protagónicos
del estadounidense Boyd Hobrook como el agente Steve Murphy y el brasileño
Wagner Moura como Pablo Escobar, que con su bigote da el fisic du rol pero
cuyas trabas al hablar con acento de Medellín resultas notorias y distractivas.
El director es José Padilha, otro brasileño que se ha hecho un lugar en
Hollywood después del éxito de Tropa de
Elite (2007) y fuera de las objeciones anteriores, aprovechó el presupuesto
millonario invertido por Netflix y Gaumont en los aspectos técnicos y visuales.
Un producto que resulta verosímil para el mercado anglosajón -donde ya ha
obtenido alabanzas-, pero que a los hispanohablantes no los entusiasma tanto.